Por Jorge Alonso Espíritu
El estado de Puebla vive una crisis de feminicidios alarmante. El año que terminó cerró con una cifra de 100 asesinatos de mujeres por razón de género. Esta violencia desbordada, no tan expuesta a la opinión pública como la de Chihuahua o el Estado de México, ha adquirido siniestras características propias. La crueldad extrema a la que son sometidas las víctimas y la impunidad imperante han encendido las alarmas de la sociedad que exige la aplicación de la Alerta de Género. A pesar de ello, los actores políticos se niegan a reconocer la gravedad de la situación. Te presentamos la historia de lucha de la familia Camargo Limón en busca de justicia por el feminicidio de Paulina, su hija embarazada, así como la perspectiva del Observatorio de Derechos Sexuales y Reproductivos. En Puebla se ha instalado un infierno para las mujeres.

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[su_dropcap size=”5″]G[/su_dropcap]ritar. Gritar por coraje, por rabia, por fuerza. Gritar por miedo, por debilidad, por dolor. Gritar por desesperación, por querer morir. Gritar por no desfallecer, para poder vivir. Gritar para encontrar la esperanza. Para encontrar el cuerpo de la hija, de la hermana, de la amiga, de la mujer. Gritar por justicia. Gritar para que la historia de terror no se repita.

Es el domingo 19 de noviembre y me encuentro en el estado de Puebla. Hace unos días fue hallado al norte de la entidad el cuerpo asesinado de la maestra en educación Patricia Mora Herrera, profesora de matemáticas de un bachillerato rural de Zacapoaxtla. Presentaba signos de tortura. A estas horas, el desfile que conmemora la Revolución Mexicana en ese municipio se convierte en una marcha silenciosa que exige justicia para la educadora. Faltan un par de horas para que, en Cuautlancingo, municipio aledaño a la capital, se reporte el cuerpo parcialmente desollado de una mujer, al fondo de una zanja, a 800 metros de la presidencia del lugar, el feminicidio número 92 en lo que va del año.

Mientras, en la avenida Reforma, en el centro de la capital de Puebla, está a punto de romperse el silencio; la tranquilidad de los días de asueto generalmente sólo incordiada por las bocinas de los automóviles y las campanas de decenas de iglesias. Diversos grupos de activistas marcharán por la ciudad en una de las manifestaciones feministas más importantes de la entidad. Como siempre habrá a quién moleste la movilización, pero la mayoría de las personas aceptarán callados a los que gritan, cantan y hacen bulla. Y es que la principal exigencia de quienes alzan la voz este año es tan básica que en otro contexto rozaría el ridículo: la vida. Que en Puebla dejen de asesinar mujeres.

Los contingentes marchan hacia el Zócalo agrupados con el color morado como distintivo, pero un pequeño grupo vestido de blanco, visiblemente cansado, aunque sin un asomo de duda, camina al frente de la multitud. Se trata de la familia de Paulina Camargo Limón, joven asesinada en agosto del 2015. Su reclamo es la justicia. Una justicia que se ha pospuesto a lo largo de dos años. Los colectivos la arropan. Le prestan sus voces. Entre los muros viejos de la ciudad colonial resuena el grito: “¡Paulina vive!”.

La gente observa con respeto. Escucha el grito. También lo escuchan los ángeles de piedra que observan desde los templos. Según la leyenda, ellos trazaron la ciudad, ellos ayudaron a construirla y aún la vigilan, aunque hoy, la “ciudad de los ángeles” se ha convertido en un infierno para las mujeres. Un infierno que no se ve cuando, ni como pueda terminar.

 

 

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Una historia de terror que no termina

 

Así lo cuenta María del Rocío del Carmen Limón Maldonado, madre de Paulina, a dos años de su asesinato.

