Nacido el 28 de agosto de 1957 en Pekín, Ai Weiwei ha dedicado su vida a encauzar sus conceptos artísticos como medio de protesta y concientización.  Ferviente crítico del gobierno chino en los temas de la democracia y los derechos humanos, Ai Weiwei se ha visto envuelto en numerosas luchas que le han costado problemas legales, escándalos y censura oficial; algunos ejemplos de ello son la impetuosa investigación que llevó a cabo  sobe la corrupción que derivó en la muerte numerosos estudiantes durante el terremoto de Sichuan en 2008 y su ambivalente participación en el diseño del Estadio Nacional de Pekín, sede principal de los Juegos Olímpicos del mismo 2008.

A lo largo de su dinámica actividad como artista y usuario de redes sociales, Ai Weiwei se ha comprometido con temas como la crisis del VIH, los refugiados en el mundo y las desapariciones forzadas, este último tema uno de los ejes de su reciente visita a México en donde se reunió con familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, visitó Ciudad Universitaria y reconoció el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, espacio en donde, eventualmente, montará una exposición.

Apenas en 2016, el artista chino acaparó reflectores en Berlín cuando abrigó el pórtico del  Konzerthaus con 14 mil chalecos salvavidas haciendo referencia a las personas desplazadas de sus país de origen y, con el mismo fin, estrenó en el Festival de Venecia , en 2017, Human Flow, un retrato desolador de la situación en 23 países.  El año pasado, también inauguró en Nueva York Good Fences Make Good Neighbors, un conjunto de esculturas que aluden al tópico de la migración en la era de Trump.

Definiendo su labor como algo existencial (“La vida es arte. El arte es vida. Nunca lo separo”), Ai Weiwei se refirió a la situación mexicana como un conjunto de problemas “con su propio carácter: crímenes, droga y corrupción” contra los cuales se debe recuperar la conciencia social y preguntarse por la verdad:

“La verdad no necesariamente implica mejorar el mundo, pero sí contribuye a mejorar el entendimiento de nuestra condición. Y lo que está detrás de la verdad es la justicia. Así que si no tenemos verdad, no habrá justicia. Y cuando no hay justicia la sociedad se vuelve perversa. Debemos impedir esto. Todo político tiene que entenderlo: sin verdad ninguna nación tiene futuro”, dijo a Confabulario.

Así mismo el autor de Semillas de girasol, reconoce en su arte una confrontación ante la injusticia y la desigualdad, pues para él “un buen activismo tiene que ser arte. Porque el arte está ligado a la conciencia humana… nos hace darnos cuenta de lo que es humano”.

Y finaliza: “No importa de qué tiempo es el arte: apela a nuestra conciencia y tiene que ser activo, de otra forma es arte muerto y no es relevante”.