Más allá de las consideraciones feministas y de los chistes misóginos y misándricos que pretenden demostrar la superioridad de uno u otro sexo, los estudios demográficos han demostrado desde hace muchos años que las mujeres tienen una expectativa de vida mucho mayor que los hombres.

Esa mayor longevidad femenina ha intentado explicarse de diferente manera, desde las burdas bromas masculinas sobre la forma en que las mujeres explotan a los hombres o las féminas acerca de que las mujeres son superhumanas que resisten los malos tratos de los varones. Lo cierto es que una investigación científica provee una hipótesis sólida sobre estas diferencias.

 

Una historia de supervivencia femenina

Investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca, del Instituto Max Plank y de la Universidad Duke, encabezados por Virginia Zarulli, doctora en demografía, publicaron el 8 de enero el artículo “Women live longer than men even during severe famines and epidemics” (“Las mujeres viven más que los hombres, incluso durante hambrunas y epidemias graves”), en la página de internet de Actas de la Academia Estadounidense de Ciencias (PNAS, por sus siglas en inglés), un trabajo en el que revisaron situaciones críticas para la vida, que sucedieron entre los siglos XVIII y XX, e incluso en poblaciones en situaciones normales.

Zarulli y colaboradores analizaron la expectativa de vida femenina y masculina de esclavos recién liberados que fundaron Liberia entre 1820 y 1843; de esclavos de Trinidad y Tobago a principios del siglo XIX; durante las hambrunas en Suecia (1772 y 1773), Irlanda (1845 y 1849) y Ucrania (1933); y durante las epidemias de sarampión en Islandia (1840 y 1882).

En esos episodios críticos las mujeres tuvieron una mayor expectativa de vida que los varones, excepto en Trinidad y Tobago, donde la investigadora plantea que como los varones eran considerados más valiosos que las mujeres, se les daba un trato preferente. La mayor expectativa de vida femenina varió de medio año en Liberia a 3.7 años más en Irlanda. En este país, en 1882 la esperanza de vida bajó de 43 a 18 años en las mujeres y de 37 a 16 años en los hombres; es decir que aún sin la epidemia la expectativa de vida era mayor en esos años.

Otra cuestión relevante es que la ventaja femenina se encuentra principalmente en el primer año de vida, pues se conoce que en condiciones normales la proporción de mortalidad es de 107 niños por cada 100 niñas. Incluso, actualmente se sabe que la proporción de concepciones es mayor entre los varones: 160 niños por cada 100 niñas.

“La enorme diferencia que hemos encontrado en favor de las mujeres durante las crisis es muy sorprendente. Lo que se sabe de las épocas estudiadas es que, si había un trato preferencial por sexos, los hombres eran los beneficiarios, por lo que es incluso más notable que a pesar de una posible discriminación las niñas sobrevivan más”, ha puntualizado la doctora Zarulli.

 

Los factores biológicos y sociales

En igualdad de condiciones de vida, como sucede en los monasterios y conventos de clausura de Bavaria, Alemania, y en practicantes de ciertas religiones, como los mormones, es mayor la proporción de sobrevida de las mujeres que de los hombres. “Los hallazgos indican que aun cuando hombres y mujeres en esos grupos tienen un estilo de vida similar, y los hombres están expuestos a menos factores de riesgo que los hombres de la población general, persiste una brecha de género en la esperanza de vida”, refieren los investigadores en su estudio.

Asimismo, también se ha observado que entre los primates en su estado natural y en cautiverio, las hembras tienen una mayor expectativa de vida. Con base en estos datos, los investigadores plantean que las causas de estas diferencias son biológicas, específicamente las hormonas sexuales, ya que los estrógenos fortalecen el sistema inmune (lo que explica la mayor frecuencia de enfermedades autoinmunes en mujeres), en tanto que la testosterona y la progesterona actúan de manera contraria.

Esa mayor protección inmunitaria es esencial durante el primer año de vida cuando el bebé comienza a generar su propio sistema de protección, ya que durante la vida intrauterina la madre le proporciona la mayoría de sus defensas. Como se ha observado, durante los primeros meses de vida los infantes están expuestos a bacterias y virus que atacan los sistemas respiratorio y digestivo, por lo que los individuos con mejor sistema inmune sobrevivirán, y no sólo en condiciones extremas, también en ambientes más propicios para su desarrollo y crecimiento.

Sin embargo, Zarulli y colaboradores no descartan que la ventaja, que proviene fundamentalmente de raíces biológicas, también sea influida por factores sociales y ambientales, pues los hombres, en relación con las mujeres, tienen un mayor consumo de alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas, conducen con menos medidas de seguridad y consumen con más frecuencia alimentos poco higiénicos.

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f/René Anaya Periodista Científico