Este 20 de enero se cumplió el primer año del gobierno de Donald Trump. Una primera evaluación es en el sentido de que no podríamos estar frente a un gobierno más desordenado, con enormes consecuencias, casi todas ellas negativas tanto para Estados Unidos como para el mundo y desde luego para México. Al escribir este artículo, Trump aún no anuncia el retiro de Estados Unidos del TLCAN, lo cual puede suceder en cualquier momento.

Es importante conocer y entender el fenómeno político de Donald Trump ya que se trata de un caso inédito en la historia moderna de las democracias del mundo occidental desarrollado. Para empezar está la trayectoria y las características personales de Trump, un hombre con escasa formación profesional e intelectual.

Como sabemos, se trata de un empresario que se formó en el negocio familiar de la construcción y la especulación inmobiliaria en Nueva York, más tarde en el desarrollo de casinos, concursos de belleza, reality shows en la televisión, por no referir los “fraudes” académicos perpetrados por su fallida “universidad”. Su gestión empresarial siempre ha estado plagada de litigios y controversias de todo tipo con autoridades, socios, clientes, organizaciones civiles y exempleados.

La elección interna del Partido Republicano, así como la campaña presidencial se caracterizaron por su agresividad primero hacia sus compañeros de partido y más tarde frente a Hillary Clinton, usando desde verdades a medias hasta mentiras completas. Esta campaña se desarrolló con la creciente sospecha de la participación rusa en las elecciones a su favor. Su triunfo se debió al obsoleto sistema estadounidense, que le dio la victoria en el colegio electoral a pesar de su derrota en el voto popular.

Durante su gestión de gobierno se ha generado una profunda y creciente división de la sociedad estadounidense, que no se veía desde la guerra de Vietnam, un descrédito de las instituciones políticas de ese país, así como una creciente tensión política y económica con casi todo el mundo, desde China hasta Europa y México, por no mencionar el escalamiento de los conflictos en Corea del Norte, Irán y el mundo islámico.

La administración de Trump ha sometido bajo intenso ataque al orden internacional creado en buena medida por los propios Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Se está viviendo una reedición de la guerra fría con un creciente enfrentamiento de Estados Unidos con Rusia y China. La lista de sus yerros, insultos y agresiones hacia la gente, que van desde las mujeres, la prensa, los mexicanos, los afroamericanos, los demócratas y hacia numerosos países y sus propios colaboradores es interminable. Su desapego por el conocimiento científico y sus diagnósticos económicos serían pintorescos si no causaran tanto daño, como es el caso del retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Por eso es importante preguntarse cómo fue posible que se diera un fenómeno como el de Trump y qué lecciones deja. Una primera hipótesis es examinar cuál es la dimensión del enojo social y del coraje que permitieron su triunfo electoral, partiendo del supuesto de que el populismo no es exclusivo de un país, sino que es internacional.

Cabe recordar que Trump, si bien ha sido un empresario toda su vida con una gestión muy polémica, siempre ha sido un hombre vinculado a los medios. Esto es, desde la elección interna en el Partido Republicano aprovechó su experiencia mediática para triunfar. Ha sido también una persona con fuertes vínculos con las élites políticas y económicas estadounidenses. Desde que expresó su aspiración a la presidencia se le ubica vinculado a los grupos más conservadores de los republicanos como el Tea Party y a los individualistas enemigos de toda intervención gubernamental en la vida económica y social. A ellos les ha correspondido con una fuerte reducción de impuestos de pronóstico reservado en el mediano plazo.

Pero el triunfo lo consiguió logrando movilizar a amplios sectores de la población que están desencantados con la globalización, la modernidad y el cambio social en Estados Unidos. Por una parte, un sector de su electorado es supremacista blanco y un segmento de la clase media que se sentía agraviada por tener un presidente afroamericano. Además atribuyó en otros estados el desempleo y la falta de prosperidad al TLCAN, los migrantes y el juego inequitativo de China en los mercados internacionales. A pesar de ser un argumento falso, sirvió para efectos electorales, pero también influyó el desencanto con la globalización de muchos sectores sociales. Es claro que la globalización económica contemporánea, así como la innovación científica y tecnológica han contribuido al bienestar que genera el crecimiento económico a escala mundial. Nunca antes tanta gente había salido de la pobreza en el planeta. Sin embargo, también se han exacerbado las desigualdades y en muchas regiones en el mundo persiste la pobreza. Pero, sobre todo, ha habido una considerable reducción del nivel de ingreso de numerosas personas de la clase media en países desarrollados, incluido desde luego el caso de Estados Unidos.

De igual forma, Trump tuvo un amplio apoyo de los grupos evangélicos, en parte por la presencia de Mike Pence, como su compañero de fórmula. Se trata de un importante sector de la sociedad estadounidense que se caracteriza por su pobre nivel educativo, prácticamente nulo en materia científica, lo cual les permite un fanatismo religioso extremo que es expresión del rotundo fracaso del modelo educativo estadounidense. Es también llamativo que un sector tan conservador le perdone a Trump una vida personal desordenada y llena de escándalos.

Con estos apoyos, Trump llegó y se mantiene en la presidencia, con lo cual obstaculiza, por la importancia internacional de Estados Unidos, la atención de la agenda global. En primer término, en materia del cambio climático de origen antropocéntrico. Toda la evidencia científica señala que el problema del deterioro de la naturaleza y la degradación del ambiente está siendo mucho más grave de los escenarios asumidos. Esto exige implementar un plan de emergencia en el ámbito mundial, en el cual no participará Estados Unidos, que es uno de los dos principales emisores de gases de efecto invernadero, junto con China.

Por otro lado, en lo socioeconómico, a pesar de los progresos generales, el problema de la desigualdad sigue creciendo en todo el mundo. Los procesos de concentración de la riqueza y del ingreso continúan acelerándose. Esto desde luego tampoco va a ser atendido por el presidente Trump.

Por último, la necesaria coordinación y cooperación internacional para atender diversos temas globales que han rebasado los ámbitos de competencia de los Estados nacionales y de los organismos internacionales, que van desde el rebase de los límites naturales del planeta, los derechos humanos y la democracia, hasta la apropiada regulación del financiamiento, el comercio, la inversión y desde luego las cuestiones relativas a la paz y la seguridad global.