El próximo 19 de enero se cumplen cien años del nacimiento de aquel hombre que entregó su vida a las letras desde diferentes trincheras, pues la vocación literaria de José Luis Martínez Rodríguez (1918 – 2007) no sólo lo llevó a convertirse en un extraordinario escritor e historiador, sino también crítico, bibliógrafo, editor, académico, promotor cultural y servidor público.

Es por ello que, para conmemorar el natalicio  del considerado “curador de las letras mexicanas”, se prepara un homenaje cuyo programa de actividades será llevado a cabo por parte de la Secretaria de Cultura, a través de la Dirección de Bibliotecas y la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, y que se dará a conocer este jueves 11 de enero en la Biblioteca de México, recinto que resguarda siete décadas de pasión por los libros del escritor mexicano.

José Luis Martínez cursó la primaria junto con Juan José Arreola en Zapotlán, y luego la carrera de letras españolas en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México y paralelamente, tomó clases de historia, filosofía y arte.

Luego de darse a conocer como poeta, con Elegía por Melibea de 1940, decidió dedicarse a la crítica, en la cual fue discípulo de Alfonso Reyes, para luego virar hacia el estudio del pasado, hacia los orígenes de la literatura.

Esto lo llevó a ser un escritor prolífico de numerosos ensayos y estudios como La técnica en literatura, Las letras patrias, de la época de la Independencia a nuestros días, La emancipación literaria de México, La expresión nacional. Letras mexicanas del siglo XIX, Problemas literarios, La literatura moderna de México y La luna, Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana.

Es autor también de Nezahualcóyotl. Vida y obra, El mundo antiguo, México en busca de su expresión literaria: 1810-1910, Origen y desarrollo del libro en Hispanoamérica, El mundo privado de los emigrantes de Indias y La literatura mexicana del siglo XX, entre muchos otros.

Su trayectoria como humanista fue muy variada, ya que ejerció diversos cargos políticos, pues fue secretario particular de Jaime Torres Bodet, cuando estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública, además de diputado por Jalisco (1958-1961), Embajador de México ante la UNESCO en París, así como en Atenas, Perú y Grecia.

Como promotor cultural dirigió el Instituto Nacional de Bellas Artes de 1965 a 1970, Talleres Gráficos de la Nación en 1975 y 1976, el Fondo de Cultura Económica de 1977 a 1982 y la Academia Mexicana de la Lengua de 1980 a 2002, además de haber sido Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte y miembro de número de la Academia Mexicana de Historia.

Fue una figura que tuvo la gran fortuna no sólo de conocer escritores, sino también de poder reconocerlos, reeditarlos y escribir sobre ellos; pues hacía historias de la literatura, sobre esos escritores que habían sido sus maestros o que habían sido discípulos, un escritor que se hizo cargo de la vocación literaria, en un sentido muy amplio y extenso.