Si me engañas una vez, tuya es la culpa;  si me engañas dos, es mía. Anaxágoras

La guerra electoral está a tope y eso que aún no empezamos las campañas formales, aunque en los hechos las mal llamadas precampañas son actos de campaña enfocados a incidir en el animo ciudadano para que en su momento se decanten por uno u otro candidato o partido. Simular que solo van dirigidas a militantes y simpatizantes, resulta inverosímil ya que se usan medios de comunicación abiertos a toda la población.

Millones de spots en radio y televisión solo hacen que se caiga en un torbellino de ruido, que muy difícilmente puede configurar un espacio de propuestas y acciones serias para el gobierno de una nación tan compleja como la nuestra.

Así que un día y otro también nos despertamos con un sinfín de ocurrencias, propuestas nuevas para posicionar la imagen o bien pretender desacreditar la de los adversarios. El arte de las campañas estriba en vender productos políticos, candidatos que  en campaña se convierten en dechados de virtudes y habilidades que comúnmente no se les conocían.

Inclusive vemos actos que de pronto no convencen o no quedan como naturales en el actuar cotidiano que se les conoce a los actores políticos ahora postulados a los cargos de elección. Queda claro que están dispuestos a hacer lo que sea para lograr ganar las elecciones. La sensación actual es un niño indígena que ha puesto de moda un jingle de Movimiento Ciudadano. Se ha vuelto viral en las redes sociales y es usado como música de fondo y algarabía en bares y antros.

La pregunta es dónde están las propuestas. Es suficiente un ritmo o música pegajosa —porque no se puede negar que lo es— para dar por sentado que con ello los ciudadanos votarán por ese partido político y sus candidatos. Cada vez más personas tararean los estribillos musicales y seguramente en las encuestas se reflejará que la recordación de las siglas de este instituto político son las más recordadas. Pero ello no se verá reflejado en participación ciudadana en las elecciones y mucho menos en votos.

El problema no radica en que nos quieran vender espejitos —que a lo largo de nuestra historia patria ha dejado marca— sino en que está en que hay quienes se deslumbran y los compran. Pero, ¿algunos de los candidatos y sus actos pasarán la prueba de la verdad?, es decir, sus vecinos, conocidos y los que interactúan constantemente con ellos, ¿darán testimonio real de que así son siempre? o ¿solo actúan así durante las elecciones?

Porque como si de un concurso de disfraces, talentos musicales, ocurrencias o disparates se tratara, hasta ahora vemos propuestas serias, reales para la solución de los problemas de nuestro país. Lo mismo sucede con tirios y troyanos. La gran crisis de la política y de liderazgos en nuestro país está a la vista. ¿Hasta cuándo aguantarán los ciudadanos?

@perezcuevasmx

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