“La novela está escrita como una autobiografía que se deja escribir al calor de los recuerdos, dentro de su narrativa van encontrando los episodios más dispares, que al final dibujan una vida: el fanatismo religioso que inculca miedos a diestra y siniestra en los niños, los tropezones de la incipiente vida amorosa de una adolescente que no termina de conocer sus sentimientos, la desbandada de la mayoría de edad que la lleva a alejarse de su mayor motivo de tristeza, el hecho de que su madre va a morir, pero mientras tanto perderá facultades y el dolor dominará su vida”. 

La editorial Almadía define así la última obra de la escritora Gilma Luque. Se trata de un conmovedor recorrido hecho por su autora al pasado personal, que siempre es el que duele. Pero más que un ejercicio de simple nostalgia y recordación, Luque intenta realizarle un reajuste y terminar de armar el complejo rompecabezas de sus recuerdos.

“Empecé a escribir hace muchos años una especie de confesión, quería contar la historia de mi madre que estuvo enferma por muchos años. Un día decidí que la forma en que lo iba a hacer era escribiéndolo como un desahogo. Entonces hice ajustes con el pasado y tuve catarsis. Ganó mi oficio y supe que quería hacer una novela, volverlo literatura”, explica a La Jornada.

Paralelamente a esta suerte de curación autoimpuesta, que al final terminó disfrutando, Luque reconoce la importancia del espacio y el tiempo en su libro, debido a que proyecta una matizada historia de la Ciudad de México en las décadas de los 80 y 90; además, se integran espacios icónicos de la  urbe como la unidad Santa Fe diseñada y construida por Mario Pani en 1957 y cuya “democratización” por parte de los propietarios hizo de ella todo un estallido de caos.

Respecto al titulo, Obra negra, la creadora de Los días de Ema desarrolla una metáfora peculiar al indicar que se llama así “a lo que está en construcción, como la casa que no está acabada, tampoco la familia ni la personalidad: somos proyecto y vivimos en él, que hace que no nos podamos definir y se vaya modificando a lo largo del tiempo”, concepto que igualmente puede aplicarse a lo propio y a la ciudad.

“Uno escribe lo que recuerda o lo que imagina, y en ambas hay ficción; imaginamos a partir de la experiencia”.