Jennifer Clement nació en Greenwich, Connecticut. Su familia se traslada a la Ciudad de México en el año 1961 mientras Clement asiste a la Academia británica Edron, termina el nivel medio básico superior en Cranbrook Kingswood School. Jennifer Clement Estadunidense-mexicana estudió Literatura inglesa y Antropología en la Universidad de Nueva York, Literatura francesa en París, Francia. Presidenta del PEN México del año 2009-2012. Con su hermana Barbara Sibley fundan la Semana de la Poesía de San Miguel siendo fundadora y directora. Ha recibido varios reconocimientos internacionales entre los que destacan The Bookseller’s Choice List, 2000, Reino Unido (La memoria Viuda de Basquiat), Premio PEN Faulkner Finalista de Ficción, Estados Unidos, 2015, Guggenheim Fellowship, USA, 2016, Beca del Sistema Nacional de Creadores de México, FONCA 2000-2006 y 2012.

Ladydi, novela que nos irrumpe, ávido lector, es un recordatorio con declives sociales, económicos, culturales y políticos que no han cesado en los últimos años, al contrario, se han acrecentado en nuestra geografía nacional. Entre ellos el estado de Guerrero hermoso y emblemático que se ubica en una región antiguamente llamada Zihuatlán (lugar junto a las mujeres en náhuatl, Ñuu Ra en mixteco).

La autora quedó fascinada desde su niñez por Acapulco, sus viajes en vacaciones con su familia le dejaron afectivos momentos que pudo vivir. Ahora es afilado por heridas del narcotráfico, la trata de blancas un negocio multimillonario, la pobreza. Clement nos transporta con su narración a un terreno donde converge la desesperanza pero entre las mujeres afrontan las malaventuras con decoro y solidaridad: “Me llamo Ladydi García Martínez y tengo la piel morena, los ojos cafés y el pelo chino y castaños; mi apariencia es igual a la de toda la gente que conozco. De chica, mi madre me vestía de niño y me decía Niño./ Les deje a todos que nació un niño, decía./ Si era niña, me raptarían”.

Etiquetar “Un Precio” a infantas pobres en zonas rurales de México que son “Despojadas” con fines de abuso y explotación sexual toca con énfasis esta novela sin perder el matiz escritural-poético. Jennifer Clement tuvo que investigar, entrevistar a jovencitas con madres aterradas en diversos pueblos de Guerrero. Por supuesto, los testimonios de aquellas mujeres en la cárcel de Santa Marta Acatitla. La crueldad que cala la vida en un estado invadido de amapolas, mariguana, es terrible para su madre y Ladydi; viven en un poblado en la montaña donde los entornos son apocalípticos. Avizoras siempre hasta con la propia naturaleza que se ha transformado en su enemiga sumado la falta de padres, esposos, hermanos, es decir, no existen hombres. “En nuestra montaña no había hombres. Era como vivir donde no había árboles… Estar en un lugar sin hombres es como dormir sin sueños”.

Pese a tanta miseria Ladydi ríe, crece envuelta de sus amigas, sobrelleva las maldiciones de su madre, así transcurre su caminar con sus chancletas que pisan polvo.  “Mira este piso de tierra, decía. ¡Míralo! Tu padre no nos quiso lo suficiente ni para comprar un bulto de cemento. Quería que camináramos con las arañas y con las hormigas. Si te pica un alacrán y te mata, será culpa de tu padre!

Clement ha creado una protagonista que pese a la crueldad de la atmosfera que le envuelve, conserva innegable candidez, su contemplación hacia el exterior va más allá. La búsqueda de un mundo mejor. Una novela ejemplar de gran lirismo utiliza esa voz extensa y necesaria de esa lista inmensa de muchachas que sufren una mala experiencia que les cambian de manera radical sus vidas, observamos en su escritura un realismo tan honesto, evidencia el espíritu femenino más cuando es solidario de estructura poético-novelado. La malaventura no es tanta en Guerrero ni el dolor tampoco. “No me llamo Ladydi por la belleza y la fama de Diana. Me llamo Ladydi por su vergüenza. Mi madre decía que Lady Diana había vivido la verdadera historia de la Cenicienta: closets llenos de zapatillas de cristal rotas, traición y muerte”.

Es una novela-documental-naturalista respaldada en investigaciones que Jennifer Clement pudo realizar y nos demuestra a través de escritura un sorprendente impacto del narcotráfico. De cualidad versátil complementa en esta novela la marginación racial muy subrayada para muchos guerrerenses de ascendencia africana. “Sabía que comparaban mi cara con la cara de Diana y me tenían lástima./ Estaban tasando mi color contra su blancura”.

Por otro lado, no debemos olvidar a las mujeres centroamericanas que intentan cruzar las fronteras para llegar a Estados Unidos que sufren maltratos. Luna, como la llaman, una mujer guatemalteca, es entrevistada por nuestra autora, relata las penas que tuvo que sobrevivir. Ladydi un libro que no puedes dejar de leer que muestra una realidad ¡tan actual! “Nos amarramos al tren porque te quedas dormida, me explicó Luna. No lo puedes evitar. Imagínate quedarte dormida a esa velocidad./ Yo iba atada a un barandal. Me dormí y me resbalé y caí junto a las vías, y el tren me arrancó el brazo y lo perdí y por poco me muero”.