Paulina Camargo desapareció en la ciudad de Puebla el 25 de agosto del 2015. Estaba embarazada. La última vez que alguien supo su paradero se encontraba con su pareja sentimental, José María Sosa Álvarez. Salieron juntos de una clínica privada y, según el plan, caminarían unos metros hasta una cafetería. Nunca lo hicieron. De acuerdo con las cámaras de seguridad de la zona, abordaron un taxi rumbo a la Unidad Habitacional la Margarita. Ahí se pierde el rastro. Días después, José María confesó el asesinato de la joven, su revelación cimbró a la sociedad poblana: después de matarla, la abandonó en un contenedor de basura, vaciado en los camiones de servicios urbanos y luego, presumiblemente, en el tiradero de la ciudad. A pesar de la confesión, Chema, como es llamado el joven, no fue ni puede ser procesado, y es que las autoridades, tras de buscar en el vertedero de basura, no encontraron el cuerpo de Paulina.

1. El desamor no es agradable pero es parte de la vida

He tenido muchas fases en estos dos años. Entras a un mundo que no conoces. Que nunca piensas que vas a vivir. Ves los anuncios de personas desaparecidas, pero no imaginas que te vaya a pasar a ti. Tuve un lapso de tiempo donde estuve presente física pero no mentalmente. Hay cosas que ya olvidé, hay gente que sé que estuvo, por las fotos, pero a la que no recuerdo. Hemos tenido decesos; mi suegra, tenía 87 años y venía a las caminatas enferma de las rodillas.

Antes de que todo pasara, Paulina siempre estuvo dispuesta a ayudar. Rescataba animales. Ahora tenemos dos perros. A la Vaca la salvó cuando tenia 4 meses; es raza única, raza vaca. Y el Panzón, un cachorro al que atropelló un tráiler en la carretera haica Tlaxcala y no se murió. Los llevaba al veterinario. Llegamos a tener hasta 20 perros.

También entró al Hospital del Niño Poblano como voluntaria para ayudar a los niños con cáncer. Su deseo era actuar de una manera diferente a la mayoría de jóvenes de su edad. Tenía muchos planes. Entró a estudiar idiomas en la BUAP, aunque su plan de vida era estudiar actuaría. Cuando la mataron tenía 19 años.

A José María lo conoció en el 2013, se lo presentó en una fiesta su mejor amiga de ese tiempo. A la que yo llamaba su mejor amiga, porque después del asesinato esos amigos no se acercaron a nosotros. Ella llegó a la Fiscalía amparada. Tendrá sus razones.

Chema fue su amigo durante dos años. Siempre por internet. Ella lo consideraba una persona muy sana. Era deportista. Hacia taekwondo y estaba becado en la universidad. La invitaba a hacer ejercicio y cuidar su cuerpo, y eso la hacia pensar que era diferente. Pensaba que era amable, distinto a los demás, caballeroso.

Nunca salieron durante ese tiempo. Él le decía que no quería tener una relación formal. En 2015 la invitó al cine, en Plaza Dorada, y allí nos lo presentó. A mi me pareció un joven decente. El 5 de mayo –día de la Batalla de Puebla- vuelven a ir al cine y tiene su primera relación sexual con él. Unas semanas después ella habló conmigo. Me dijo que ya no podía más, que estaba embarazada. Habían usado métodos anticonceptivos, pero no funcionaron. Tomó la pastilla del día siguiente y tampoco funcionó. Se hizo un estudio. Resultó positivo. Me pidió que la perdonara. Yo la abracé. Era su vida, su cuerpo y su decisión, no mía. El efecto en mí fue fuerte, pero amas. Amas incondicionalmente.

No era un error, ni un horror. Era vida. Había que esforzarse más y todo iba a salir bien.

Cuando ella se lo comunicó, él le pidió que abortara. Le dijo que no estaba preparado, que no era el sentido de su vida, que la iba a apoyar pero que abortara. Se lo dijo dos veces. Ella le respondió que no, que con o sin él, iba a tener a su bebé. Su plan de vida no se detuvo. Iba a seguir estudiando.

Nosotros hablamos con él una sola vez. Mi esposo no le exigió nada, nosotros entendíamos su situación. Sus papás lo tenían aquí estudiando, estaba iniciando su carrera. Le dijo que hiciera su vida y que en el transcurso del tiempo, cuando ellos crecieran y maduraran, si elegían unirse para hacer familia, era decisión de ellos. Paulina no se iba a ir de la casa, pues no había una estabilidad económica. Él estuvo de acuerdo y se fue de vacaciones a San Andrés Tuxtla, Veracruz. Yo sólo le pedí que si regresaba y contactaba a Paulina que lo hiciera por amor, porque él eligiera tener ese compromiso en su vida. Dimos por hecho que estaba satisfecho y que iba a partir.

