Ricardo Muñoz Munguía

Ex guerrillero por convicción, preso por sus ideales, escritor por su circunstancia. Así, Salvador Castañeda (Matamoros, Coahuila, 1937) se le ve en el tránsito de los días menos favorables pero más sustanciales en su memoria. Una parte muy importante de su paso por la cárcel, más específicamente de Lecumberri, se encuentra en la novela ¿Por qué no dijiste todo?, la que no sólo retrata las tremendas torturas y golpes que ahí tuvo que enfrentar, sino también profundiza en su formación que, entre lo más destacado para ello, sería el entrenamiento militar en Corea del Norte.

A propósito de sus ochenta años de vida y a casi cuarenta de la aparición de ¿Por qué no dijiste todo?, libro que obtuvo el Premio de Novela Juan Grijalbo en 1979 —con un gran jurado: Luis Spota, Eraclio Zepeda, Carlos Solórzano, Jaime Labastida y Juan Rulfo, quien argumentaría sobre la novela: “El tema de esta novela es una revelación de nuestro tiempo; tanto lo siniestro y la depravación de quienes son condenados a la cárcel se muestran en toda su brutalidad”, charlamos con el autor de Los diques del tiempo: diario desde la cárcel, La patria celestial, El de ayer es Él y Papel Revolución.

El inicio

Desde que llegué de la comarca lagunera, de Torreón, ya simpatizaba en la izquierda de México, en su movilización en aquellos años de los sesenta, sin embargo no militaba en ninguna organización. Llegué a trabajar gracias a la recomendación de un ingeniero de Petróleos Mexicanos, primero en una empresa privada y después en una dependencia de gobierno, dedicadas a la exploración geológica, donde yo hacía mapas geológicos y planos topográficos. Después tuve la fortuna de encontrarme con una convocatoria que invitaba a jóvenes extranjeros para irse a estudiar Agronomía en Moscú, en la Universidad de la Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba, y me aventé a inscribirme. Después de un tiempo creí olvidado eso, cuando de pronto recibo un telegrama donde me dicen que he sido elegido para irme a Moscú. Fue una impresión muy fuerte para mí, pues no lo esperaba sinceramente. En esa universidad había estudiantes de todo el mundo y, por supuesto, de México, que estudiaban en otras carreras. Ahí, finalmente, en nuestras charlas, entre los cuatro que éramos, decidimos organizar un grupo. La mayoría de los estudiantes mexicanos pertenecían a la Juventud del Partido Comunista Mexicano. Y habíamos los que no formábamos parte de ese grupo y que, además, no simpatizábamos. Lo que nos hizo formar el grupo fue lo que sucedió en Chihuahua, con los muertos de Madera. Nos llegó la noticia y eso nos conmovió demasiado; los que no militábamos en la Juventud, vimos eso desde otra perspectiva. Así iniciamos a tener charlas sobre la situación en Madera, pero sólo entre nosotros y con discreción. Los de la Juventud también se afectaban pero no proponían nada. Así nace el grupo Movimiento de Acción Revolucionaria que, por cierto, fue una propuesta mía darle ese nombre. Para ser consecuentes con nuestro ideal, acordamos que tendríamos que regresar a México, aunque para algunos compañeros era una postura descabellada. Ante lo de Madera teníamos que tomar una posición. Lo que seguía era conseguir un entrenamiento militar. Hicimos muchos intentos en varias embajadas donde había guerra, como en Argelia…, o que tenían movimientos revolucionarios antiguos y, otros, activos, presionábamos en Moscú a las embajadas para ver si se podía solicitar un entrenamiento. No era posible. Nos decían que no necesitaban combatientes, que necesitaban otro tipo de apoyo, como el monetario pero eso no teníamos. Los cuatro compañeros nos repartimos las embajadas para ir a buscar el entrenamiento; entre ellas, a mí me tocó la de Cuba. Y como seguramente casi todas las embajadas tienen un mecanismo de protección para la gente que va a preguntar esto, tienen unas medidas muy estrictas de seguridad. Finalmente pude pedirles la necesidad de un entrenamiento. Todos los días visitaba la embajada, sobre todo porque me quedaba muy cerca de donde vivía en Moscú pero no sirvió de mucho por el argumento de que México era el único país que no había roto relaciones con ellos y no podían arriesgar eso. No nos hicieron caso, entonces hicimos otro planteamiento con Corea del Norte, y ellos nos dijeron que tendríamos que regresar a México y salir de aquí para Corea del Norte y, entonces sí, recibir el entrenamiento. Ya de regreso a México buscamos simpatizantes, ampliar el grupo, conseguir militantes, elaborar nuestra línea política…, en fin. Un trabajo muy en corto, muy discreto, pero con la mira de hacer un movimiento guerrillero. Estábamos en la etapa de la organización del grupo, ya habíamos creado escuelas de entrenamiento militar y, sin embargo, no teníamos acciones militares, aunque ya muy preparados. Les habíamos pasado conocimientos a varios, principalmente campesinos, que tenían que regresar a la sierra. Después vino el que nos capturaran para llevarnos a una cárcel clandestina, que nunca sabré dónde es ese lugar.

