Del lunes 15 al domingo 21 de enero, el Papa Francisco vivió una semana que no olvidará fácilmente. En principio, los diplomáticos del Vaticano creyeron que la sexta gira iberoamericana del pontífice que llegó del ,,,,”fin del mundo”  a la sede papal sería como otro más de los  viajes de Jorge Bergoglio Sívori. No fue así. En alguna parte le  abuchearon y hasta le lanzaron objetos a su persona aunque sin consecuencias. Y, a su regreso a Roma, a bordo del avión que lo transportaba, Francisco tuvo que disculparse por haber pedido “pruebas” a las víctimas de los abusos sexuales. “Lapsus linguae”, dijo el argentino.

Se desplegaron hasta 4,000 agentes para vigilar la visita y tratar de evitar un atentado. Se logró el objetivo: el viaje papal, salvo los incidentes señalados, fue tranquilo. No obstante, el entusiasmo de otros lugares latinoamericanos no fue igual en Chile donde la iglesia católica enfrenta graves problemas, sitiada por escándalos de abusos sexuales cuyos protagonistas han sido protegidos (al menos eso es lo que parece, hasta por el propio Papa). Chile es el país con menos personas que se declaran católicas de todo Iberoamérica, sólo el 44%. El 38% de los chilenos se declara sin religión.

El pontífice católico sabía que el tema central de su visita a Chile no admitía más retraso. En su primer discurso, el martes 16 de enero, al presentarse en el histórico Palacio de la Moneda, el centro del poder político chileno, junto a la presidenta Michelle Bachelet, sus palabras estaban cargadas de gran simbolismo: “No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza ante el daño irreparable causado a niños por parte de los ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el Episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir”.

El catolicismo chileno ha sufrido uno de los grandes escándalos de pederastia en los últimos tiempos, el del sacerdote Fernando Karadima, acusado de abusar de muchos infantes hijos de familias reconocidas de la capital Santiago durante años. En 2011 el Vaticano lo declaró culpable pero no fue a la cárcel, pues los delitos habían “prescrito”. Su única condena, a los 80 años de vida, fue el retiro y llevar una “vida de oración y penitencia”. Semejante a lo sucedido con el sacerdote mexicano Marcial Maciel, dirigente de los Legionarios de Cristo, cuyos excesos pedófilos le granjearon la reclusión espiritual de por vida. Ni uno ni otro dejaron de usar los hábitos ni fueron entregados a la justicia civil. Grave error de la Iglesia.

Esos escándalos de ambos personajes repercutieron en la confianza de los fieles católicos. El último Latinobarómetro sobre el catolicismo iberoamericano publicado el 12 de enero —el escándalo de Fernando Karadima estalló en 2011–, informó que la confianza de los chilenos en la Iglesia Católica que en ese año era del 60%, bajara abruptamente al 38% en 2018, lo que representa el nivel más bajo de Hispanoamérica. México todavía es el segundón país católico de la zona (80%), atrás de Paraguay (89%). Respecto a Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Honduras, con niveles menores a Chile (45%), el descenso se atribuye al incesante crecimiento de las iglesias evangélicas. Asimismo, la imagen del Papa Francisco también se ha deteriorado. En nuestro país, la imagen del primer pontífice jesuita de la historia, se mantiene en el nivel medio de países, con un 6.5, y en Chile cayó hasta la última posición, con el 5.3.

En el mundo, prácticamente todas las instituciones —laicas y religiosas— están en crisis. Unas más que otras, pero la Iglesia Católica Apostólica Romana es, quizás, una de las más afectadas, sobre todo por los abusos sexuales cometidos por  los curas.

A principios de 2015, cuando apenas cumpliría dos años en el pontificado, Francisco escogió como obispo de Osorno (Chile), a Juan Barros, a quien se acusa de haber encubierto a Karadima. Así, un importante sector del catolicismo chileno exige al Papa que destituya a Barros. Manifestantes laicos se lo recordaron en la misa multitudinaria —400,000 fieles—,  el martes 16 de enero en el Parque O´Higgins de la capital Santiago, a los que se sumó un cura obrero muy respetado, Mariano Puga. Ahí, el “che” Papa se enfrentó a una masa de fieles críticos, en el país donde menos apoyo tiene. Lo peor del caso es que en la misa concelebrada estaba el obispo Barros.

