“Lo que ha causado mi desgracia no es mi manera de pensar, sino la de los demás”. Marqués de Sade

Recientemente declararon Tesoro Nacional a un modelo en yeso de Rodin, un cuadro de Fragonard, una escultura de las Islas Cícladas, un manuscrito de Nadja, de André Breton, con la única finalidad de que las obras no salgan de Francia. Y no es sorpresa que la obra de Donatien Alphonse Francois, marqués de Sade, Los 120 días de Sodoma, que escribió sobre un rollo de papel de doce metros de largo, sea hoy un Tesoro Nacional para Francia, porque reinterpretó las palabras y la vida, como un filósofo de su época: la de la Revolución Francesa, donde la vida intelectual estaba marcada por la pasión de los discursos, novelas y poesía, que tenían que ver con ese momento histórico. Un ejemplo, Sade escribió: “¿no dirán, como el ángel Jesrad, en Zadig, que no hay mal que por bien no venga, y que tras eso pueden entregarse al mal, porque éste en realidad no es más que una manera de hacer el bien?”. En esa época estaban los franceses acostumbrados al terror, representado por Robespierre, Danton y Marat, y era de lo más natural ver los juicios de la Convención, donde decapitaban hasta cincuenta hombres en un día. Y ese mismo pueblo acostumbrado al terror, era capaz de impresionarse al saber que uno de sus dirigentes revolucionarios, Marat, un día anterior al catorce de julio de 1793, era asesinado por una joven hermosa de Caen, Carlota Corday. Y Marat fue llorado por miles de ciudadanos, lo consideraban un héroe del movimiento revolucionario. Tales actitudes del pueblo francés se dieron por el odio que sentían por los dirigentes del antiguo régimen. Conociendo la época histórica, cargada de ansiedad por la supervivencia en que vivió el marqués de Sade, podemos comprender su obra como el anuncio del auto-aniquilamiento. Donde nos presenta un frenesí brutal de destrucción y dolor, presentadas a través de la perversión de algunos seres humanos. Podemos decir que desarrolla una filosofía materialista, sensualista, siguiendo las ideas filosóficas de los enciclopedistas más radicales: La Mettrie y d’Holbach, de pensamiento burgués revolucionario, que también influyeron en toda su obra.

En fin, la voluntad de Sade no se cumplirá, ahora su principal obra es considerada Tesoro Nacional de Francia, sí, no se cumplirá su voluntad que escribió en su testamento y que tal vez no creía: “La fosa, una vez recubierta, habrá de ser sembrada de encinas, para que, sembrado el terreno de la fosa como lo estuviera antes, desaparezcan las huellas de mi tumba, de la misma manera que me enorgullezco de que mi memoria desaparezca de la memoria de los hombres”. Y tal vez Sade intuía, antes de morir, que no sería olvidado por los hombres, porque desde que vivía entre los internos de Charenton, que albergaba a personas por crímenes políticos y viciosos que no podían ser procesados en público por sus atrocidades, ya le rendían culto, a sabiendas que pudo destruir a la sociedad, pues sentían los de la “alta sociedad” que era un honor asistir a las escenificaciones de obras de teatro que montaba con los internos.