Entre los escritores, hay quienes se han interesado en sacar a la luz los aspectos más vergonzosos del ser humano como especie rapaz: el individualismo del macho violento y la cosificación de la mujer-víctima es uno de ellos, muy en boga en países descontrolados por la miseria económica e intelectual en que vive su población. Me refiero, en concreto, a la llamada “trata de blancas”, que para mí es la cosificación del otro por el poder de un yo totalitario que, cuando da algo, es sólo para incrementar su propio poder simbólico o material. Cosificarse, volverse cosa es perder la humanidad y convertirse en mercancía. Las autoridades a veces están en connivencia con los depredadores porque ellas mismas experimentan miseria, ambición desmedida o miedo.
“Al tercer bolsazo sintió cómo le tronaba el cráneo y en su lugar quedaba una consistencia blanda”. Así se inicia, con acción intrigante, la novela 3 días, de Walter Jay, sobre trata de blancas. Es un inicio vertiginoso, con frases breves, entrecortadas, que se precipitan hacia la vida, pues lo que sigue es una persecución en que las dimensiones fisiológicas del personaje contagian al lector con acertada economía de recursos. La vulnerabilidad de unos y la egolatría de otros; el poder de las apariencias que convierte a un grupo de delincuentes en familia “normal”; la traición, el machismo, la violencia de los sicarios y la promiscuidad se combinan con la introspección y la reflexión. Los personajes principales no son planos; tienen relieve: dimensión sicológica, física e histórica. Como sicoanalista, el autor supo penetrar en el pasado de ellos para que el lector descubra motivaciones, instintos, emociones, frustraciones, deseos, identificaciones, pérdidas… En gran parte, la violencia, si bien no se justifica, por lo menos se explica, porque la vida para muchos no consiste sino en “tomar los materiales y saber cómo armar el rompecabezas a conveniencia”. Diego, por ejemplo, se ha convencido de que se vive una vida inventada por otros (¿cuándo ha sido de otro modo? Tan sólo de forma parcial: nadie es dueño absoluto de sus circunstancias).
Pero el personaje central es Julia, una chiquilla morena de mirada oscura y profunda. Rozaba los quince y era miserable. Se deja seducir por un buen trabajo en casa de una familia cuyo pater es viudo. Ella revela su propia situación familiar, pues la confianza se ha instalado en su ser y agradece por su suerte al entrar a trabajar allí. Pero luego Tulio le revela su nueva situación en la casa: “Recitó las debidas amenazas de muerte para sus padres y hermanos, si ella no ponía de su parte. Y le dio unos chingadazos por pura disciplina”. En esta obra (en este país, en este mundo…) “la tragedia es cosa de cualquiera”, incluso de Tulio, víctima de su propia circunstancia. 3 días no es una nouvelle que permanezca en la acción superficial y sin contorno, pese a las ráfagas de balas. Los personajes, envueltos en atmósferas logradas con economía de recursos, cobran vida y la novela nos hace reflexionar. Como ya dije, se inscribe en el lado oscuro del hombre, se interna en un aspecto que rehúye o intenta ignorar la sociedad higiénica, supuestamente controlada por la civilización.
En una carta, Franz Kafka escribió: “Necesitamos libros que nos muerdan y arañen. Si el libro que leemos no duele como mazazo en el cráneo, ¿para qué lo leemos? Un libro debe ser el hacha que rompa el mar congelado en nuestro interior”. Esta nouvelle de Walter es como un mazazo, y la realidad que describe es, por desgracia, actual en nuestro país y en muchos lugares.
Walter Jay, 3 días. Editorial De otro tipo, México, 2016; 125 pp.