El título de este artículo se inspira en el libro del gran cronista de campañas presidenciales norteamericanas Theodore White, The Making of the President 1946… 1960… 1964. Ante una elección de gran trascendencia, el presidente Peña actuó con sentido de responsabilidad histórica al designar como candidato del PRI a José Antonio Meade, como el que puede competir para ganar y que conviene a los intereses del país, no quien estaba más cercano a sus preferencias personales o más arriba en las encuestas.

Algunas críticas sobre el proceso de destapes y tapados priistas están prejuiciadas. En comparación, López Obrador es el más autodestapado; Anaya se autoproclama por su control del aparato partidista del PAN; los otros shows de lanzamiento han sido muy parecidos. Hay doble rasero. El presidente y el PRI actuaron para quitar candados contra los simpatizantes y para dar entrada a candidatos ciudadanos, dando muestra de la mayor apertura. Responde a una experiencia histórica. El presidente, gran elector de su partido ausculta, conoce las capacidades de los posibles, advierte resistencias, reflexiona y escoge al mejor candidato para los tiempos que se viven, no sus preferidos: Cárdenas a Ávila Camacho, no a Mujica; Alemán a Ruíz Cortines, no a Casas Alemán. ¿Es acaso mejor sistema el de las encuestas amañadas; el voto abierto a la base con votantes infiltrados por otros partidos, o la contienda interna y el debate enconado que fracciona y divide a los partidos? Otros métodos no han dado mejores resultados en México.

Voy a presentar en una primera parte los atributos positivos de Meade para contender; luego, algunos de los obstáculos que tiene que superar para vencer:

Tuve la experiencia, arriesgando el físico, entre empujones y codazos, de asistir al multitudinario rito del registro de su candidatura. Pude presenciar con grata sorpresa la transformación de un tecnócrata en un político, un candidato en ciernes, con personalidad agradable, sonrisa amable, naturalidad; gran sencillez, que comunica bien con la gente, tomándose fotos y departiendo con todos. Permite construir una figura política, fresca y atractiva, que trasmite serenidad. Su discurso ya no fue la fría exposición de una convención bancaria, sino un mensaje, ya con fondo y tono de político, pero no del “barroquismo del jilguero de plaza”. Su esposa, guapa, inteligente, también sencilla, con sonrisa contagiosa, un activo. Es solo el comienzo, pero fue un arranque promisorio.

—Es el único candidato realmente ciudadano. Los líderes del Frente, titulares de sus partidocracias, difícilmente calificaban como ciudadanos, por ello cambiaron su nomenclatura. López Obrador, un caudillo mesiánico.

—Tiene en lo personal una honestidad probada, la que importa, la del que va a gobernar. Supera en este terreno a los otros candidatos, que de una u otra forma están contaminados, aunque tiene el gran reto de contrarrestar la pésima imagen del gobierno.

—Goza de la mayor y mejor experiencia para gobernar y administrar. Su experiencia en cuatro de las más importantes secretarías aporta nada menos que el manejo de la hacienda pública, la política exterior, la política social y la energética, el crédito al campo. Anaya tiene cero experiencia administrativa.

—Ha demostrado su capacidad política de negociar, logrando, por ejemplo, la aprobación, casi unánime, de varios presupuestos y la de varias leyes, con lo cual ganó el respeto y aprecio de varios miembros de la oposición. Desde Financiera Rural le arreglaba los problemas con los campesinos al secretario Paco Gil, y estableció amistades duraderas con los líderes de este sector.

—Cuenta con amplio prestigio internacional, por su contacto desde Hacienda y Relaciones Exteriores, con jefes de gobierno, cancilleres y secretarios de finanzas de los principales países: G-20, América Latina, Canadá y Estados Unidos.

—Es una persona culta, nacido en un ambiente de cultura, nieto de un notable jurista, pintor y escultor; su madre y esposa son pintoras; cuando niño, leía libros de historia sobre los Medicis, cuando otros niños veían caricaturas de Walt Disney.

Hacia adelante, Meade tendrá que superar obstáculos y retos. Algunos de los más comentados.

Tendrá que cuidar finos balances. Ni abyección hacia el presidente, ni distanciamiento con su gobierno; consolidar la base del voto duro priista, pero atraer el voto joven, independiente o de otros partidos; preservar una campaña de altura, no caer en la provocación de los insultos agresivos personales, pero sí dar respuestas firmes e irónicas. Apelar a la razón, pero también a los sentimientos. El balance muy delicado es cuándo y cómo tomar distancia con respecto al actual gobierno en temas de corrupción e impunidad y seguridad, que debe ser sobre todo ofreciendo propuestas convincentes para resolver los problemas.

Si bien un país no se reinventa cada cinco años y deben preservarse los avances logrados, no puede seguir ofreciéndose el “más de lo mismo”. No puede ser el abanderado del continuismo. El país requiere importantes transformaciones y debe plantearse una “nueva visión de futuro” que entusiasme. En materia de política económica, el objetivo primordial no puede, como ejemplo de lo anterior, seguir siendo preservar la estabilidad y la belleza de las finanzas públicas equilibradas. El gran objetivo es acelerar el crecimiento incluyente, como lo han hecho grandes líderes  de China, India, Corea y Singapur, sin descuidar lo otro.

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Tiene que abrir el círculo de allegados, que siempre buscan aislar al candidato y al presidente, y acaparar todas las posiciones, debe escuchar otras voces que las de su entorno; privilegiar la capacidad sobre la lealtad incondicional. Las bases no pueden sentirse excluidas, por ello va a ser crucial la designación de candidatos adecuados en los cientos de candidaturas. Las campañas bien llevadas, como con el IEPES en sus mejores momentos, sirvieron para oxigenar al candidato con nuevas personas e ideas. ¡Urge renovar la Fundación Colosio, dándole el prestigio intelectual que requiere para auspiciar esta apertura!

La campaña debe llevarse a su terreno, el de la batalla de las ideas, presentando el mejor programa de gobierno transformador. No puede ser un largo catálogo de aspiraciones, sino un número limitado de grandes objetivos y propuestas bien sustentadas; lucha decisiva contra la impunidad y la corrupción, un mejoramiento eficaz de la seguridad; enfrentar el tema de la desigualdad (de atención mundial, pero poco discutido en México), la democracia, el sistema de justicia y el federalismo disfuncionales; reformas de segunda generación en material social; preparación para la revolución tecnológica a través de una educación técnica y científica de calidad; redefinir la nueva inserción en el mundo y la relación con Estados Unidos, más allá del TLCAN. La solución no son ni las nuevas leyes, ni los sistemas que no lo son, sino la buena administración, con funcionarios competentes y honestos. Impulsar verdaderos debates públicos de sustancia, no de descalificaciones. Un gran reto es tener una bien integrada campaña en redes sociales, contener una de las grandes fuerzas de López Obrador, por su capacidad de alimentarlas con frases pegajosas y contundentes.

La mejor posibilidad de Meade, aunado a lo anterior, se deriva de que pueda articular una alianza electoral amplia, con un nombre atractivo, y ligado a un gobierno de coalición de facto, con un gabinete con la mejor gente que tiene el país, de diversos partidos y corrientes, como el gobierno de unidad nacional que conformó Ávila Camacho. ¡Los mejores analistas opinan ahora que cualquiera de los tres candidatos principales puede ganar! Dependerá de quién hace la mejor campaña y quién comete menos errores. ¡Ya veremos!

@suarezdavila

Exembajador de México en Canadá