En su reciente obra publicada, quien se ha convertido en el gran referente de la literatura mexicana, Juan Villoro, se adentra en el mundo de la crítica y el ensayo literario; la exploración e interpretación de autores y obras revela un rostro más del ya multifacético creador de Conferencia sobre la lluvia y lo integra a un selecto grupo de escritores que pueden moverse con la misma genialidad como lectores y narradores.

Así pues, del repertorio de la prestigiosa editorial catalana Anagrama sale a la luz La utilidad del deseo, el interesante compendio en que Villoro juega con esferas aparentemente desconectadas dentro del mundo de la literatura y logra crear extraordinarias interpretaciones al respecto. De este forma, nos aventuramos entre un océano de letras para descubrir las semejanzas entre Joyce y López Velarde, diseccionar la prosa de los Hermanos Grimm y descifrar la correspondencia entre Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti y Manuel Puig.

En este ejercicio, el también autor de Efectos personales rescata su visión de utilidad de los libros en una realidad cruda:

“La literatura surge para compensar realidades adversas. En una situación tan fracturada como la que tenemos, que tantas veces nos queda a deber, la literatura es un refugio extraordinario, no necesariamente para evadirnos, sino para complementar el mundo, entenderlo de otra manera y transformarlo. El deseo se cumple mejor por escrito que en la vida real: para eso existen los libros”, afirma en entrevista con El Financiero.

En una definición fascinante de la labor que ha realizado, Villoro no vacila en aseverar que “los libros de ensayo son como una habitación llena de libros que compartes con tus amigos, es una manera de hacer que tus entusiasmos y tus pasiones lleguen a los demás. Mejor aún, La utilidad del deseo le ha revelado un papel entrañable entre los universos de la pluma y los anteojos: “Yo me considero una especie de cartero que va entre las obras originales y los posibles lectores, hablando de libros, que es mi pasión central”.

La inquietud y la curiosidad son tal vez las mejores amigas de una persona de ideas y Villoro lo sabe, pues a pesar de formar parte de los más notables círculos intelectuales en México y el mundo, no se fía, por ejemplo, de los reflectores de premios y distinciones que “no garantizan la calidad de lo que premian”  y de los estímulos o becas para escribir.

“Pareciera que las becas, más que un estímulo para escribir, son un desafío para no hacerlo y mantenerse en la comodidad. Como todo en la vida, estos apoyos, en exceso, paralizan”.

Concluye con una frase casi redentora para todos los que alguna vez han escrito: “Tranquiliza mucho dedicarse a una profesión en la que, desde hace siglos, los mejores son siempre los mismos”.