La incógnita no es si el presidente de EUA, Donald John Trump, cumplirá su primer periodo de gobierno. Lo que falta por saber es cuándo tendrá que abandonar la histórica residencia presidencial “the White House” a la que por sus garrafales decisiones logró –en doce meses– que popularmente se le llame ahora “la taza blanca”.
Tal parece que el propósito cotidiano del sucesor de Barack Hussein Obama es mostrarse más agresivo y vulgar sin importarle las tormentas políticas –internas y externas– que sus arranques infantiloides provocan. Es la comprobación de lo que aseguran infinidad de analistas: el “outsider” –personaje que incursiona en política partiendo de un “prestigio” adquirido fuera de ella–, que llegó al Washington más políticamente correcto nunca va a adaptarse a la Presidencia, sino que esta tendrá que adaptarse a él.
Por esa razón, ha cosechado tanto éxito el libro más reciente de Michael Wolff, Furia y Fuego: en la Casa Blanca de Trump, cuyo título es más significativo al saberse que el jefe del Despacho Oval se atrevió, en repetidas ocasiones, a ofender y despreciar como “países de mierda” (algo verdaderamente inconcebible) a naciones pobres que tocan a la puerta de la Unión Americana para ser recibidos como víctimas de catástrofes naturales, como Haití –que en su momento fue el primer país del Nuevo Mundo en declarar su independencia de la metrópoli francesa–, El Salvador y “otras naciones africanas”.
El inaceptable desfogue racista del mandatario estadounidense tuvo lugar en una reunión con una veintena de congresistas –demócratas y republicanos–, para debatir la política de inmigración. El indignante incidente –dado a conocer por el periódico The Washington Post, que citó fuentes presentes en la reunión– culminó un largo discurso que buscaba un acuerdo en el Congreso. La discusión se acaloró cuando Trump preguntó: “¿Por qué necesitamos a tantos haitianos? ¿Por qué querríamos nosotros a toda esa gente de países que son pozos de mierda? ¡Échenlos¡”.
Racismo puro. El más “auténtico” Donald Trump. El magnate –que varias veces se ha declarado en quiebra– que saltó a la palestra en 2015 en la precampaña presidencial cuando nos comparó a los mexicanos con “violadores y drogadictos”, afirmaciones, por cierto de las que nunca ha ofrecido, por lo menos, una disculpa. Y, hasta donde sé, tampoco el gobierno mexicano se la ha exigido.
Las palabras de Trump inmediatamente dieron la vuelta al mundo, generando rechazo generalizado dentro y fuera de EUA. El acostumbrado desmentido oficial de la Casa Blanca no calmó los ánimos. Ni tampoco el hecho de que el empedernido comedor de hamburguesas y bebedor de Coca-Cola firmara el viernes 12 de enero la declaración oficial del Día de Martín Luther King, cuyo aniversario celebró el lunes 15 un país atónito por el tránsito de un mandatario negro a otro blanco evidentemente enemigo de las minorías que no pertenecen a los WASP: White Anglo Saxon Protestant: Blancos Anglosajones Protestantes. Para más, durante el simbólico acto dedicado a. Luther King, varios reporteros preguntaron a Trump sin mayor contestación: “Presidente, ¿es usted racista”. La celebración del Día de Martín Luther King, sin embargo, no detuvo la lluvia de críticas, pero sirvió para que la Unión Americana vuelva a mirarse en el espejo de la reconciliación racial, hoy más roto que nunca. Sin duda, el racismo es el talón de Aquiles de EUA. Y aunque hipócritamente lo niegue, Trump es su nuevo vocero.
Muy a su manera, en un tuit, Trump negó haber insultado a los haitianos, sin mencionar nada de lo que dijo sobre salvadoreños y africanos. Aunque asumió haber sido “duro en el lenguaje”, desmintió lo informado por The Washington Post. “Nunca dije nada despectivo sobre haitianos más allá de que Haití es obviamente un país pobre y afligido. Nunca dije ‘sáquenles de aquí’ inventado por demócratas. Tengo una relación fantástica con los haitianos”.
Pero, casi en el acto, le salió al paso el senador demócrata Dick Durbin, asistente a la reunión, que insistió al periódico Los Ángeles Times, en que Trump sí utilizó en varias ocasiones la expresión “países de mierda”, así como “comentarios de odio, racistas y malvados”. Incluso, para ratificar su versión, Durbin dijo que el senador republicano Lindsey Graham desaprobó los comentarios del mandatario.