Ella tuvo un par de episodios depresivos durante ese tiempo. El desamor no es agradable pero es parte de la vida.

 

2. El rostro deformado por la angustia

En agosto, Paulina tuvo una revisión médica. Ese mismo día José María la contactó después de mucho tiempo. A las 5 de la tarde fue la consulta. Bromeábamos, íbamos emocionadas porque pensábamos que el doctor nos iba a dar el sexo del bebé. Ella decía que había soñado con un ángel que le decía que sería niño. Comenzamos a comprar tonos claros, le iba a llamar Daniel. Hicimos bromas porque le habían crecido unos pelitos en la panza y me decía: “Mamá, vamos a tener un changuito”.

Chema llegó al consultorio y pidió disculpas por haber estado ausente. Quería hablar con Paulina y llegar a un acuerdo. Salimos del consultorio y acordamos que ellos tomarían un café y nosotros regresaríamos por ella más tarde. Lo abrace y le dije “gracias”, porque era una oportunidad de estar presente en la vida de su hijo, y que arreglaran las cosas de la mejor manera. Paulina se despidió de su papá. De mí no. Sólo nos volteamos a decir: “al rato nos vemos”.

A las 20:45 horas le marqué para saber si ya estaban listos, pero el celular me mandó a buzón. José María tampoco contestó, así que le dije a mi esposo que regresáramos. Llegamos a la plaza donde irían y me dirigí a buscar en el café. Entré, subí, bajé, pero no encontré a nadie. Ingresé a los baños, luego a otro local. Di la vuelta a toda la plaza y nada. Estaba ya abajo cuando me gritó mi esposo: “¡Ven!”, Y me muestra un mensaje en su celular que dice: “¿Buenas noches señor Rolando, ya llegó Paulina?”. En ese momento su teléfono se queda sin pila, y cuando yo intento marcarle con el mío descubro que ya no tenía crédito. Mi esposo se dio cuenta de la gravedad de la situación al momento. El mensaje le deformó el rostro por la angustia.

Metimos crédito y le marqué varias veces a Chema sin que me contestara. Después de un rato lo hizo y me dijo que Paulina se había ido en un taxi. Que no quiso entrar al café. Le pregunté si se habían peleado y me dijo que no, que habían quedado felices. Que ya eran novios, y que Paulina había preferido irse a casa.

Yo sabía que ella no llevaba dinero. Le seguí marcando. Había un acuerdo en la familia que decía que cuando algo pasara todos nos reuniríamos en la casa de la abuela. Ella movía a la familia. Le dije que Paulina no estaba. Hablé con mis vecinos para que checaran si llegaba. Le hablé a mi hijo. Aún no me imaginaba nada de lo que pasó.

 

3. El peor cuadro de terror que he visto en mi vida

A las 11 de la noche de ese mismo día, 25 de agosto, cité a Chema en la Fiscalía para poner la denuncia y él colaboró. La tarde siguiente, cuando llegaron policías judiciales a tomar la declaración, pidieron un retrato hablado del taxista.

Su cara me pareció muy fuera de contexto. Nunca mostró ninguna emoción. Ni cansancio ni preocupación, ni susto. Yo estaba preocupada por él. Le insistí mucho en que les hablara a sus papás, pero no quiso. Estuvo como testigo todo el miércoles. Entonces se encontró un video en donde se ve perfectamente como atraviesan la plaza, dan la vuelta, salen a la calle, se sientan en el descanso de una casa -la cámara enfoca perfectamente a mi hija-, paran el taxi juntos, un Tsuru, y lo abordan.

