Andrés Manuel López Obrador ganará las elecciones presidenciales de este año. Esta afirmación se sustenta en el escenario de transformación que se ha instalado en la mayor parte del país y no en una simpatía personal o política con el precandidato presidencial de Morena y con el proyecto económico y social que representa. Lo afirmo no solo porque todas las encuestas lo registran como el aspirante con mayores intenciones de voto, muy adelante de José Antonio Meade, del PRI-PVEM-PANAL, y de Ricardo Anaya, del PAN-PRD-MC, sino por el ánimo social, el temperamento ciudadano que prevalece en esta coyuntura y que avala esta percepción.

Andrés Manuel López Obrador ganará la Presidencia no porque la “tercera sea la vencida”, como dice el dicho popular, o porque “el que persevera alcanza”, sino porque él representa una opción opositora auténtica, acreditada a lo largo de décadas de lucha política, lo cual, dadas las condiciones de fatuidad y frivolidad que caracteriza a la clase política, se convierte en un valor fundamental. Un buen número de analistas y estudiosos extranjeros se preguntan por qué las campañas de odio y de desprestigio no afectan a López Obrador. La respuesta es sencilla: porque es un hombre honesto y con credibilidad.

¿Qué hace diferentes las elecciones de este año de los anteriores procesos electorales? Debe decirse que cada elección es inédita y se encuentra determinada por variables tanto internas y como externas, nunca son las mismas, el ánimo social cambia continuamente; de esta manera, el actual proceso está caracterizado por varias de estas variables, como son, de carácter interno, el acentuado hartazgo de la sociedad a la corrupción, a los políticos tradicionales y a los partidos de siempre; una precaria situación económica agravada por una inflación de niveles récord, un acentuado estancamiento económico, por el incremento de la violencia y de la inseguridad en prácticamente todo nuestro país.

De las variables externas, la más importante y que mayores repercusiones tiene en nuestro país son, sin duda, las políticas del gobierno estadounidense encabezado por Donald Trump. Nunca las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos tuvieron un papel tan relevante en unas elecciones norteamericanas como el que le dio Trump, por sus propuestas racistas en contra de nuestro país y de nuestros compatriotas; nunca como en estas elecciones mexicanas la variable norteamericana tendrá tanta incidencia como en el proceso electoral en curso. Digámoslo claro: tanto Meade como Anaya se disputan la aprobación del gobierno de Trump. En poco tiempo sabremos cuál de los dos fue el palomeado. No lo dirán, pero lo harán sentir a través de sus voceros.

El proyecto de López Obrador y de Morena no es antinorteamericano. Por más que sus adversarios pretendan vincularlo al gobierno de Venezuela o más recientemente, a Rusia, Morena plantea unas relaciones bilaterales equilibradas y de respeto a la soberanía de ambas naciones. Por supuesto que representa una posición de mayor fuerza y dignidad ante Estados Unidos, situación que hace aún más evidente la lamentable actitud que ha tenido el gobierno actual ante su contraparte estadounidense.

De las variables internas y externas que estarán presentes en esta elección existe una que tendrá un peso muy importante y que permea cada vez más. Se trata de la aceptación del triunfo de Andrés Manuel López Obrador como una normalidad. Es decir, de la aceptación social, que no existía en 2006 y menos en 2012 de un posible triunfo lopezobradorista. Cuando los estrategas, esos consultores sin escrúpulos que cobran millones por sus guerras sucias del PRI y del PAN, se cuestionan por qué sus candidatos no crecen o por qué sus campañas negras no funcionan, basta recordar la profunda decepción que el gobierno de Felipe Calderón representó y el fracaso del actual gobierno en casi todos los temas de la agenda nacional.

“Estaríamos mejor con López Obrador” no es una simple frase promocional. La situación del país es tan lamentable, que en la sociedad se ha despertado un auténtico y genuino movimiento por el cambio. Solo así se explican las diversas expresiones que se han escuchado desde muy diversos sectores de la sociedad y la cascada de adhesiones, todas descalificadas por los adversarios, de las personalidades y liderazgos que se han y seguirán sumándose al proyecto de López Obrador en lo que resta del proceso. En este momento, el PRD es un cascarón, un membrete dominado por las corrientes. Los sectores más importantes de su militancia y sus liderazgos más representativos no están ahí. En el PAN se ha iniciado un proceso similar de migración.

No es momento de echar las campanas al vuelo. Para que la percepción ciudadana se haga realidad es necesario garantizar que el voto se respete. En poco tiempo el gobierno, el PRI, el PAN y sus respectivos aliados sumarán fuerzas para intentar conservar el poder y así mantener el pacto de impunidad que ha caracterizado a las recientes administraciones. No lo lograrán, la voluntad de cambio ya prendió y pronto será una realidad.

@MBarbosaMX

Senador de la República