Los conflictos internacionales se han convertido en asuntos cada vez más crueles e inhumanos. Según un reporte del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, el tipo de maniobras y presiones que se usan en distintas crisis afectan principalmente a los sectores más vulnerables de la sociedad como las mujeres, los ancianos y, especialmente, a los niños.

La Unicef advirtió que entre estos casos destacan los niños que son obligados a combatir -muchas veces en primera línea del frente- o que también son usados como escudos humanos, asesinados y mutilados.

“Los niños están siendo objetivo de ataques y de una violencia brutal en sus hogares, escuelas y patios”, asegura Manuel Fontaine, el Director de Programas de Emergencia para Unicef. “Mientras esos ataques continúan año tras año, no podemos quedarnos paralizados. Una brutalidad así no puede ser la nueva norma”.

Por otra parte, el organismo internacional denunció casos dramáticos de violaciones, matrimonios forzados, secuestros y la esclavitud, que se han convertido en tácticas de guerra habituales desde Irak a Siria, pasando por Yemen, Nigeria, Sudán del Sur o Birmania.

Señaló que los conflictos regionales no sólo inciden directamente en ataques o manipulaciones a estos sectores, sino que traen consecuencias dañinas colaterales como la desnutrición y enfermedades, que afectan a millones de menores en el mundo. Eso sin mencionar la falta de servicios médicos o de atención humanitaria.

Echemos tan sólo una mirada a algunos de ellos:

En Afganistán han sido masacrados 700 niños en la aún persistente guerra contra el terrorismo que libra la coalición internacional contra los talibanes.

En Irak y Siria, los menores son usados por facciones islamistas como escudos humanos para evitar el bombardeo de sus posiciones. A fin de presionarlos, estos combatientes los mantienen en hambre para doblegarlos y que hagan lo que se les pide a cambio de un mendrugo de pan. Aquí no se salvan ni el autodenominado Estado Islámico ni el régimen de Assad, pues ambos son culpables de usar estas acciones de presión.

En Yemen, la guerra ha dejado a al menos 5.000 niños muertos o heridos y 11 millones necesitan ayuda humanitaria.

En África, Sudán del Sur, es el país que más preocupa por una guerra que ya ha durado décadas, donde el hambre se ha generalizo y en un conflicto que ha obligado desde 2013  a que más de 19.000 niños se enlisten de manera forzada. Al menos 2.300 de ellos han resultado heridos o muertos.

Ni qué decir de Nigeria, donde el grupo armado Boko Haram, arma con explosivos a niñas para usarlas como kamikases. Cuando éstas logran salirse del control de estos combatientes, son abusadas por las fuerzas de seguridad.

En Birmania, se lleva a cabo una limpieza étnica y pocos han levantado la voz para denunciarlo. Ahí, la minoría musulmana roghinya está siendo diezmada y se calcula que, desde que inició el conflicto a finales de agosto, más de 626.000 de ellos han huido hacia Bangladesh, en un intento por dejar atrás la violencia.

Europa no escapa a esta situación, sobre todo la zona  del Donbas, en Ucrania, donde más 220.000 niños viven bajo la amenaza de las minas y restos de explosivos que hacen de Ucrania uno de los países con más minas de la tierra.