El jueves se le notificó del video, él cayó en falsedad de declaraciones y se volvió el principal sospechoso. Con su permiso, fue la policía a su departamento. Hicieron exámenes de luminiscencia y apareció sangre en su recamara y en el baño. Encontraron una pequeña mancha. El viernes él declaró que efectivamente se llevó a Paulina a su departamento. Así fue como recibí la noticia:

Estábamos en casa de mi suegra. Mi vecina nos regaló una virgen que decía milagrosa. Estaba toda la familia, incluyendo sobrinos pequeños. Me metí a la recamara a pedirle a la virgen que apareciera mi hija. En ese momento le hablaron por teléfono a uno de mis cuñados. Desde donde estaba comencé a oír gritos. Unos gritos fuera de proporción. Esos gritos se iban pasando de una persona a otra y se convertían en llanto. Sentí como crecían. Algo me pasó entonces. Me sentí encapsulada, y entonces vi el peor cuadro de dolor que he visto en toda mi vida, algo que no podría poner en palabras para compartirlo: mi hijo tirado, revolcándose, revolcándose en el piso, gritando, llorando. Y los demás pateando las puertas y los muebles y aventando cosas. Mi esposo entró y me dijo que habían matado a Paulina, y al hijo que llevaba adentro: “La mató. Los mató, Rocío. Los mató y los tiró a la basura”. No supe qué hacer. La vida se me vino encima. Se me fue la vida. Se fue todo lo que yo quería. Aún veo ese cuadro: un zaguán grande en la entrada, que mi familia tira a patadas. Mis sobrinos revolcándose de dolor… es horrible… Horrible.

Entonces entré en shock. Y me vino algo a la mente que me decía que no. Que no era cierto que la tiró a la basura. Y me pregunté cómo, cómo iba a hacer para seguir. En ese momento es cuando no sé qué pasó y perdí el sentido. Fue como cerrar los ojos, abrirlos y estar en otro lugar. No sé qué pasó en ese tiempo. Se me acabó la vida, aunque podía respirar. Allí empezó el camino del horror.

 

4. Seguir gritando

Allí empezó este camino de terror donde definitivamente tienes que gritar. Debes vulnerar la vida que tienes. Tienes que abandonar todo para poder ser escuchada. Han sido muchos días. Algunas personas se han unido, otras se han ido. Hay grupos de oración que aparecieron sin que lo esperáramos. La foto de mi hija está en un altar de una iglesia en Francia. Mucha gente se dedicó durante muchos meses a apoyarnos incondicionalmente. Yo no conocía la palabra “coadyuvar” hasta ese momento. A la abogada que teníamos decidimos darle las gracias porque ella insistía mucho en que esto se llevara con la señorita Laura. Pero para mi esposo era hacer un show.

Aún me cuestiono y digo: ¿Por qué no fui a buscar en todos los contenedores de basura en el momento en que desapareció? No hicimos bien el trabajo de inicio. Hubo muchas fallas. Errores que cometimos como víctimas, y que nos están afectando ahora. La defensa de Chema ha tramitado amparos. Dice que lo torturaron, pero nunca ha dado una prueba de su inocencia. Cuando lo volví a ver después de un año y pico, en la cárcel, no me dio la cara. Se escondió como una rata y le pidió al juez que me sacaran porque lo incomodaba.

Yo sé que es culpable. Tenemos pruebas de su culpabilidad, pero lo que no encontramos es el cuerpo, y sin él, no se le puede declarar culpable. No pierdo la esperanza. No he perdido la esperanza.

Pedí muchas veces audiencia con Rafael Moreno Valle (ex gobernador de Puebla) y después con Antonio Gali (gobernador actual), pero sé que no soy importante para ellos. No soy la única. Hay muchas más familias en la misma situación. Hay gente que he conocido que tiene 4, 5, 7 años luchando. Yo he estado aquí en la Fiscalía cada viernes durante muchos meses. He buscado a medios de comunicación importantes, políticos, a la CNDH. Esos derechos humanos no son para mí. Ellos no me han brindado absolutamente nada. En uno de los amparos que tramitó el asesino leí que decía: “La justicia protege y ampara a José María Sosa Álvarez”. Yo les decía: “¿Quién protege y ampara a Paulina y a su hijo? ¿Quién?”.

He gritado, pedido, suplicado, exigido. Se ha ido consumiendo mi salud, la relación de vida con los demás, pero no soy la única. Seguiré gritando. Lo voy a seguir haciendo, porque mi necesidad es imperiosa. Se habló de la ley Paulina (para poder juzgar a asesinos confesos sin que sea necesario encontrar el cuerpo de la víctima, el proyecto de ley se desechó), pero esto no depende de una ley. Él tiene un abogado que fue un Ministerio Público. Hizo una persecución mediática. Hackearon nuestras redes sociales.

