Podrían considerarse una “tradición” las matanzas en masa en la Unión Americana. Sin embargo, los números exactos de los asaltos armados en las escuelas estadounidenses  –desde las primarias hasta universidades– no son fáciles de precisar, porque desde 1995 el Congreso de este país prohibió crear un registro nacional de muertes a tiros. Pese a esta prohibición, el Archivo Contra la Violencia de las Armas de Fuego ha registrado 239 tiroteos en centros educativos desde el 14 de diciembre de 2012 hasta la semana pasada.

 En esa fecha, Adam Lanza, menor de edad, mató a su madre, a seis adultos y a 20 niños, de entre seis y siete años de edad, antes de suicidarse en la Escuela elemental de Sandy Hook, en Newton, Massachusetts, en las goteras de la ciudad de Nueva York. Ahora, el miércoles 14 de febrero, el joven de origen cubano Nikolas Cruz, de 19 años de edad, armado con un rifle AR-15 de 500 dólares que había comprobado legalmente pues las leyes de la Florida lo permiten –arma semiautomática llamado el rifle de América que puede alcanzar blancos a 600 metros de distancia y disparar 30 balas de 45 milímetros en menos de un minuto, del que se han vendido en EUA ocho millones de copias–, mató a 17 personas, estudiantes y maestros, en la Secundaria Marjorie Stoneman Douglas, de la que había sido expulsado por haber mostrado armas a sus compañeros de clase,  cerca de Miami, Florida. Horas después, el asesino fue capturado vivo, una vez que comió una hamburguesa y un refresco en sendos restaurantes de comida rápida, en un Wal-Mart y en un McDonald´s. Típico.

Las estadísticas –tan usuales en el vecino país del norte–, informan que la media es un tiroteo en una escuela cada siete días y 13 horas. Más de cuatro al mes, sin descontar días festivos, no lectivos, ni vacaciones. En EUA la parca no descansa en los centros educativos. Un tiroteo semanal, en un país que cuenta con 143,000 instalaciones académicas, según información del propio Tío Sam. Asimismo, en el vecino del norte hay tantas armas como personas (323 millones de habitantes) y 22 millones de niños –uno de cada tres–, viven en un hogar en el que hay armas de fuego, de acuerdo a un estudio del think thank RAND. Por eso, en EUA se acostumbran los lockdown, es decir los simulacros en las que los estudiantes participan como si se tratara de un incendio o una matanza, más las segundas que los primeros.

Por lo mismo, muchas escuelas cuentan con arcos detectores de metales en las entradas para evitar que los alumnos introduzcan un AR-15 o revólveres o pistolas con cargadores. Sin exageraciones. El hecho es que según varias fuentes no oficiales, en EUA mueren 33,000 personas anualmente víctimas de tiroteos.

Al día siguiente del atentado, el presidente Donald Trump, en un discurso acostumbrado cada vez que sucede una matanza de este tipo en la Unión Americana, se dirigió  a una “nación de luto” y prometió enfrentar “el difícil problema de la salud mental” del atacante, pero en ningún momento mencionó tomar medidas para el control del acceso a las armas. “Hoy hablo a una nación de luto. Estamos todos juntos como una única familia”, y recalcó que posteriormente tendría un encuentro con las autoridades estatales para hacer de la seguridad en las escuelas “nuestra principal prioridad”. En su corta declaración de ocho minutos, no se refirió a ninguna medida legislativa que controle la venta indiscriminada de pistolas de todo tipo, o de armas largas como el rifle AR-15 que usó  Cruz para asesinar a sus ex compañeros de clase. Trump es ferviente partidario de la Segunda Enmienda constitucional que legitima la posesión y portación de armas y ha tomado parte en varias conferencias de la famosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). Además, hace un año, cuando apenas llevaba un mes en la Presidencia, Trump suspendió una regulación impulsada por el ex presidente Barack Obama para impedir que personas con problemas mentales pudiesen adquirir armas de fuego.

Ahora, debido a la presión popular y las declaraciones de infinidad de jóvenes compañeros de los alumnos asesinados en la Escuela Secundaria de la Florida, la Casa Blanca envío un comunicado en el que informa que Donald Trump “apoya la posibilidad de mejorar el sistema federal de control de antecedentes criminales para los compradores de armas”. La portavoz de presidencia, Sarah Huckabee Sanders, dijo que “el presidente habló el viernes 10 con el senador (R) John Corney sobre el proyecto de ley bipartidista que presentaron el senador (D) Chris Murphy y él para mejorar el cumplimiento a nivel federal de la legislación de verificación de antecedentes criminales”… Dicho proyecto, la verdad, tiene alcance muy limitado. Sin mayor propósito.

