Después de tres episodios de peligro con agentes infecciosos, el 17 de octubre de 2014 el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, implantó una moratoria al financiamiento de proyectos de investigación con virus contagiosos y letales, como los que producen el Síndrome Respiratorio Agudo Grave y el Síndrome Respirando del Medio Oriente.
El primer episodio fue el hallazgo de viales (recipientes pequeños) con virus de la viruela guardados en 1954 en una bodega de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés); el segundo fue la exposición accidental de decenas de trabajadores de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) a cultivos de ántrax; el último fue el envío por el CDC de una muestra de virus benigno de gripe aviar a otros laboratorios, pero contaminada con el virus A H5N1, que es muy letal.
La ciencia como la humedad
Ante esos episodios, Obama decidió prohibir el financiamiento de la investigación sobre virus letales, con el argumento de que se deberían implantar mejores medidas de seguridad. De poco sirvió que grupos de científicos exigieran que no se pusiera en práctica la moratoria, ya que podría hacer más lento el avance científico.
Los opuestos a la investigación, en especial los fundamentalistas, aplaudieron la medida, entre otras razones porque se evitaría que agentes infecciosos creados en laboratorios cayeran en manos de terroristas. Pero Samuel Stanley, presidente de la Junta Nacional de Asesoramiento Científico de Bioseguridad de Estados Unidos, precisó recientemente: “La naturaleza es la mayor bioterrorista y tenemos que hacer todo lo posible por estar un paso por delante”.
Ese intento de ir un paso adelante se desaceleró, pero no se detuvo. Los políticos y conservadores estadounidenses no saben que la ciencia no se puede detener, la curiosidad y la búsqueda de respuestas es una cualidad innata del ser humano, que desea saber, conocer más, sin importarle si ese nuevo conocimiento puede ser usado inmediatamente o se emplee para perjuicio de la especie.
Las moratorias no han impedido el avance del conocimiento, la ciencia es como la humedad, se expande y penetra en todos los rincones, algunas veces abiertamente, en otras subrepticiamente por las restricciones que imponen regímenes totalitarios, religiones y sectas que ven en la generación del conocimiento un riesgo de perder el control y el poder.
Las prohibiciones no han impedido el avance científico, ni en las peores etapas oscurantistas, gracias a ello se conocen mejor los fenómenos físicos y biológicos. A pesar de las objeciones que ha habido, se utilizan anestésicos para mitigar los dolores de parto, se perfecciona la técnica de fecundación artificial, se experimenta en la generación de células madre para terapias individualizadas, se comienzan a manipular los genes y se escudriña el Universo en la búsqueda de su origen, entre muchas otras investigaciones.

El fin de la moratoria
Finalmente, el 19 de diciembre de 2017, los NIH de los Estados Unidos informaron que había terminado la prohibición de financiar investigaciones con virus letales. Pero estos trabajos únicamente podrán efectuarse si un grupo de expertos los aprueba, previa valoración de los méritos científicos de los investigadores y de los beneficios potenciales que justifiquen los riesgos.
“Tenemos la responsabilidad de asegurar que la investigación con agentes infecciosos es conducida con responsabilidad, y que consideramos los potenciales riesgos de bioseguridad asociados con esa investigación”, afirmó en un comunicado Francis Collins, director de los NIH, quien consideró que las nuevas medidas de seguridad maximizan el beneficio y minimizan el riesgo.
“Estos experimentos son necesarios para comprender los riesgos potenciales que plantean los virus que aún no se pueden asociar con enfermedades, así como la forma en que se propagan y causan enfermedades”, declaró a la BBC Ian Linkin, director del Centro de Infecciones e Inmunidad de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia.
Por su parte, Marc Lipsitch, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, quien fue el principal promotor de la moratoria, reconoció: “La probabilidad de que un experimento en particular pueda llevar a tales consecuencias [una pandemia] es baja, pero la escala de las consecuencias es completamente diferente de los tipos de riesgos de bioseguridad a los que estamos acostumbrados”. Sin embargo, Samuel Stanley reiteró: “La investigación básica sobre estos patógenos por parte de laboratorios que han demostrado que pueden hacer su trabajo de manera segura es clave para la seguridad global”.
Ahora, las investigaciones con virus letales podrán avanzar más rápidamente, pues aún en el tiempo de la prohibición se aprobó que 10 de los 21 proyectos afectados por la moratoria siguieran adelante.
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f/René Anaya Periodista Científico