Después de haber sido tocados por este horror, de no poder descansar, de caminar en el inframundo, del terrible trabajo de los SEMEFO, nos tocó vivir la muerte dos veces. El diario Cambio, se atrevió a publicar que ella se encontraba en Monterrey, que se prostituía. Que nosotros sabíamos donde estaba y que con nuestra ayuda había huido al norte. A las seis de la mañana de ese día marcaron a nuestro teléfono para decirme que Paulina estaba viva. Imagina el impacto que tuvo eso en mi familia, eso acabó a mi suegra. Ojalá no tuviera que estar aquí, caminando y gritando. Ojalá que ella estuviera viva y supiera dónde está. Ojalá pudiera correr y abrazarla.

 

 

 

No es la alerta de género la que no sirve, es el gobierno

Entrevista con Brahim Zamora, Integrante del Observatorio de Derechos Sexuales y Reproductivos

 

[su_dropcap size=”5″]S[/su_dropcap]egún el Observatorio de Derechos Sexuales y Reproductivos (ODESyR), hasta el 10 de diciembre de 2017 se perpetraron 97 feminicidios en el estado de Puebla. Esta cifra es incierta, pues el gobierno ha impedido la homologación de datos entre los expedientes de la Fiscalía, los números de las organizaciones civiles y los reportes periodísticos. En el recuento del gobierno local, con corte ese mismo día, se reconocían sólo 73 feminicidios.

A pesar de lo anterior, hay algunos indicadores que vale la pena señalar. Según el Atlas de Género que elaboró el INEGI, Puebla es la entidad con el índice más alto de violencia física y sexual contra mujeres casadas o que viven con su pareja en el país; además, tiene el quinto porcentaje más alto de mujeres en pobreza extrema. Se trata de factores de riesgo obvios para el asesinato de mujeres.

De cualquier forma, 2017 es ya el año con mayor número de feminicidios en la historia del estado. Sin embargo, el gobierno local y el Congreso han bloqueado en reiteradas ocasiones la posibilidad de activar una Alerta de Violencia de Género, esto pese a la cada vez mayor presión ciudadana, incrementada por asesinatos paradigmáticos que trascendieron la prensa local, como el de Mara Castillo, secuestrada por un chofer de Cabify, o el de Isarve Cano, hija de un empresario asesinada por el hijo de un regidor.

Dos gobiernos panistas y sus funcionarios han desestimado la situación y se han opuesto abiertamente a la activación de la alerta. Esto a pesar de que Puebla supera las tasas de homicidios de mujeres de San Luis Potosí, Veracruz, Chiapas y Nuevo León, estados en los que la Secretaría de Gobernación ya emitió alertas de género por altos índices de violencia. La revista Siempre! entrevistó Brahim Zamora Salazar, activista por los derechos humanos y miembro del ODESyR para entender este fenómeno.

-Para ODESyR, ¿cuál es la dimensión del problema de feminicidios en Puebla?

Es un problema muy grave. Tanto, que no ha podido bajar de la agenda pública en los últimos dos años. Algunos asesinatos no han sido tan impactantes en la sociedad como otros, eso también genera muchas lecturas; desde el de Karla López Albert, Paulina Camargo, Nazarea Iraís, y otros, hasta llegar a Mara y los posteriores a ella. Hay una relación entre la clase social, el entorno y la respuesta mediática. Ante el aumento de los feminicidios, pareciera que el gobierno está pasmado. No encuentra una respuesta eficaz y me parece que no la va a encontrar si no hay un diagnostico claro de las instituciones encargadas de la prevención del delito y el acceso a la justicia.

-¿Cuál es el motivo por el que las cifras de las organizaciones civiles y del gobierno son tan diferentes?

