San Sebastián (Donostia), Guipúzcoa.- La palabra genocidio no existía antes de las abominables masacres y demás aberraciones que cometieron los nazis y sus cómplices durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). El jurista polaco Raphael Lemkin lo incorporó al lenguaje cotidiano como reflejo del mayor crimen posible: el propósito organizado de aniquilar a un grupo étnico o religioso solo por ser uno de ellos, sin más excusa.
El término tiene tanta carga emocional y trascendencia que en muy pocas ocasiones, después de los Juicios de Nuremberg, un tribunal (internacional) lo ha utilizado en una sentencia.
Pese al tiempo transcurrido —72 años, que en aquel tiempo se sellaron con el estallido de sendas bombas atómicas en otras tantas ciudades japonesas, que fue otro genocidio nunca juzgado oficialmente hasta el momento—, las heridas abiertas por las guerra nunca han cicatrizado aunque el lenguaje diplomático diga algo diferente.
De hecho, este tipo de muertes nunca encuentran el alivio para los familiares como sucedió, por ejemplo, con los descendientes del revolucionario veracruzano coronel Vicente González —mi abuelo paterno—, fusilado por tropas carrancistas por el simple hecho de que militaba en la División del Norte, es decir era seguidor de Pancho Villa. Esa muerte cambió la suerte de toda mi familia, empezando por la de mi padre don Vicente González Medel y toda su prole, hasta la fecha, cuando ya transcurrió casi un siglo.
De tal suerte, con la condena a pena perpetua del sanguinario ex general serbio bosnio Ratko Mladic (1943), culpable, según el jurado de 10 de los 11 delitos de genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad que se imputaron, el Tribunal Internacional para los Crímenes de la Antigua Yugoslavia (TPIY) pone fin a 24 años de instrucción judicial de una de las épocas más oscuras de la historia moderna del Viejo Continente.
No obstante, si la justicia dentro de lo razonable, ha sido cumplida con las 64 sentencias dictadas contra otros tantos criminales de guerra, la reparación del daño causado será imposible mientras no se sucedan las nuevas generaciones, abiertas al perdón y a la “reconciliación”. Tal esperanza no será nada fácil de cumplir.

Como se sabe, el legendario político británico, Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965), aparte de ser connotado político y estadista, fue militar, orador y escritor, incluso Premio Nobel de Literatura en 1953, supuestamente por haber escrito, entre otros libros, sus seis gruesos volúmenes de Memorias de Guerra. Al redactar este reportaje sobre la sentencia de cadena perpetua impuesta a Ratko Mladic, recordé una frase del impetuoso primer ministro británico sobre la zona de origen del mariscal Josip Broz “Tito”, fundador de Yugoslavia: “Los Balcanes tienen una historia muy grande que no pueden consumir”. Cierto o no, la verdad es que la última guerra balcánica (1992-1995) colocó una vez más a Europa ante el atroz rostro del nacionalismo y demostró la fragilidad de los principios humanitarios cuando el nacionalismo excita entre los pueblos el sentimiento de la propia superioridad, el miedo y el desprecio al otro (a los demás).
Estas condiciones pesan en el actual conflicto “separatista” de Cataluña y España. Los miedos “nacionalistas” traen a la memoria los polvos de los lodos de la Guerra Civil española de 1936-1939. Episodio que todavía pega en muchos círculos españoles.
El genocidio de Bosnia, étnico y religioso, las matanzas horrendas de Croacia, de Kosovo y, también de la población serbia, no tuvieron lugar en tiempos remotos, prehistóricos, en la época de los etruscos ni del imperio romano, ni en lugares ajenos sino en la “vieja” Europa que se volvía moderna fundando la Unión Europea (Tratados de Maastricht, 1993), o sea nada ajena a nuestro momento histórico.
Esa Europa era la misma que había contemplado (¿impotente?) el exterminio de buena parte del pueblo judío, a manos de los nazis, apenas 72 años antes. El Tribunal Internacional para los Crímenes de la Antigua Yugoslavia) cerrará sus puertas el próximo 31 de diciembre, pero los brotes nacionalistas que hicieron posible el horror durante la Segunda Guerra Mundial aún sobreviven en el último tercio de la segunda década del siglo XXI. !Qué horror!
