“¿Cómo el cardenal Norberto Rivera Carrera no sólo ha resultado siempre virtuoso o impune en todos los casos de pederastia en los que se ha visto envuelto, sino que se ha alardeado siempre de salir exitoso, lo que ha permitido presentarse como inocente y víctima de acusaciones falsas?”, cuestiona Alberto Athié, ex sacerdote católico.

Referirse al cardenal Rivera Carrera es entrar en terrenos oscuros y hablar del fuero religioso como una de las reglas no escritas en la cultura política mexicana. Rivera Carrera es intocable no sólo por su condición de alto clero, sino por su relación de hermandad secular con el poder. Rivera Carrera poco se preocupó por los pobres, por la caída considerable de fieles y no le inquietó la calidad de la fe de su feligresía.

El pasado 6 de junio de 2017, el Arzobispo Primado de México cumplió 75 años y presentó su renuncia ante el Papa Francisco, como lo establece el derecho canónico, norma jurídico que regula a la Iglesia Católica. El Papa tiene la facultad exclusiva de aceptar y rechazar la renuncia de los obispos. Tras 51 años de sacerdocio y 22 de Arzobispado, Rivera Carrera ha marcado la imagen de la Iglesia y con su partida se va un modelo que fue reacio a las propuestas de cambios.

Norberto Rivera. El pastor del poder (Grijalbo, 2017), coordinado por Bernardo Barranco, sociólogo especializado en creencias religiosas y cultura, tiene como objetivo presentar de manera sólida y documentada el verdadero rostro del religioso oriundo de Tepehuanes, Durango. En entrevista para Siempre!, Barranco explicó que Norberto Rivera Carrera es tan contradictorio que los medios no alcanzan a darle un culto a la personalidad como al Papa Juan Pablo II, “si fuera otro tipo de personaje estoy seguro que los medios hubieran exaltado la personalidad del Arzobispo”.

El libro es una gran colección de ensayos críticos sobre el desempeño del cardenal Rivera Carrera, el religioso más encumbrado de la Iglesia católica mexicana. “No es un libro de falsa neutralidad, por el contrario, son textos documentados de denuncia”.

Bernardo Barranco, sociólogo especializado en creencias religiosas. Foto: Mónica Cervantes.

Bernardo Barranco, sociólogo especializado en creencias religiosas. Foto: Mónica Cervantes.

-¿Cómo definiría a Norberto Rivera? ¿Qué hay detrás de este personaje polémico?

Es un personaje complejo, lleno de contradicciones, fascinante. Es un hombre que en 22 años ha marcado la vida de la Iglesia Católica del país, pero también la vida política y que refleja la crisis de un gran modelo eclesial impulsado por Juan Pablo II, una Iglesia portadora de civilización cuyos valores son de una apuesta histórica. Una Iglesia que derrumba al socialismo, que rompe la geopolítica y que después va contra el capitalismo en su versión más materialista. Norberto Rivera pertenece a esa generación, pero Norberto también pertenece a México y es copartícipe de una cultura política corrupta, de una política de cuotas y cuates, como diría Denisse Dresser. Un actor que hace muchos acuerdos por debajo de la mesa, de ese tipo de política de favores, de casar a los miembros de las élites gobernantes, de bautizar a sus hijos, de esos actos litúrgicos es como finalmente termina perteneciendo a las élites y mimetizándose en ellas. Para poder entender a Norberto Rivera, hay que entender el tipo de Iglesia que él pugna, y también la cultura política en la que él se desenvuelve: una cultura política de corrupción. Él aparece como un personaje cuyas amistades no son necesariamente élites impecables; son los nuevos ricos que han hecho fortunas a través de arreglos y acuerdos inexplicables con funcionarios, que entran siendo pobres en la función pública y salen millonarios. Otro aspecto, es él como persona. Está lleno de paradojas, un hombre que viene de los extractos más humildes del país, él nace en el pueblo indígena La Purísima. Vemos que a través de un complejo de clericalización asciende y después está en un montículo, en una especie de príncipe olímpico que consume manjares, conoce de vinos, sabe descorcharlos con elegancia, habla hebreo, inglés, italiano, latín. Lo paradójico es que siendo de un extracto muy humilde, es el sector que menos le importa.

