Cuanto más descabellada es una tesis, más se promociona y se difunde. Giovanni Sartori

Solo quien no esté atento a la realidad nacional puede negar que el ánimo social, tan rijoso, tan antisistema, se sustenta en los prejuicios de un influyente sector de la opinión ilustrada y publicada de nuestra sociedad.

El rasgo dominante y común de esos prejuicios, a veces franco abierto, otras ocasiones disimulado con el conveniente barniz del “análisis objetivo”, es un antipriismo que en algunos suele rayar en ciego fanatismo.

Muestra de ese fanatismo es aquella expresión de dos personas cultas, inteligentes e involucradas en los asuntos de observar y criticar la política. Hace 18 años, quien esto escribe les manifestó su preocupación por lo que haría el recién elegido presidente Vicente Fox, qué ocurriría a México, por desconfiar del guanajuatense.

“Lo importante es que ya sacamos al PRI de Los Pinos, no importa si a México se lo lleva el carajo”, fue la respuesta de dos personas cultas, inteligentes y conocedores de los temas políticos y sociales.

Así piensan muchos que se dicen hartos, indignados, enojados y hacen todo lo posible para que todos estemos igualmente indignados, enojados, “hartos”, como dicen, y no se detienen a sopesar los factores reales en juego en la presente elección.

No se habla aquí de profundos diagnósticos, solo sobre lo que se considera que es lo importante para los ciudadanos que cada seis años acudimos a elegir al presidente de la república. Creo que lo que importa a todos es que un nuevo gobierno ofrezca mejores condiciones de vida y un mejor futuro, con oportunidades para todos.

Así de simple y así de complicado. Quizás, hasta ahora, quien mejor lo ha entendido es Andrés Manuel López Obrador, quien, con la experiencia de dos décadas de hacer campaña, ha encontrado el lenguaje llano para hacer propuestas, quizá descabelladas, pero inflaman la imaginación hasta de muchos de las clases ilustradas.

Al cierre de la precampaña es el puntero en las encuestas y, otra vez, está seguro de que ahora sí será el próximo presidente de la república. Así se comporta, lo cual hace más urgente preguntarse si, ante la sola posibilidad de una derrota, reconocería el fallo de las urnas.

No, es la respuesta. Lo prueba que, desde ahora, él, sus fieles y no pocos obsequiosos están ocupados en construir anticipadamente la hipótesis del fraude electoral.

Y son muchos quienes opinan que esta vez las reclamaciones no serán pacíficas, podrían ser violentas. El tiempo dirá si el tabasqueño pasará la prueba de todo demócrata: acatar la voluntad de las urnas.

jfonseca@cafepolitico.com