Después de tomarse más de media década fuera de la mesa de novedades, Andrés Neuman vuelve a su lectores con Fractura, una narración en que se podrá conversar con un peculiar sobreviviente de las tristemente celebres  bombas nucleares y las mujeres con las que ha ligado su vida.  De la mano de Alfaguara y fiel a su entrañable pluma poética, Neuman presenta a Yoshie Watanabe, un hombre que ha salido vivo de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, y al cual contrapone con el reciente desastre nuclear de Fukushima; con tal ensamblaje, Fractura trae consigo una reflexión del paralelismo histórico, la memoria colectiva, el tiempo y las ventanas, más obscuras que luminosas, del siglo XX.

Y es que para el también autor de El viajero del siglo, Fukushima representó una “reverberación de Chernóbil” que forzó a repensar las fuentes de energía del mundo y a hacernos la pregunta “¿Cómo llegan los países a basar su futuro en aquello que los destruyó?”. En el vigente  clima de tensión política, Neuman idealiza la energía: “es un fluido que atraviesa el mundo, igual que sus residuos, el dinero o el amor”, dijo a El Cultural de España.

Respecto a su personaje, Yoshie Watanabe, Andrés Neuman lo compara con Tsutomu Yamaguchi,  quien sobrevivió a las dos bombas nucleares de la Segunda Guerra Mundial y falleció a la avanzada edad de los 93 años, “como si hubiera perdido su forma de morir”, no exentándolo de los remordimientos que conlleva el seguir vivo largos años:  “Es muy cómodo pensar que un superviviente se siente aliviado por seguir aquí. Ese instinto de gratitud se cruza con otros conflictos. No todas las víctimas están dispuestas a identificarse como tales. Existe una tensión entre reconocer las cicatrices propias y la fantasía de borrarlas”.

“La novela se plantea cómo funciona el trauma de lo que podría habernos pasado. Hay efectos secundarios que son invisibles”, nos dice el escritor argentino sobre una creación en que recrea varios episodios históricos del siglo XX , mezcla dos de sus obsesiones, la literatura y el cine japonés, y experimenta una desaparición casi utópica de fronteras: “La costumbre de dividir por nacionalidades desgracias que se parecen puede ser una forma de ceguera.”

Andrés Neuman explica el papel simbólico de las mujeres dentro de su novela :

“Todos somos muy provisionalmente reales. Me fascina y desconcierta nuestra capacidad para ser personas distintas cuando cambiamos de lugar, compañía o idioma. Y, por supuesto, dependiendo de quién nos recuerde. Nuestra intimidad va modulándose con nuestras experiencias. También me atraía mucho contar, a través de un seguimiento de varias décadas en la vida de un mismo personaje, las diferentes maneras que tenemos de enamorarnos o formar parejas a lo largo del tiempo. Una historia portátil del amor a distintas edades”.