La reacción provocada por la masacre protagonizada por Nikolas Cruz, dio motivo para que se descubriera que el hecho pudo haberse evitado. Parodiando a García Márquez, fue un “atentado anunciado”. El colegio sabía de su desequilibrio mental: exhibió armas a sus compañeros y envió mensajes violentos en las redes sociales. Incluso la FBI fue alertado del comportamiento de Cruz pero la agencia no identificó a la persona que envió un mensaje por YouTube en el que el joven anunciaba: “Voy a ser un tirador escolar profesional”. Las críticas contra la FBI fueron generalizadas, algo que Donald Trump aprovechó para acusarla de que “no hace su trabajo, pero sí investiga la trama rusa”.

Trump, comprometido con la NRA, escurre el bulto. Pero, el ambiente está muy caldeado. Padres y compañeros de las víctimas no callan. Lori Alhadeff perdió a su hija Alyssa, de 15 años de edad, en el tiroteo de la secundaria de Parkland, Florida, y ante las cámaras de televisión dijo al mandatario: “Presidente Trump, ¡por favor haga algo! Acabo de pasar las últimas dos horas preparando el funeral de mi hija. ¿Cuántos niños tienen que morir antes de que hagamos un cambio?” Y, el senador demócrata por Florida, Bill Nelson, declaró: “Ya basta. ¿Cuánta gente más tiene que morir? Hay que ir a la raíz del problema y sacar los fusiles de asalto de nuestras calles”.

El “¡Ya basta!” No es exclusivo de los políticos, sino de los supervivientes de la masacre, como Emma González, de 18 años, que en un mitin contra las armas el sábado 17 de febrero habló con voz firme entre lágrimas de ira y tristeza: “Estamos juntos aquí porque si lo único que puede hacer nuestro gobierno y el presidente es enviar sus condolencias y oraciones, entonces es momento de que las víctimas sean el cambio que necesitamos ver…Si el presidente quiere presentarse ante mí y decirme en mi cara que esto fue una tragedia terrible, y si quiere seguir diciendo que nada se puede hacer al respecto, felizmente le preguntaré cuánto dinero ha recibido de la Asociación Nacional del Rifle. Y ¿quieren saber algo? No importa, porque ya sé: 30 millones de dólares…A todo político que recibe donativos de la NRA: vergüenza”.

Emma González no paró ahí: “Los gobernantes electos nos están mintiendo. Y parece que nosotros los jóvenes somos los únicos que nos damos cuenta, y estamos aquí para decir que eso es BS (bullshit, una pendejada). Empresas que hacen caricaturas de los jóvenes estos días, diciendo que solo nos importa lo nuestro…estamos preparados para decirles bullshit. Políticos que están sentados en sus curules dorados financiados por la NRA diciendo que nada se podría haber hecho para evitar esto, decimos bullshit…Dicen que ninguna ley podría haber prevenido cientos de tragedias que han ocurrido. Decimos bullshit. Que no sabemos de lo que estamos hablando, que somos demasiado jóvenes para entender cómo funciona el gobierno, les decimos bullshit”. El coro respondió al unísono: “No más bullshit”.

Aly Sheehy, también superviviente, en alusión a otro tuit de Trump en el que ataca al FBI por no haber perseguido a Cruz porque estaba muy ocupado en investigar la colusión “que no existe entre los rusos y su campaña electoral”, declaró: “17 de mis compañeros ya no están. Esos son 17 futuros, 17 jóvenes y 17 amigos robados. Pero tienes razón, siempre se tiene que tratar de ti. Qué tonta, se me había olvidado”.

El sábado 24 de febrero habría una marcha nacional de las víctimas en Washington, con la consigna: “No podemos permitir que un niño más sea baleado en la escuela”. Y, como dice Cameron Kasky, compañero de Emma González: “Cualquier político que acepte fondos de la NRA es responsable…Mi mensaje a los que ocupan cargos electorales: están con nosotros o están en contra.  Estamos perdiendo nuestras vidas mientras los adultos están jugando”. VALE.