A nivel internacional el turismo se ha convertido en una de las actividades más importantes en la economía de muchos países, llegando a representar su principal fuente de ingresos. Durante los últimos años, se ha convertido en un potente motor económico porque contribuye con 9.8 % del PIB mundial. Cifras del Consejo Mundial de Viajes y Turismo refieren que esta actividad emplea a una de cada 11 personas en el planeta, equivalente a cerca de 277 millones de personas.

De acuerdo al Barómetro de la Organización Mundial del Turismo, en los seis primeros meses de 2017, los principales destinos recibieron a 598 millones de turistas internacionales, 36 millones más que en el mismo periodo de 2016. Si sumamos los efectos directos, indirectos e inducidos que genera la industria de los viajes y el turismo supera con creces otros sectores económicos como la agricultura.

Sin embargo, así como esta actividad tiene impactos positivos que generan riqueza y empleo, también tiene externalidades negativas. Hoy en día existen numerosos estudios científicos que describen y evidencian importantes daños ambientales y sociales que están lejos de ser sostenibles. Tala indiscriminada de manglares, construcción irregular de hoteles y complejos turísticos, cambios de uso de suelo y contaminación, son algunos de los problemas que vemos con mayor frecuencia como resultado de esta actividad masiva.

Por otro lado, se están generando fenómenos sociales que alteran la vida cotidiana de la ciudadanía y su propia cultura. Por un lado, la turistificación que alude al impacto que tiene la masificación turística en el tejido comercial y social de determinados barrios o ciudades. Dicho impacto se traslada a los residentes mediante el alza de costos en la alimentación y en la vivienda. Además, los servicios, las instalaciones y los comercios se conciben y se construyen pensando más en el turista que en el ciudadano que vive en esas zonas permanentemente.

El anterior concepto está ligado al fenómeno de la gentrificación —en inglés, the gentry— que es un término británico utilizado para denominar los cambios que se produjeron en ciertos barrios londinenses en creciente deterioro, con la llegada de nuevos residentes con un poder adquisitivo mayor. Aunque cabe precisar que no necesariamente se origina por el turismo y tiende a la elitización residencial de ciertas zonas que conlleva a la expulsión de los habitantes de origen más humilde.

En algunas ciudades de España como Madrid y Barcelona se ha documentado la movilidad de los residentes de algunos barrios como resultado de este proceso. En un estudio del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre el Barri Gótic se demostró que el auge de los apartamentos turísticos producía descenso de la población, con una presencia bajísima de la población infantil, que representó solo un 15% de nacidos en Barcelona entre la población de entre 25 y 39 años y una expulsión de la gente mayor.

En razón de que los países latinoamericanos y caribeños se han vuelto el destino del turismo internacional, es fundamental que los gobiernos analicen desde un enfoque transversal el turismo y la planificación urbana, con la finalidad de generar políticas que incentiven al turismo y minimicen el impacto que esta actividad genera para la población residente. Las externalidades negativas, el cuidado al medio ambiente y el costo beneficio deben ser los preceptos en los que desarrollen el turismo mundial para que sea sostenible y siga siendo un motor de crecimiento. 

@RocioPinedaG

Secretaria de la Comisión de Relaciones Exteriores, América Latina y el Caribe