-El cardenal tiene una mala reputación, entre otras cosas por encubrir a padres pederastas, ¿lo veremos en el banquillo de los acusados?

Ya está sentado. Alberto Athié interpuso una demanda penal ante la PGR. El cardenal, en un desayuno, en noviembre de 2016, expresó ante el cuestionamiento de una reportera que él no encubría a ningún pederasta. Indicó que ha habido en la diócesis 15 sacerdotes pederastas y los envió a Roma. Pero no sólo es un pecado o una falta intereclesiástica sujeta a sanción canónica, es un delito secular. Las preguntas son: ¿quiénes son esos 15 sacerdotes? ¿Están en la cárcel? ¿Quiénes son las víctimas? ¿Qué tipo de apoyo recibieron? ¿Cuántos niños son? Al principio la PGR no dio respuesta pero hubo un fenómeno de cerca de 40 mil firmas en change.org y eso obligó a la PGR a tomar el asunto más en serio. En el libro se habla de impunidad y creo que es muy importante plantearlo porque por primera vez, en la historia de este país, un prelado del nivel de Norberto Rivera esté declarando ante la PGR. No sabemos si va a ser inculpado. Creo que es un buen paso porque si el número tres del Vaticano George Pell, encargado de economía, tuvo que dejar su cargo para enfrentar la justicia en Sidney, Australia, por acusaciones de pederastia por qué no un cardenal en México. El cardenal tiene antecedentes de encubrimiento tanto de Nicolás Aguilar, desde que estaba en Tehuacán, como de Marcial Maciel.

-¿A quiénes conviene que este caso no sea investigado a fondo?

Evidentemente a la Iglesia, que durante años fingió no saberlo pero lo más grave no es que se supiera adentro sino afuera. Una serie de complicidades, encubrimientos que formaron parte del modus de operación de la iglesia y que duró años. Es gracias a los medios de comunicación que están planteando grandes paradojas, la inexistencia de una posible vida privada, pero hoy con los adelantos tecnológicos es imposible esto. Los medios han jugado un papel que han cimbrado y han desarrollado uno de los escándalos mediáticos más importantes de la Iglesia, que la han colocado en una crisis de época. El Papa Benedicto XVI, en la última entrevista que concedió a Peter Seewald, uno de sus biógrafos, respondió que uno de los momentos más difíciles de su pontificado indudablemente fueron los escándalos de pederastia. Los ministros de culto trabajan con valores de bien y el faltar en algo tan sucio derrumba todo.

¿Cómo podría describir a la iglesia católica mexicana en 1995, cuando Rivera sustituyó a Ernesto Corripio Ahumada?

Juan Pablo II da marcha atrás a muchos de los preceptos del Concilio Vaticano II, que significaba una mayor apertura a los grandes temas de la modernidad y uno de los temas era el político. Juan Pablo II venía del universo comunista y él concebía al socialismo como uno de los grandes enemigos históricos. Observa que en América Latina existen posturas progresistas, la Teología de la Liberación, que coquetea con conceptos marxistas e inicia un proceso de disciplinamiento muy duro y violento en termino de derechos eclesiásticos. Norberto Rivera forma parte de esto desde Tehuacán, Puebla, y liquida un seminario donde se formaron los curas progresistas. Rivera es el rostro del ascenso de un actor religioso conservador y poco dialogante frente a la diversidad política de país y un actor represor: le pega a los jesuitas, disciplina a los dominicos, cierra revistas, forma parte de este disciplinamiento de Juan Pablo II. Ese es el rostro represor que envió el Papa.

-¿Norberto Rivera supo aprovechar los talentos que “Dios le dio”, así como se refirió el cardenal a Carlos Hank González en su funeral? O como dice Guadalupe Loaeza, “supo aprovechar su don para multiplicar su fortuna”. 

