Imago, imagen, imaginario, imaginación… Estos conceptos aluden a la representación de un objeto a través de la interpretación. Se percibe al otro y éste nos provoca sensaciones diversas. Nos creamos una imagen de ese otro para explicarlo, comprenderlo o atacarlo, pero jamás penetramos en el objeto real: sólo obtenemos un simulacro. Basándose en gran medida en la imagología en tanto ciencia que estudia el modo en que se construyen las imágenes mentales, Armando Pereira emprendió la tarea (a mi juicio, con éxito) de percibir, exhibir y analizar, mediante este nuevo sistema de interpretación textual, las imágenes que algunos de los más destacados escritores europeos del siglo XX se han hecho de México. Nociones preconcebidas, prejuicios, lugares comunes y estereotipos ayudan a conformar, al fin, un conocimiento ilusorio del otro. En general, como sostiene Lippmann, primero definimos al otro y después lo vemos. Para Pereira, eso les ocurrió a muchos escritores europeos que visitaron México en el siglo XX. Ya Edmundo O’Gorman había propuesto que América no se descubrió: se inventó. La invención de América se gestó a través de la imaginación europea.

En el siglo XX, muchos escritores europeos visitaron México por la guerra, por el camino del desastre que tomaba Europa, porque pensaron que el nuevo país podría darles lo que no les daría el Viejo Continente. Esa ilusión los trajo y esos escritores percibieron en México lo que necesitaban percibir. Los llamados “caracteres nacionales” carecen de bases reales, ya que emergen en forma de imágenes; son constructos imaginarios. Más que intentar entender a una sociedad, la imagología trata de comprender un discurso de representación. Ya no se trata de encontrar el sentido esencialista o trascendente cuando hablamos de “identidad” o “nación”, sino la manera en que tales sentidos se construyen. El libro de Pereira no muestra la llamada “realidad de México”, sino algunas de las muchas maneras en que este país fue “pensado”, “imaginado” por una racionalidad que lo tradujo en imágenes.

Vicente Blasco Ibáñez, D.H. Lawrence, Graham Greene, Malcolm Lowry, André Breton, Trotsky, Max Frisch, Italo Calvino, Antonin Artaud y Le Clézio vivieron México a su manera. ¿De qué manera? ¿Cuáles son las imágenes que se forjaron a partir de sus propias ideas, necesidades y experiencias? El primero, en su libro El militarismo mexicano, con sus “tiranuelos de pistola” y una revolución mexicana “corrupta” que aparece como “estafa”, debe contextualizarse, dice Pereira, como la discusión sobre una tendencia hacia las dictaduras, hacia el poder personal y la militarización de la sociedad. Para Blasco, el gobierno mexicano se burla de su gente, la desprecia, la manipula con fines personales. En cambio, Lawrence realizó una visita con una visión utópica, mesiánica y totalmente falsa y descontextualizada sobre este país. Greene, por su preocupación religiosa, atestiguó la persecución de un Estado totalitario, sin considerar (tampoco lo considera Pereira en esta parte) el lado negro de un fanatismo (el de los cristeros) capaz de las peores atrocidades. Aquí, en cambio, los cristeros resultan las “víctimas”, cuando históricamente la reacción de ellos fue la causante de todo. Incluso tuvieron su propia Constitución.

El México de Lawry es un infierno de harapientos y semienterrados; un lugar contradictorio e ininteligible, sin esperanzas, hecho de tequila, mezcal, cantinas, plazas públicas y ruedos: una tierra cruel. El de Max Frisch es de orquídeas y zopilotes: el cielo de México pertenece a los zopilotes; la riqueza del subsuelo, a los estadounidenses. México es país cruel, donde el dolor del otro es motivo de risa. En cambio, Italo Calvino se centra en el barroquismo gastronómico y forma un imaginario de nuestra cocina. Por último, Antonin Artaud busca la magia del peyote; Jean Marie-Le Clézio, uno de los más interesados por este país, contempla el polvo y la lluvia.

Podría extenderme más en este libro sobre algunas visitas extranjeras a México. No están aquí todos los escritores europeos que visitaron esta parte del mundo: sólo centrarse en los españoles daría para otro libro. Pienso en José Moreno Villa y en su clásica obra Cornucopia de México. Muchos de ellos no volvieron a Europa y casi se hicieron mexicanos. Con excepción de Blasco Ibáñez, Armando sólo se centra en los autores que piensan en otras lenguas. Una de las mayores cualidades de este libro es su orden cronológico. Así el lector reconstruye una serie de imágenes que una parte de la crítica precedente descontextualizó. Pereira intenta ponerse “en los zapatos” de cada autor y analizar cuándo, desde dónde y por qué escribió lo que escribió sobre México.

Armando Pereira, México en la imaginación europea del siglo XX. UNAM, México, 2017; 241 pp.