Buenos Aires.- Ante la inmensidad oceánica del Río de la Plata, el inicio del año nuevo se vislumbra complicado, difícil, cuesta arriba, económica y políticamente para nuestra patria. Y no sólo para México. El mundo entero parece un polvorín a punto de estallar. Los dirigentes actuales de Corea del Norte y el presidente Donald Trump están enzarzados en un torneo de dislates verbales y amenazas de guerra con uso de armas nucleares.

El eterno conflicto en Medio Oriente entre israelíes y palestinos cobra innecesariamente nueva virulencia y constituye un grave retroceso después de casi dos décadas de avanzar por el camino de la paz, reconociendo ambos la existencia de dos Estados. Otra vez, Trump encamina el mundo al callejón de la violencia al reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Otra vez de manera innecesaria, con su irracional actuar violenta resoluciones de la ONU, que mantenían un precario equilibrio en la región y agravia no sólo a los palestinos, también a una buena parte del mundo árabe.

En el cono sur, los partidos de izquierda en el caso de Chile y el justicialismo en la Argentina, perdieron recientemente el poder en manos de los partidos neoliberales y se ha polarizado la población de ambas naciones. En Argentina los ajustes económicos los llevaron a reducir pensiones y las protestas sociales no se hicieron esperar. Aunque será por los días feriados, pero tampoco se respira un ambiente tenso o de rebelión. Solo pintas agresivas.

Por otra parte, llama la atención la durabilidad del mito peronista, en especial el de “Evita” a la que un sector importante de la sociedad identifica con la Argentina en un nacionalismo digno de mejor causa.

En México, nuestro México “florido y espinudo” que cantara el gran Neruda, el 2018 se percibe a la distancia dividido, indeciso, colocado en una disyuntiva de cambiar hacia un nuevo régimen que si bien ofrece acabar con la corrupción, el método es solo voluntarismo a secas, y mejorar las condiciones de vida de la población y combate a la pobreza con un regreso a políticas públicas de corte nacionalista-revolucionario que fracasaron en el pasado. Solo que esas promesas de campaña seducen a una parte importante del electorado.

La otra opción es persistir en el actual modelo de desarrollo neoliberal que acrecentó, como nunca antes, la desigualdad social. La profundización de las reformas estructurales como panacea y su eventual cosecha de logros económicos se percibe lejana y difícil y tampoco es seguro un mejoramiento de la calidad de vida de la población.

El tema mayor, por ser el mayor problema que enfrentamos, la seguridad pública, sigue sin tener una propuesta viable, creíble que genere certezas a corto plazo. Este tema y el combate a la corrupción serán los más discutidos en la campaña electoral. Hasta ahora nadie tiene una propuesta integral que detenga la violencia irracional que ha desangrado el país los tres últimos lustros.
La economía arranca inmersa en una coyuntura complicada. El año cerró con un repunte inflacionario que nos llevó al techo del 7%, el peso continuó su proceso de deslizamiento frente al dólar, pese a pequeñas recuperaciones, la moneda está inestable y cualquier medida económica estadounidense y de manera risible, hasta una declaración de Trump, la afecta.

Las metas de crecimiento y el control inflacionario serán vitales estos primeros meses del año; lo contrario afectaría no sólo el aparato productivo y el sistema financiero-bancario, sino el proceso electoral y se generaría un clima social inestable. Lo anterior parece improbable pero es un escenario posible. Y el horno no está para bollos.

Al respecto, debemos recordar que los mexicanos siempre hemos superado escollos, que no nos dejamos vencer por las dificultades y que nunca nos rendimos sin pelear y menos lo haremos cuando se trata del futuro de los hijos de nuestros hijos. A nadie convence los llamados a dividir, confrontar, polarizar y a nadie conviene la violencia. La racionalidad y la emotividad estarán en juego al decidir el sentido del voto. Habrá que esperar que los mexicanos decidan su futuro inmediato, libre y conscientemente. 2018, año difícil pero definitorio.