Yo le creo al senador Dick Durbin y no al presidente Donald Trump. ¿Y usted, querido lector?
Días más tarde de la reunión con los congresistas, el lunes 15, feriado por el aniversario del líder negro de derechos humanos, Donald Trump volvió a negar que sea racista al ser interrogado, una vez más, sobre sus criticadas palabras sobre Haití y otros países de África: “Yo no soy un racista. Soy la persona menos racista que has entrevistado. Qué te puedo decir”, comentó brevemente al ser cuestionado cuando llegaba a cenar en uno de sus clubes de golf en la Florida.

Golpes de pecho aparte y tuits lacrimosos, la indignación mundial por los exabruptos de Trump es más que evidente. “¿Por qué recibimos a gente de países de mierda?”, difícilmente se olvidará a corto plazo. La Organización de Naciones Unidas (ONU), la Unión Africana (UA), Haití, El Salvador y muchos otros criticaron con dureza la verborrea del mandatario estadounidense.
“No hay otra palabra para describirlo que racista. No se puede tachar a países y continentes enteros como ‘agujeros de mierda’ , prohibiendo a sus poblaciones, que no son blancas, la entrada a EUA’, afirmó en Ginebra el portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.
Paul G. Latidor, embajador de Haití en Washington, también condenó los insultos: “Sentimos que estas afirmaciones, si fueron hechas, reflejan un desconocimiento o una falta de información del presidente sobre Haití y su gente”. Le Nouvelliste, el principal periódico de Haití, calificó las palabras de Trump de “racistas y vergonzosas”. Miles de haitianos manifestaron en las redes su desprecio hacia Trump. Asimismo, según publica El País en su edición del sábado 13 de enero, Marie Salomon, propietaria de una tienda de objetos haitianos en el barrio de Miami, Florida, La Pequeña Haití, declaró al diario español: “Le puedo asegurar que aquí todos estamos muy cabreados. Donald Trump tiene la boca muy sucia…Un mentiroso, es un gran mentiroso, eso es lo que es. Y no es la primera vez que nos insulta. Es la segunda”, recordando otro dicho del mandatario cuando afirmó que “todos los haitianos tienen sida.
Algo similar dijo el pintor Serge Touissant, de 53 años, uno de los principales promotores de la cultura haitiana en la Florida: “Esta es la Casa Blanca del odio. Si Trump sigue lanzando tanto odio, acabará llevándonos a otra guerra civil. No puedes despreciar así a una comunidad que es parte de tu país. Hay haitianos en todos los sitios. Haitianos luchando en Afganistán por EUA, haitianos en la plantilla de empleados de la Casa Blanca. Y muchos haitianos, señor Trump, trabajando en su club de Doral (el campo de golf del presidente en Miami). ¡Cómo puede decir que es un país de mierda, la primera república negra independiente que hubiera en este maldito planeta”.
La Unión Africana, que congrega a 55 naciones, y varios gobiernos del Continente Africano, tachó de “racistas” los comentarios atribuídos a Trump. Un vocero de la organización del continente negro indicó que, aunque el mentiroso mandatario los haya negado, no dejan de ser “preocupantes” porque “hay un patrón de declaraciones y actos previos”. Además, los embajadores ante la ONU de 54 países africanos exigieron a Trump una disculpa por sus escandalosos, racistas y xenófobos calificativos y aseguraron sentirse “preocupados por la continua y creciente tendencia dentro del gobierno estadounidense hacia África y hacia los afrodescendientes denigrando al continente y a las personas de color”.
No habría que sorprenderse mucho por las actitudes racistas del mandatario. No se olvide que cuando Trump aprendía a hacer edificios de departamentos en el neoyorquino barrio de Queens, con su déspota padre y mentor, Fred Trump, ambos tuvieron que afrontar una denuncia por “discriminación racial” a principios de los 70 del siglo pasado. Se les acusaba de que por sistema se negaban a alquilar departamentos a negros y latinos, Asimismo, uno de sus ex empleados en un casino en la década de los 80, citaba una frase que Trump acostumbraba: “No me gusta que los chicos negros cuenten mi dinero. Son muy descuidados. Seguramente no es su culpa, porque la desidia es un rasgo de los negros”.
Quizás por eso, el Premio Nobel de Economía, el estadounidense Paul Krugman, escribió un artículo contra Trump, titulado “The Worst and the Dumbest” (“El peor y el más tonto”). VALE.



