La actividad política en todo el mundo está en crisis. No hay un solo país del planeta que se salve de este problemático fenómeno. México no es la excepción: los comicios presidenciales del año que comienza serán la mejor prueba de ello. Sin que sea excusa, hay países en Sudamérica que están peor que el nuestro, como el Perú, donde por infinidad de razones en cuestión de días la sociedad se ha dividido y enfrentado por la absurda decisión del  presidente Pedro Pablo Kuczynski que indultó al expresidente Alberto Fujimori que purgaba pena de prisión de 25 años, de los cuales apenas había cumplido 8, acusado de crímenes de lesa humanidad: matanzas, lesiones graves, torturas, secuestros, además de corrupción, desfalco a la nación, peculado y usurpación de funciones.

Lo que sucede en la república peruana ejemplifica, como pocas, la crisis política no sólo en el continente americano, sino en el resto de la Tierra. Los intereses personales y de partido se imponen a los valores democráticos. Es la característica del siglo XXI.

El caso de Alberto Fujimori no es el único que sucede en Hispanoamérica. Los ejemplos abundan, pero hay cuestiones que lo vuelven relevante. El ascenso político del “chino” –como popularmente se le llama en Perú– fue tan abrupto como su caída. En menos de una década, subió al Olimpo y cayó al infierno.

El 10 de junio de 1990 fue electo presidente de ese país sudamericano con el 62% de los votos, tras vencer al famoso escritor –Premio Nobel de Literatura y recipiendario de todos los galardones que alguien pueda suponer–; en menos de dos años, el 5 de abril de 1992, disolvió el Congreso y asumió poderes absolutos, lo que le permitió aprobar una nueva Constitución. Y el 9 de abril de 1995 se reeligió en el cargo para un segundo periodo, con el 64% de los votos. Cinco años más tarde, en abril de 2000 fue reelegido por tercera ocasión. Ahí empezó su declive. En septiembre de ese mismo año explotó una trama de corrupción operada por su asesor Vladimiro Montesinos. Y en noviembre escapó a Japón, tierra de sus ancestros. El congreso peruano lo destituyó por “incapacidad moral permanente”. En 2001 fue enjuiciado por corrupción y crímenes de lesa humanidad.

En 2005 abandonó Japón y se trasladó a Chile. Y en septiembre de 2007 las autoridades chilenas lo extraditaron a Perú donde fue condenado, en abril de 2009, a 25 años de prisión por varios delitos cometidos durante su mandato. El 24 de diciembre del año que acaba de terminar –como un “regalo” de Navidad–, el presidente Pedro Pablo Kuczynski otorgó el indulto a Fujimori “por razones humanitarias”. Y, el martes 26 del mismo mes, el ex mandatario pidió “perdón” a los peruanos “que se sientan ofendidos por los actos cometidos”. Del cielo al infierno, nada más, nada menos. Típica historia latinoamericana.

La noticia cayó en Perú como cubetazo de agua fría. El actual presidente Pedro Pablo Kuczynski había hecho referencia al indulto de Fujimori en varias ocasiones durante su escaso año y medio de mandato. El domingo de Navidad –pésimo día para dar a conocer el indulto–, lo hizo realidad. Inmediatamente estalló la indignación en varios sectores de la sociedad que salieron a las calles para escenificar su protesta.

Lo “curioso” del caso fue que la impopular medida tuvo lugar sólo tres días después de que Pedro Pablo Kuczynski se salvara de la destitución en el Congreso acusado de tener vínculos con la desprestigiada compañía brasileña Odebretch, en una trama de corrupción  que se extiende por toda Hispanoamérica (incluyendo México), en la que están inmiscuidos tres ex presidentes peruanos sucesivos: Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011), y Ollanta Humala (2011-2016).  El país ya estaba muy indignado con su clase política. El indulto a Fujimori solo fue la gota que colmó el vaso. Literalmente, el país se incendió. Solo faltaba una chispa. Kuczynski la provocó.

