Vocación y enfermedad son destino; así se podría sintetizar la existencia y la obra de Carson McCullers, escritora del sur de Estados Unidos (Columbus, Georgia, 17 de febrero de 1917; 29 de septiembre de 1967). Lula Carson Smith fue hija de Lamar y Vera Margarite Waters Smith. La niña Lula pertenece a una familia protestante bautista; su madre presagió que su hija sería una artista notable, aun, célebre;  a los 6 años el augurio se reveló cuando tocó al piano una canción que había escuchado horas antes en el cine.

Tuvo dos hermanos: Lamer y Margarita. Fue una niña retraída y su desempeño en la escuela no fue extraordinario. Empezó a estudiar piano a los 9 años. Leyó con fruición y a los 15 años su padre le regaló una máquina de escribir.

Dos años antes deja de usar su nombre de pila. Por esos días empieza a estudiar música; en particular piano. A los 17 años se instala en Nueva York con el propósito de ingresar en la Juilliard School of Music. En Nueva York tuvo diversos empleos menores y estudió escritura creativa en la Universidad de Columbia. Colaboró para el periódico The Ledger. La verdad es que cuando viajó ya se había decidido por la literatura, aunque se ha dicho que estudió música porque perdió el dinero destinado a su instrucción en el conservartorio.

Literatura antes que la música

Carson McCullers sustituyó la música por la literatura; las enfermedades no le impidieron escribir en su casa; tampoco obstruyeron que ejerciera la libertad; alcanzó la plenitud existencial junto a las dolencias físicas. Desde muy joven tuvo seguridad en todos sus afanes. En Nueva York consumó su vocación.

A los 18 años conoce a Reeves McCullers, un miliciano con aspiraciones de escritor; y luego de abandonar el Ejército estudio antropología y periodismo.

En 1936, Carson McCullers publica Wunderkind, su primer relato (o novela); son imborrables los trazos autobiográficos que la marcan: es la historia de una estudiante de piano, considerada por su profesor una niña prodigio; se proyectan los claroscuros que vive un infante en el vértigo de una carrera deslumbrante a punta de incesantes golpes de severidad; aparece el choque entre quien parece virtuosa y el auténtico dotado: un violinista. Se respira la atmósfera alrededor del mundo musical —tan usufructuado como modelo de artista como incomprendido— en una sociedad en la que el estatus mayor de creador —después de los artistas populares (muchos fabricados por la mercadotecnia y quienes lanzan y sostienen agentes o representantes)— lo posee el escritor, sobre todo, los novelistas.

No es usual que en los textos autobiográficos, sus autores establezcan propósitos para los potenciales lectores, más aún, que se dirijan al sector que habrá de interesarse en la narración biográfica, desde la primera persona, más allá del culto a los creadores y los variantes fetichistas en las que se derivan.

Carson McCullers, con una rara objetividad que necesita como aleación, el fervor de una vida que superó todas las adversidades de las enfermedades que la acompañaron, además de la coexistencia de una vivificante y envenenada relación con su esposo, de quien se separó; luego se volverían a casar. Al final ella huyó con él y en una crisis depresiva la invitó a que juntos se suicidaran. Él culminó su empeño en la habitación de un hotel parisino, en 1953.

La verdad última

En Iluminación y fulgor nocturno. (Autobiografía inacabada), encontramos una narración plena porque Carson McCullers, a pesar de las adversidades y la fragilidad física, es genuina, sin dejar de aceptar —que como todo autobiógrafo— se aviene de recursos narrativos para magnificar, disminuir o de plano omitir ciertos momentos o la mención de ciertas personas: las razones son comprensibles y pueden ser múltiples; las más evidentes se relacionan con la necesidad de maquillar ciertos hechos o dejar fuera hechos o circunstancias que el autobiógrafo no quiere que perduren —si a eso la trascendencia existe— para no manchar su imagen o mancillar el honor (supuesto) que le rodea.

Carson McCullers apenas si menciona en sus iluminaciones y fulgores (el contraste y fusión entre plenitud y ocaso; felicidad y drama) la presencia de su esposo, quien fuera tan importante a lo largo de su vida ,también, como escritora.

Carlos Luis Dews, en la Introducción a esta edición —que incluye una pormenorizada cronología de la escritora— observa que Reeves McCullers, incluso, sirvió como una inspiración creadora, además de la abuela y los días pletóricos de la infancia (de allí, las “iluminaciones”).

Esta autobiografía adquiere densidad si se sitúa un instante en el contexto de la escritora, quien tenía estrecha amistad con W. H. Auden, poeta, historiador, crítico, dramaturgo, docente y crítico literario, uno de los más notables escritores del siglo XX, hermanado con T. S. Eliot. A su casa, en Nueva York llegaban personajes como Benjamin Britten, Salvador Dalí, Virgil Thomas, Leonard Bernstein, Kurt Weill, así como Paul y Jane Bowles.

Carson McCullers dictó su autobiografía a estudiantes, parientes y amigos, entre el 18 de abril y 15 de agosto de 1967, fecha en que sufrió el último derrame cerebral. Este texto será esclarecedor para los estudiosos de su obra; por ejemplo, detalla los propósitos, rasgos y personajes de su célebre novela El corazón es un cazador solitario: la historia de cinco seres marginados —el protagonista, John Singer— es un sordomudo que se acompaña de otro hombre con las mismas carencias de él: Antonapoulos.

El trabajo , la fe y el amor vertebran la vida y la obra de Carson McCullers. El desasosiego, la conciencia de su obra y su tiempo, así como la final reubicación de sí misma frente al mundo y sus acciones, son el motivo de la escritora en estas entrañables páginas que están lejos de la exactitiud y muy cerca del ánimo de la autora en sus últimos días. Esta autobiografía es la verdad última de Carson McCullers.

Carson McCullers, Iluminación y  fulgor nocturno. (Autobiografía inacabada), México, Seix Barral, 2017.