“Como todos los uruguayos, toditos, yo nací gritando gol”, expresaba el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, cada vez que le preguntaban por aquella pasión que iba mucho de la mano con la otra, la literatura. Pues el fútbol fue más que un deporte para el Galeano, más que un simple juego con un balón, de ahí que nacieron obras como Fútbol a sol y sombra (1995) y su programa “Fútbol pasión”, con el cual se permitió viajar en el tiempo durante 13 capítulos en 2014 para observar con su particular mirada las leyendas, los mitos, las tragedias y los elementos que conforman el universo que gira alrededor de la pelota.

Es así como ese recorrido de tantos años de Galeano por el deporte se reúne, por primera vez, en la obra Cerrado por fútbol, libro que recopila todos los textos que escribió sobre el deporte más popular del mundo, la mayoría dispersos en su obra publicada, pero también varios inéditos y verdaderos hallazgos, como la crónica en la que, con sólo 23 años, llama “traidor” al “Che” Guevara en persona por haber adquirido en Cuba la pasión por el béisbol.

La obra de 240 páginas, editada por Siglo XXI, propone un itinerario por la historia del balompié, desde la época en que un jugador recibía una vaca por cada gol hasta el tiempo de los jugadores multimillonarios agobiados por el éxito, pasando por el relato de los diez futbolistas que se pintaron la cara de negro en solidaridad con su compañero discriminado por la hinchada; también habla de Maradona, “el hombre que no podía vivir sin la fama que no lo dejaba vivir”; y de Zidane, que en su último partido embistió a un rival y se retiró expulsado de un mundial mediocre.

En la ejemplar se refleja mucho del amor que compartió junto a su compatriota y escritor Mario Benedetti. Así Galeano fue registrando con sus textos, cuentos y relatos la evidencia de una relación que muchos intelectuales y deportistas consideran imposible: fútbol y literatura.

Se autodefinido como un “mendigo del fútbol”, y pudo plasmar con palabras el sentimiento irracional de los aficionados al balón, dándole una voz a los millones de hinchas que cada semana se entregan a unos colores, un escudo, un club o selección.

“Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado sesenta y cuatro partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido. Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia”.