Las críticas no se hicieron esperar, ni las transmisiones de televisión y radio sobre la presencia del obispo. Por medio de Twiter, Marta Larraechea (esposa del ex presidente Eduardo Frei (1994-2000), indignada escribió: “Barros participa de la ceremonia en Parque O´Higgins. !Qué vergüenza! ¿De qué pide disculpas el Papa? No le creo nada, dice una cosa y hace otra”. Otro ejemplo fue el de Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima que declaró a una radiodifusora: “Siempre hablan del dolor y vergüenza que ellos sienten y no se refieren al dolor  y la vergüenza  que sentimos las víctimas…Tratar de quedar bien ante la prensa y ante los que lo apoyan es vacío y barato, las acciones son lo concreto”.

La presencia de Barros en la misa causó indignación entre los fieles y la prensa. El acusado se defendió y pidió a los reporteros que no lo molestaran y aseguró que “se han dicho muchas mentiras” sobre su caso. El propio Papa, molesto, dijo a los medios que “no había pruebas de las acusaciones contra el obispo Barros”. Palabras de las que luego se arrepintió cuando iba de regreso a Roma.

La gira papal de Francisco se complicó más después de la estancia en Santiago. En Temuco, capital de la Araucanía, centro del conflicto Mapuche, el pueblo originario más importante del país austral, que desde antes de la llegada de los conquistadores españoles a Chile, en 1541, ya ocupaba sus tierras desde el río Biobio hasta 500 kilómetros más al sur. A fines del siglo XIX los mapuches fueron arrasados. Desde entonces estos pueblos reclaman sus antiguas posesiones, hasta la fecha.  Días antes de la visita papal, se quemaron varias  Iglesias católicas y una evangélica, así como tres helicópteros de empresas privados, cierres de carreteras, ataques con armas de fuego hiriendo a un agente de policía. Este tipo de ataques son comunes en la zona de la Araucanía, más de cien en los últimos años. No solo en la parte chilena, sino también en la argentina. El Estado chileno combate con dureza los ataques e incluso les ha aplicado la laye antiterrorista, algo que se rechaza en el ámbito internacional.

En la misa celebrada en la base aérea de Maquehue, Francisco se colocó claramente al lado de los derechos de los mapuches y durante la ceremonia se volcó en gestos hacia ellos. Empezó con un saludo en lengua mapuche, al tiempo que un grupo con vestidos tradicionales cantaba en honor del primer Papa de origen iberoamericano. Bergoglio defendió la causa mapuche. En tanto reclamaba el derecho a reclamar las tierras que les fueron arrebatadas a sus antepasados, les exigía que pongan fin a la violencia que termina volviendo mentirosa “la causa mas justa”. Más de 150,000 personas reunidas en la base aérea, la mayoría mapuche, aplaudieron las palabras papales.

Al finalizar su visita por Chile y Perú, el domingo 21 de enero, con una misa a la que asistieron más de un millón de fieles reunidos en la base aérea de Las Palmas, barrio de El Surco, en Lima, el Papa Francisco envió un mensaje sobre la crisis política que vive el Perú, ahogado por la corrupción.

El pontífice accedió a la petición de los obispos peruanos que le solicitaron una reflexión sobre la crisis política que afecta al país —en los momentos que el presidente Pedro Pablo Kuczynski estuvo en un tris de ser destituido por estar implicado en el escándalo Odebrecht y salvarse al indultar al ex presidente Alberto Fujimori—. Pesimista, Francisco dijo: “La política está enferma, muy enferma en América Latina. Hay excepciones, pero en general, está más enferma que sana”.

“El caso Odebrecht —dijo el Papa—, es simplemente una anécdota chiquita, pero el quid pro quo no es una sana negociación política”. En posterior reunión con los obispos retomó el tema: “Vuelvo a hablar de política porque me hago una pregunta: ¿qué pasa en el Perú  que, cuando uno deja de ser presidente, lo meten preso? Humala está preso, Toledo está preso, Fujimori estuvo preso hasta ahora, Alan García que está que entra o no entra. ¿Qué pasa?”.

Sí, la pregunta es ¿qué pasa en la política deL continente americano? VALE.