La razón se compone de verdades  que hay que decir y verdades que hay que callar. Conde de Riverol

La herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. El escritor Philip K. Dick afirmó que “si tú controlas el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que utiliza esas palabras”.

Como prueba de la veracidad de su definición de la desinformación bastaría con repasar algunos hechos recientes. Quizá repasar la desinformación difundida por la discusión y la aprobación en el Congreso de la Unión de la Ley de Seguridad Interior, cuyo único objetivo es darles certeza jurídica a las tareas de las Fuerzas Armadas en la lucha contra las bandas del crimen organizado.

La experta manipulación de las palabras hizo que muchos, la mayoría de buena fe, de verdad se creyeron que esa ley es una vía al autoritarismo. Algunos, ingenuos, hasta llegaron a la delirante conclusión de que podría ser “un golpe de Estado”. Contaron con la complicidad de los expertos de los organismos internacionales, expertos como nadie en la manipulación de las palabras.

Ahora han logrado que hasta personas habitualmente sensatas empiecen a creer que la república se encamina a una dictadura, como si en la elección presidencial se fueran a enfrentar las fuerzas de la democracia y las fuerzas del totalitarismo.

Así se inflama la imaginación de muchos, pues lo que es una elección presidencial, la elección de quién nos gobernará por seis años, un democrático y pacífico relevo de gobierno a través del voto ciudadano, pretenden transformarlo en épica disputa por la nación.

Nada más inoportuno cuando la república enfrenta el doble reto político y económico de un gobierno abiertamente hostil en Washington, del aislacionismo estadunidense, y, por supuesto, de las presiones de nuestras propias elites que ya le disputan al sistema de partidos el privilegio de conducir la nación.

Vaya encrucijada a resolver en las urnas el próximo 1 de julio de 2018.

jfonseca@cafepolitico.com