Es un hecho que al cardenal le gusta el dinero y se ve en el capítulo de Mónica Uribe: la lucha titánica por el control de la Basílica de Guadalupe, el absurdo copyright que quería para cobrar la imagen de la Virgen. La excesiva comercialización de las dos visitas del Papa Juan Pablo II, eso se llama simonía y es uno de los gravísimos pecados en la iglesia. Uno de los problemas más fuertes que plantea Athié y Jenaro Villamil es cuando anula el matrimonio de Angélica Rivera, hay un claro interés político, se brinca muchas trancas. El cardenal tiene formas de simonía cuando se habla de dinero, es algo que se le ha reprochado y que forma parte de esa mimetización de la cultura política en la cual está inmerso, son quizás las formas más sutiles de corrupción que el cardenal ha introducido.

-¿En qué momento Rivera dejó de ser un personaje rentable para las grandes televisoras?

La televisoras y los grandes medios de comunicación religiosamente son conservadores, y el cardenal es un rostro más de ese conservadurismo, incluso Televisa pasaba sus misas dominicales, hay estaciones de radio que transmiten las homilías del cardenal los domingos. Más que rentabilidad, diría que hay una concepción miserable de los grandes medios hacia lo religioso. Cuando viene el Papa es muy nítida la orientación de los medios, pierden el piso, entran en una lógica de culto a la personalidad. Muchos conductores se convierten en malos telepredicadores, entran en una especie de mercadotecnia de culto.

-Mónica Uribe nos habla del contubernio entre Rivera y Diego Monroy, ex rector de la Basílica; la venta de la imagen de la Virgen y la construcción del templo de San Juan Diego, asuntos en los que las autoridades se declararon incompetentes para actuar, ¿qué hacer para que estos temas no queden impunes?

La autoridad tiene la responsabilidad. En ese sentido, ha sido muy laxa, ha creado ese ámbito de impunidad frente al cardenal, pero efectivamente forma parte de estos vínculos. Andrés Manuel López Obrador cede un terreno que hoy es la Plaza Mariana y hay una relación muy estrecha. Estos vínculos son una especie de triángulo político con el entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México. Posteriormente, se da el vínculo empresarial con Carlos Slim, ahí se ve una especie de modus operandi entre los poderes fácticos, el Estado, la iglesia y el modelo económico para un fin. ¿Qué hacer frente a esto? Creo que los ciudadanos y la Iglesia tienen que tener una actitud de mayor denuncia. Cuando la sociedad se organiza y pone en evidencia estas prácticas y hace una presión importante es capaz de revertir esta serie de abusos.

-Como lo refiere Fátima Moneta y Eugenia Jiménez, los católicos en el país han ido a la baja, ¿esto no es un indicador importante para que el Vaticano voltee a ver qué está pasando?

La perdida de fieles va mas allá de México y de la Arquidiócesis, es una crisis más estructural. Es más esta imagen de la pederastia, el aburguesamiento de los curas y la falta de vocaciones. El cardenal lo vive en carne propia, la cultura contemporánea ha rebasado las propuestas y apuestas de la Iglesia. En el caso de la Ciudad de México, Norberto Rivera se percibe como un actor anacrónico, como un personaje caduco porque prohíbe que las mujeres trabajen, o el tema de los matrimonios igualitarias, de la eutanasia, el aborto; son propuestas que la sociedad secular ha avanzado y que el cardenal le cuesta mucho trabajo entenderlo. La pérdida de fieles es una expresión de que a la Iglesia le hace falta nuevas mediaciones culturales, resituarse con la cultura contemporánea. El sucesor que venga tiene que ser un personaje que dialogue.

-¿Qué viene para Norberto? ¿La pronta aceptación a su renuncia?

Es algo que solamente el Papa sabe, lo más probable es que venga después de la elecciones presidenciales de 2018. Pienso que lo van aguantar por la envergadura y por el peso que tiene. Es un cardenal electo hasta los 80 años, no es solamente decir que se vaya, sigue siendo un actor importante. No creo que sea inmediato, no sería una salida digna para un príncipe, en ese aspecto Francisco es muy atento. Creo que después del 2018 ya se va a tomar más en serio su renuncia. Espero equivocarme.