Para entender mejor lo dicho por Churchill sobre los Balcanes, hay que precisar que en marzo de 1992 se aprobó la independencia de Bosnia en un referéndum por el 63% de la población formada por musulmanes de Bosnia, serbios ortodoxos y croatas católicos. Y, en abril del mismo año comenzó la guerra: tropas serbo bosnias, con respaldo del ejército yugoslavo atacaron a los musulmanes bosnios y a los civiles croatas. Al siguiente mes, el general Ratko Mladic mantuvo sitiada la capital, Sarajevo, durante 44 meses, con fuego de morteros, proyectiles y francotiradores que acribillaron la población civil.
En 1993 fracasó el primer plan de paz. El ejército serbio bosnio controlaba casi 3/4 del territorio. En 1994 se realizó el ataque contra el mercado central de Sarajevo, con un saldo de 68 civiles muertos y 200 heridos. Este mismo año Mladic —decidido a dominar la situación a costa de cualquier número de víctimas—, ordenó la matanza de más de 8,000 hombres y niños musulmanes en Srebrenica, enclave protegido por fuerzas de paz de la ONU (Cascos Azules que fueron secuestrados). Esta ha sido la peor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial).

Para noviembre de 1995 fue posible suscribir, con el apoyo del presidente de EUA, Bill Clinton, el Acuerdo Marco General para la Paz en Bosnia y Herzegovina, conocido como Acuerdos de Dayton o Protocolo de París en la base aérea de Wright-Patterson, en Dayton, Ohio, EUA. Lo firmaron los presidentes de Croacia, Yugoslavia, Bosnia y Herzegovina: Franjo Tudjman, Slobodan Milosevic y Alija Izetbegovic. El negociador fue el estadounidense Richard Hoolbroke. Este tratado de paz representó el fin de la guerra durante el proceso de desmembramiento de la antigua República Federal Socialista de Yugoslavia, el gran sueño del mariscal Josip Broz “Tito”.
El balance de la guerra sumó 100,000 muertos, de los cuales el 80% fueron bosniak. Y, 2,200,000 refugiados.
“Culpable”, declaró la justicia internacional al ex general serbobosnio Ratko Mladic, mejor conocido en todo el mundo como “el carnicero de Bosnia”. La pena: cadena perpetua por crímenes de guerra, lesa humanidad y genocidio durante la guerra Bosnia (1992-1995). El caso de Ratko Mladic —exjefe de Estado Mayor de las fuerzas serbobosnias desde 1992 hasta 1996–, es el último a cargo del TPIY, Corte creada en 1993 por la ONU para procesar a los responsables de los crímenes de guerra y de graves violaciones del Derecho Internacional cometidos en Yugoslavia en la década de los años 90 del siglo pasado.
La sentencia dice que pesan sobre Mladic 11 cargos de los cuales solo salvó 1. Y que contribuyó “significativamente” a eliminar musulmanes bosnios, siendo en todo momento “totalmente consciente de deportaciones, asesinatos, violaciones y persecución contra la población croata y musulmana entre mayo de 1992 y noviembre de 1995. Asimismo, dicen los jueces, el acusado no tenía otra intención del “objetivo final” —como lo tuvo en su momento Adolph Hitler, en los años de la guerra mundial– de exterminar a los “habitantes musulmanes de Srebrenica, al este de Bosnia, en julio de 1995, genocidio en el que fueron asesinados más de 8,000 musulmanes.
La Corte consideró que Mladic “propuso y ordenó personalmente a sus fuerzas bombardear y disparar de forma “indiscriminada” contra civiles durante 44 meses que duró el asedio a Sarajevo, entre mayo de 1992 y finales de 1995. Su intención era, según el juez Alphons Orie, “destruir” a los habitantes de la ciudad, impedir el acceso al agua, comida y electricidad y que estos “vivieran en una situación de estrés y asedio” que provocara el terror entre la población. El juez Orie recalcó que con el asedio, se logró un “objetivo común compartido” entre un grupo de criminales: “Limpiar” Sarajevo de la población musulmana perseguida por las tropas serbobosnias.
Así las cosas, dijo Igor Lukes, profesor de la Escuela de Estudios Globales Frederik Pardee de la Universidad de Boston, EUA: “Si consideramos este caso de manera aislada, podemos decir que se ha hecho justicia”. Pero, Vasva Smailovic, superviviente de aquellas matanzas y cuyo esposo, su yerno y otros familiares fueron ejecutados, dijo: “No puede haber un castigo suficiente para alguien que ha cometido tantos crímenes”. Así es la historia. VALE.