En 2012 el feminicidio es tipificado en Puebla. El tipo penal se construye por una necesidad nacional. A partir de la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso “Campo Algodonero”, el Estado es sentenciado a tipificar el feminicidio. En realidad la sentencia no llama feminicidio, sino “crimen de odio en razón de genero”. La iniciativa en la entidad se aprobó fast track en un paquete. Era malísima. No determinaba cuales eran los actos que se castigarían. Hablaba, por ejemplo, de “celos extremos” y ¿cómo puedes determinar jurídicamente si los celos son extremos o moderados? Lo único que querían era atender una exigencia política, no solucionar un fenómeno. En realidad en Puebla no había datos. Había poca información sobre asesinatos dolosos de mujeres.

Durante 2013 y 2014 logramos un avance en la modificación del tipo penal. Sin embargo, teníamos un protocolo anticuado. Los delitos no se estaban resolviendo. Entonces propusimos varios mecanismos.

Lo que exigimos fue unificar los datos. Y eso significaba evaluar la actuación de la Procuraduría –hoy Fiscalía-. Saber en donde estaba fallando el acceso a la justicia. Por qué había jueces recalificando el delito. Por qué si había claros indicios de feminicidio, el MP decidía calificarlo como homicidio doloso. Por qué hasta hoy los criterios no están. Al final no había sentencias. El año pasado hubo sólo 7 sentencias de un total de 82 feminicidios.

Pero, más allá de la calificación de los delitos, lo importante es saber por qué se están matando a las mujeres y por qué se están matando de esa manera. Por qué las mujeres no están teniendo acceso a la justicia.

-¿Cuál es la relación numérica entre los feminicidios cometidos y la detención de los responsables?

Según la declaración del fiscal, en el 70 por ciento de los casos hay detenidos, pero tener detenidos no significa tener sentenciados. Es el caso de Isarve Cano, estudiante de la BUAP asesinada en Tehuacán, en donde capturaron al feminicida, pero con los viejos métodos, sin orden de aprehensión, en una operación sucia, con tortura, y se le tuvo que dar libertad por no atender al debido proceso. El caso tuvo que reiniciarse.

Hay que entender que los casos no se acaban como en las series de televisión, donde atrapan al culpable y lo ponen tras las rejas. En la vida real es allí donde empieza el caso judicial. Cuando sale el boletín de prensa anunciando que se detuvo al sospechoso, no quiere decir que él sea el culpable, que la Fiscalía cuenta con todos los elementos de prueba para culparlo –como en el caso de Mara Castillo y el chofer de Cabify.

En el caso de Paulina Camargo esto es terrible porque a dos años de su asesinato no ha aparecido el cuerpo, y seguramente no va a aparecer. Estamos ante un paradigma que dice que sin cuerpo, no hay delito. El acusado, a pesar de haber confesado, está en prisión básicamente por falsedad de declaraciones y lo mantienen a costa de argucias judiciales, pero tampoco injusticias. ¿Cuál es el símil entre este y el resto de los casos que tampoco han recibido justicia? Es la actuación de la Fiscalía.

La familia llega a la Fiscalía a reportar que su familiar no aparece y la respuesta es: “Espérese tantito, seguramente se fue con el novio o anda por ahí…”. Es decir, actúa el prejuicio y no el sentido común. A pesar de las recomendaciones y protocolos.

A raíz del caso de Paulina Camargo el fiscal se comprometió a aplicar el protocolo ALBA, un sistema de búsqueda que opera en casos de mujeres. Implica la activación de todos los sistemas de seguridad en todo el país en posibilidad de trata o feminicidio. Pasado el tiempo que el propio protocolo marca, se utilizan otros mecanismos. A pesar del compromiso del fiscal, no se ha utilizado en ninguno de los casos.

La Fiscalía no ha sido evaluada por el gobierno ni por los legisladores. Se da por hecho que el fiscal tiene todas las buenas intenciones de hacer su trabajo, que en la Fiscalía no hay corrupción, que hay un desempeño óptimo del trabajo y no hay nada que hacer allí para atender esta situación.

-¿Por qué no se ha activado la Alerta de Género en Puebla?

Cuando Rafael Moreno Valle estaba en campaña, las compañeras que manejaban la agenda de las mujeres buscaron acercarse al candidato. La respuesta del responsable de campaña fue: “Esa agenda no le interesa al candidato”. Y lo mostró con creces en su gobierno. Sólo tuvo una política dirigida a las mujeres en todo su sexenio: el crédito a la palabra; darle mil pesos a una mujer para poner un pequeño negocio.

