Ricardo Muñoz Munguía
Ante la pregunta: ¿eres feliz?, el gesto de la mayoría de las personas que les he podido hacer este planteamiento, viene una primera respuesta, la de su gesto. Algo que pudiéramos ver o entender que no pueden afirmar para, después, con un breve movimiento de cabeza decir, también en su mayoría, que la felicidad no existe o, por lo menos, que no puede ni es total. En efecto, supongo que nadie puede mencionar a la primera que es feliz, pues ante la voluntad de dar una respuesta, viene un cúmulo de recuerdos y deseos que no permite ser contundente para afirmarlo.
Ante esta carga de situaciones, ¿qué tanto más permitimos se fracture la felicidad o la posibilidad de ser felices?, le damos paso al dolor con mayor frecuencia y más atención, que a la felicidad. Una postura que se ilustra con el excelente trabajo Todos los peces de la tierra, una puesta en escena en La Teatrería (Tabasco No. 52, Col. Roma Norte).
El trabajo escénico recae en Gina Martí y Adriana Montes de Oca, un monólogo a dos voces, en el que se desarrolla los elementos que van contra toda felicidad: los celos, la no aceptación, la pérdida, los sueños, los deseos…, sí, sobre todo los deseos, los que amargan la quietud del pecho, que fisuran la fe, que cierran la puerta a la felicidad. “¿Qué tanto puede cambiarte el dolor”, se pregunta para sí misma Marina, la sirena de tierra que siempre pide deseos a las 11:11. Y son estos deseos que en medio de un enorme columpio donde se mezcla el fondo del mar y un departamento, también se darán los tintes de la ficción y la realidad. La obra escrita por Bárbara Perrín Rivemar sostiene su trabajo entre tragedia y desencanto con lo gracioso y lo conmovedor.
Por otro lado, y a pesar de que la esperanza y el cumplimiento de algunos deseos que se verán cumplidos, obliga la reflexión y exige la madurez pues Marina, la protagonista, enfrenta la muerte de su madre, una operación quirúrgica, el nuevo casamiento del padre (aquí es donde más se exige la madurez y la ubicación de que una hija no es la esposa), lo que provoca que busque a su tía en la ciudad para, finalmente, después de encontrarse con la independencia con sus nuevas labores y quizá su “madurez”, vendrá el reencuentro con el padre para, después, la desaparición de éste.
Todos los peces de la tierra (hasta el 28 de marzo, todos los miércoles a las 20:30 horas), dirigida por Alejandro Ricaño, es una estupenda oportunidad para explorar emociones amargas que, ya decíamos, radican en los celos, la tristeza, la decepción…, pero también de amor y voluntad, lo que logra o ayuda a entender y saber tratar con el dolor para encontrar las posibilidades de la felicidad.



