Ricardo Muñoz Munguía

Más allá de la “Buena Nueva”, noticia del nacimiento del hijo de Dios o de su significado “Natividad”: nacimiento;  las fechas navideñas convocan a la obligación de la reunión familiar —lo que es maravilloso, pues sin esta “obligación” quizá no se tendría esa comunión de sentires, de ideas, de inquietudes entre los que integran el lazo de sangre—, del acompañamiento de los amigos que son como familia, o como debiera ser la familia, en el sentido de unión, solidaridad, encuentro, compañerismo… Sin embargo, si buscáramos conceptos o ideas reales es muy probable que se hable de la luz y el abrigo que significa la Navidad pero también es posible que se comente sobre otros significados que tienen que ver con la mercadotecnia o lo insulso de estos días, lo que también puede ser cierto y real.

Por otro lado, sin perdernos del significado palpable y la realidad presente, veamos lo que se les ha adjudicado a los sicólogos, que es la opinión de que en estas fechas crece la depresión, que aumenta el número de suicidios. La “obligación” de la que hablamos al principio tiene también otras repercusiones características de la depresión, quizá provocadas por las compras navideñas, por cumplir con el rol familiar… y que, al no satisfacer como se espera, aparece la frustración y el estrés.

La Navidad/Nacimiento tiene un significado hondo, pues a la vez que delinea algo nuevo, también define lo que termina. Es la culminación o el punto de arranque de otros ciclos, aunque puedan verse dolorosos.

No podemos dejar de lado el duelo que parece acrecentarse en estos días de quienes perdimos el empleo, de los que perdieron su patrimonio y, por sobre todo, quienes perdieron algún familiar o amigo, y este 2017 el temblor es un gran desánimo pero, por paradójico que parezca, también es la celebración de la vida, la vida renovada.