Cuando se asoma la amenaza de la alerta de género, hay una reacción de parte de su gobierno. Es algo que hemos sostenido en ODESyR: los gobiernos de Moreno Valle y Tony Gali no llevan a cabo acciones, sino reacciones. El tema ya se salió de y cada vez habrá más indignación. ¿Por qué? Por el estado de impunidad.

-¿Cuál ha sido la función del Congreso local?

El Congreso está sumido en la obediencia a Rafael Moreno Valle y su proyecto. Lo único que ha hecho es poner parches legislativos al fenómeno. El informe de la CNDH sobre la Alerta de Género acusa que el código penal de Puebla no contempla ninguna sanción para los agentes investigadores que comentan dilación en la investigación y no actúen con prontitud.

Nadie vigila ni sanciona al MP que no hace su trabajo. La impunidad está reflejada en el Código Penal. Y el Congreso en lugar de poner dientes al Código Penal para castigar al MP que entorpezca la justicia, atendiendo a lo señalado, dice “pues vamos a ver si penalizamos el acoso o no”.

Cuando el Congreso crea la Fiscalía, lo que hace para ahorrar dinero es eliminar las mesas de trámite del MP en los municipios, concentrarlas en ciudades, recortar el personal y recortar el presupuesto casi a la mitad. Tenemos muchos casos archivados que no se pueden resolver porque los agentes no tienen la capacidad de hacerlo. Ya existe la Fiscalía Especializada en Género, que en realidad es una mesa de trámite; las Casas de Justicia de las mujeres, la Agencia de Delitos Sexuales, los refugios para mujeres, lo que no hay son recursos humanos capacitados y evaluados, no hay dinero para mantenerlos a flote.

-¿Cuál es la solución al tema para el ODESyR?

Es un fenómeno muy complicado, en el que la solución se cruza con lo cultural; si no atendemos a la parte profunda de lo cultural, a un sistema desigual de género, de lo patriarcal, donde las mujeres viven en un escenario de desigualdad todo el tiempo, si eso no se observa y no se generan políticas para su transformación, va a ser muy difícil.

Implica un compromiso transversal e institucional: preguntarse qué compromiso tiene la SEP, la SEGOB, los ayuntamientos, la Secretaría de Salud, la Fiscalía. No sólo la atención a las mujeres que sufren violencia, también a los hombres que generan violencia. Y apoyarse en las sociedad civil; las ONG´s hemos sido excluidas sistemáticamente de la toma de decisiones.

-¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación?

Es una responsabilidad grande. Escuchamos discursos que parten de la ignorancia, como: “es un asunto de valores”. Sí, es un asunto de valores, pero no de la familia, sino del patriarcado. Cómo los medios están interactuando con eso cuando tenemos locutores como Javier López Díaz diciendo barbaridad y media, y lanzando encuestas en Twitter preguntando: “¿a las mujeres las matan por necias o porque los maridos son celosos?”. Tenemos medios expresando juicios de valor, revictimizando a las victimas de feminicidio, culpándolas. Y la gente les cree.

Tiene que ver con la soberbia de los comunicadores, con el enorme poder que se les ha dado y con que se ha legitimado su opinión. Hay una tendencia en los medios a que los comunicadores en lugar de dar información, se dediquen a opinar desde sus prejuicios, desde su ignorancia. Opinar para generar clicks, visitas, generar una falsa polémica en torno al sufrimiento de las familias.

-¿El tema se va a politizar con las elecciones del 2018?

Por supuesto, ya está pasando. Incluso la propia Martha Erika Alonso, esposa de Moreno Valle, ya salió con su campaña contra la violencia hacia las mujeres y contra el feminicidio, con cosas que no hizo cuando fue presidenta del DIF.

Mujeres de partidos políticos que ahora están muy preocupadas por el tema y que durante el sexenio de Moreno Valle demostraban que su preocupación estaba en otra parte, ya están formando grupos. Y no está mal. Es una manera de que la agenda de las mujeres esté en la arena pública. En 2010 no era importante para los políticos.

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