En tiempos electorales es fácil, muy fácil sucumbir ante la tentación de trabar alianzas y de abrirle las puertas a personajes que en apariencia pudieran ser vistos como una suma pero que a la hora de la ecuación final terminan siendo una verdadera resta. Y así pasa justo en estos momentos con los diversos partidos que en plena efervescencia de las precampañas, sobre todo con aquellos considerados “las principales fuerzas políticas en el país” pero que en su proceder y decisiones pareciera que son todo lo contrario porque, de acuerdo con el descontento y desconcierto de su militancia, lo único que están haciendo con este tipo de acciones es enviar señales claras de que están perdiendo el rumbo.

Olvídense de los hombres y los nombres. Olvídense de las siglas y los colores. Olvídense de las plataformas y las ideologías. Olvídense de lo que supuestamente tendría que ser el objetivo común de todos estos personajes. Nada de eso importa. Pareciera que lo único que los impulsa y los mueve no es el deseo, sino la ambición por el poder y para obtenerlo son capaces de cometer cualquier atrocidad, incluso ridiculizar públicamente a los suyos y ridiculizarse a ellos mismos.

Y en este contexto, resulta que los principios, los ideales y las convicciones son tan intercambiables como un par de calcetines viejos. El lunes soy de derecha, el martes soy de centro-izquierda, el miércoles soy radical, el jueves quién sabe y así toda la semana.

Asimismo, es previsible que este escenario de incertidumbre y confusión sea susceptible de empeorar, sobre todo porque a los partidos políticos y los personajes que viven de esto de pronto se les ocurrió retomar el antiguo y muy conocido relato descrito en La Odisea de Homero y que tiene por protagonista a un gigantesco y mortal caballo inanimado de madera que en sus entrañas transportaba al ejército griego y que en horas de la madrugada salió del equino para destruir todo a su paso, bienes y vidas, y así lograr apoderarse de Troya. Y así, muchos políticos aquí en México, como los troyanos, que eran fervientes creyentes de los dioses, se están dejando seducir por el peligroso canto de las sirenas, ignorando que esta conducta irremediablemente los va a colocar en una posición por demás vulnerable.

¿Qué tan peligroso puede ser tanto para el PAN como para el PRD matrimoniarse en una herética alianza carente de principios e ideología?, ¿qué le aporta a la democracia que “prestigiosos” panistas se sumen a las filas del movimiento lopezobradorista?, ¿es correcto que políticos que toda su vida denostaron y menospreciaron a un partido ahora sean coordinadores y asesores de precampaña, mañana de campaña y pasado mañana senadores y hasta secretarios de Estado enfundados en el chaleco y los colores de ese partido al que tanto criticaron y le echaron tierra?, o ¿qué tal abrirle la puerta a chaqueteros personajes que han hecho de la traición y la falsedad sus preceptos primordiales?, y eso que no he mencionado a los llamados “independientes” con sus fraudes y sus trampas; no olvidemos que casi todos pertenecieron a partidos mayoritarios y que exploraron la vía de la independencia porque no les dieron lo que exigían y se emberrincharon. ¿Cómo es que la política mexicana se ha convertido en esto?, ¿cómo lo permitieron?

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