Para que nada faltara, en el indulto, Kuczynski otorgó a Fujimori la “gracia presidencial para todos los procesos penales a la fecha que se encuentren vigentes”, según informa el diario oficial El Peruano. Esto significa que “el chino” también se salva de otro proceso similar en el que se le imputa la matanza de Pativilca, en la murieron seis personas. Fujimori solicitó el indulto y el derecho de gracia el pasado lunes 11 de diciembre. Debido a esa solicitud una junta médica determinó que Fujimori padece una “enfermedad progresiva, degenerativa e incurable”. Razón por la que el ex mandatario no volverá a la cárcel en la que se encontraba cuando se recupere de sus males, lo que en seguida originó gran indignación entre los antifujimoristas que salieron en masa a la calle para manifestar su oposición contra el indulto. El día de la Nochebuena centenares de peruanos también se movilizaron con pancartas en las que calificaban a Kuczynski como un “traidor” y “cómplice del criminal”.

Ante esta nueva situación jurídica de Fujimori, los familiares de las víctimas de los crímenes cometidos por el “chino” y sus cómplices advirtieron la semana pasada que recurrirán ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Carlos Rivera, abogado de los afectados por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, enfatizó que el indulto es parte de un “acuerdo político bajo la mesa” entre Kuczynksi y Fujimori con el objetivo de que el actual mandatario continúe manteniéndose en el poder.

Lo cierto es que desde que asumió el poder como abanderado de Peruanos Por el Kambio (PPK) y tras lograr el triunfo por un estrecho margen a Keiko Fujimori (de Fuerza Popular: FP), Kuczynski no lo ha tenido fácil para gobernar con un Congreso de mayoría fujimorista. El episodio más difícil tuvo lugar a mediados de diciembre último cuando enfrentó un proceso de destitución en la Cámara por los supuestos vínculos con Odebretch, que finalmente salvó por solo ocho votos. Como escribió el peruano-español-dominicano, Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa –el adversario de Fujimori por la presidencia del Perú en 1990–: “…Pedro Pablo Kuczynski se salvó de milagro el 21 de diciembre de ser destituido por “permanente incapacidad moral” por un Congreso donde una mayoría fujimorista  le había tumbado ya cinco ministros y tenía paralizado a su Gobierno”.

Nadie ignora en Perú, y fuera del país también, que en torno al debate de su Impeachment en el Congreso giró la polémica. Una fracción de la izquierda peruana, encabezada por Verónica Mendoza, se negó a votar y 10 fujimoristas se abstuvieron. Otro grupo de diputados es dirigido por Kenji, el hermano menor de Keiko Fujimori. A pesar de que muchos coincidieron en celebrar el indulto de su progenitor, entre ellos existe una fuerte revalidad que ha ido manifestándose en varias ocasiones dentro y fuera del Congreso.

Una vez que se conoció la noticia del indulto, Verónica Mendoza no se calló y declaró: “A cambio de salvar su pellejo ha negociado con el fujimorismo un indulto infame al corrupto y asesino Alberto Fujimori. Para él todo se negocia y se vende, y hoy, una vez más, ha actuado como un vendepatria dándole el indulto a un asesino y ladrón con informes truchos (falsos) y comisiones médicas amañadas”. Asimismo, la presunta alianza Kenji-Kuczynski, generó malestar entre las filas del oficialismo. Vicente Zeballos y Alberto de Belaúnde, del PPK, renunciaron al partido, por lo que el Gobierno redujo en el Parlamento su fuerza de 18 a 16 miembros. Un analista afirmó: el fujimorismo vuelve a dividir Perú y a poner en horas bajas de popularidad al presidente Kuczynski. Su gabinete está destrozado.

Puede decirse que el Perú está en vías de incendiarse. En su acostumbrado artículo dominical de El País (Piedra de Toque), Mario Vargas Llosa publicó una colaboración titulada “La traición de Kuczynski” que entre otras cuestiones dice: “Las vilezas forman parte de la vida política en casi todas las naciones, pero no creo que haya muchos casos en los que un mandatario perpetre tantas a la vez y en tan poco tiempo. Los testimonios son abrumadores: periodistas valerosos y (ex primeros ministros)…recibieron seguridades del propio Kuczynski, días u horas antes de que se anunciara el indulto, de que no lo habría, y que los rumores en contrario eran meras operaciones psicosociales de los adversarios.”

“…Quienes…votamos por Kuczynski creyéndole que en su mandato no habría indulto para el dictador que asoló el Perú, cometiendo crímenes terribles contra los derechos humanos y robando a mansalva, hemos contribuido sin saberlo ni quererlo a llevar otra vez al poder a Fujimori y a sus huestes…no nos engañemos…”. Por desgracia, así son las cosas…VALE.