¿Por qué no dijiste todo?, la novela

La novela la escribí en la cárcel. Y precisamente es una visión retrospectiva de la iniciación del grupo. Estuve en Lecumberri hasta que hacen cárceles nuevas y es entonces que me trasladan al Reclusorio Norte y después al de Santa Marta Acatitla; todo esto fue durante la década de los setenta. Por cierto, para alcanzar la libertad, se tiene que pasar por Santa Marta Acatitla para tener la boleta de libertad. Ahí el ambiente era muy distinto al de Lecumberri, porque ahí sí eran cosas horribles, por decir lo menos. En la del Norte también estuvo más tranquilo. Así que pasé de una cárcel clandestina, al terrible Lecumberri. De aquellos tiempos muchas escenas se me vienen a la mente, por ejemplo, a nosotros nos tenían con todos los presos comunes, en el ala H, donde se hacían trabajos de fajina varios meses y de un trato horrible, y luego nos apartaron. Para los presos políticos nos iba muy mal porque el hostigamiento era terrible, como lo menciono en el libro, tan sólo la limpieza de crujías era más que limpiar…, después ya dan los nombres de los que cambiarán de crujía. Nosotros, como éramos presos políticos, teníamos un trato muy severo. Los presos por droga, homicidio…, no les iba tan mal, y ellos nos veían bien, nos apreciaban porque sabían que nos habíamos organizado para luchar contra el Estado, contra el gobierno. También teníamos gente que estaba controlada por la dirección del penal y que andaba en ese periodo de fajina, que también eran “orejas” (denunciantes). Otro ejemplo, cuando nos meten a un apando, un cuarto de unos tres por tres metros, donde había unos sesenta cabrones metidos ya para dormir parados, unos tenían que entrar antes que los demás para alcanzar lugar donde estaban los clavos en las paredes, y en los clavos unos mecates con los que se amarraban una mano para no caer y ahí se les veía colgados de un brazo mientras dormían, luego ya más tranquilo metían unos 30 o 40 pero seguían siendo horrible pues para respirar se les tenía que pedir a los guardias que estaban afuera que abrieran la puerta porque ya no se podía respirar. Ya después, en el Reclusorio Norte, todo era más tranquilo, la autoridad tenía una mejor actitud con nosotros. Con todos los presos comunes tuvimos una relación de respeto y, a la vez, de acercamiento; entre confidencias hicimos amistad, hasta con guardias también.

Los días de ahora

Tengo algunos proyectos de escritura pero creo que no podría dejar de lado los elementos carcelarios que viví. Es algo que siempre está presente, simplemente no se puede zafar de eso. Y, además, todo lo que yo hago es en función de esa experiencia. No podría escribir de otra cosa. Aún tengo mucho qué contar de esos días. Y pienso que si el tiempo regresara, volvería a hacer lo mismo. Es una mera suposición pero, ya con la experiencia que tengo, no cometería los errores que tuvimos y otra sería la historia. En los días actuales, hablando sobre Corea del Norte, creo que tiene todo el derecho a tener armas porque todas las demás potencias las tienen. Corea del Norte es la que realmente está en peligro porque todos los demás tienen bombas atómicas y ellos no. Es obvio que los demás no quieren que las tenga porque entonces saben que puede defenderse y eso no les conviene. Por otro lado, por qué no gritan los que tiene bombas atómicas que las van a destruir, por lo que sabemos que sería la respuesta, y sobre su forma de gobierno represor no es así, es parte de la propaganda imperialista en contra de ellos, los ponen como lo peor del mundo, de que están esclavizados y demás tonterías. Era lo mismo que decían de la Unión Soviética en aquellos tiempos de los sesenta, de que todos eran esclavos y cosas así. Y Corea del Norte siempre está alerta porque esperan una invasión y te insisto, si los demás se arman, ¿por qué ellos no? O sea, ¿sólo ellos son peligrosos?