Por J. M. Servín

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]J[/su_dropcap]im Tully es uno de los precursores del realismo duro en la narrativa del Siglo XX. Nacido en 1886 en Ohio, y muerto en 1947, antes de convertirse en un exitoso y prolífico escritor, guionista de cine y mordaz periodista de espectáculos en las décadas de 1920 y 30, fue vagabundo, trabajador de circos y boxeador sin gloria durante doce años. Hijo de padres irlandeses pobres, fue enviado a un orfanato a la muerte de su madre. Pese a ello fue un ávido lector que logró reunir las experiencias vitales de su juventud para instalarse con el paso de los años, como un escritor de culto gracias a su potente registro de la vida de los desposeídos durante los años de la Gran Depresión y la Prohibición del consumo de alcohol. El lado salvaje del malogrado Sueño Americano para millones de ciudadanos a la deriva luego de la debacle financiera que azotó a su país.

Como toda buena literatura picaresca de aventuras, Beggars of Life, publicada en español como Buscavidas por editorial Jus en 2017, es un emotivo relato lineal sobre hobos (vagabundos) que viajan en tren a la sorda sin rumbo fijo, por un inmenso territorio repleto de desempleados hambrientos, delincuentes, prostíbulos y tabernas miserables. Con una prosa directa recrea un universo marginal cruel, egoísta y suicida. Buscavidas es un valioso testimonio novelado de la época dorada del ferrocarril y su importancia transportando desplazados por la pobreza. Tully narra en primera persona sus aventuras entre una legión de indigentes alcohólicos y pendencieros, prostitutas maternales y crueles agentes de la policía encargados de golpear y encarcelar a los miles de polizontes que viajaban hacinados y hambrientos en trenes de carga en busca de un golpe de suerte.

Tully crea empatía con el lector al mostrar el lado amable de sujetos que para la sociedad de su tiempo, eran una plaga. Tully  pertenece a una vasta tradición estadounidense de delincuentes comunes redimidos como escritores que le sacan jugo a su trepidante experiencia vital. Publicada originalmente en 1924, Buscavidas sienta antecedentes claros para la literatura hard boiled y toda una serie de testimonios autobiográficos como You can´t win (No ganarás), publicado en 1926. Su autor, Jack Black, un morfinómano que recorrió Estados Unidos y Canadá asaltando bancos, influiría enormemente en Junkie, la primer novela de William Burroughs.

Los relatos sobre vagabundos del prolífico Tully harían palidecer a Máximo Gorki y a Jack London. Su literatura y la de otros muchos escritores de su estilo, tendría su antecedente directo en H. L. Mencken, “El sabio de Baltimore”, escritor de “minorías” muy influyente en la primera mitad del Siglo XX. A walk on the wildside, la novela del gran Nelson Algren, tiene una deuda enorme con la obra de Tully. Su Charles Chaplin tomó el ejemplo de Buscavidas para darle profundidad a su célebre personaje “Charlot” tierno y desparpajado.

La acertada fusión de desapego y sentimentalismo de Tully nunca le da la espalda a los de su clase y deja claro que es mejor la vida al aire libre y el vagabundeo que alinearse a las normas de la sociedad convencional. Preferible ser un truhán y morir en la ruta, que vivir como un obrero explotado. Un tratado de picaresca sin dogmas ni diatribas que hace parecer accesible la fantasía anarquista de tantos jóvenes que admiran a Jack Kerouac, fuertemente influido por el relato de Tully  para escribir En el camino.

Dos escenas de Buscavidas muestran la cruda potencia de la narración: el linchamiento de un negro en un pueblucho del medio oeste mientras unos niños miran divertidos; y la amistad del narrador con Oklahoma Red, un violento vagabundo de origen irlandés, experto peleador con los puños y monstruo insaciable con la bebida. A través de este personaje, Tully recrea la implacable soledad y desesperanza de sujetos que nunca conocieron el amor y la bondad. Red muere en un accidente mientras trata de abordar un tren en movimiento y Tully se lamenta mientras le esculca los bolsillos en busca de dinero. Al final de la novela aclara que no es un reformista que pretende advertirnos de las desgracias de una vida sin rumbo, sino un escritor que recupera a través de la memoria el impulso vital de su pasado.

Mencken se expresaría así de Tully: “Si hubiera sido ruso, todos los profesores pregonarías sus virtudes. Como Gorki, tiene la capacidad de retratar vívidamente las miserias de los pobres y los desposeídos, pero posee un sentido del humor que ningún ruso habría podido concebir jamás”. 

Todos aquellos que resisten al límite de sus fuerzas mientras el tren del progreso los excluye, tienen en Tully un bardo de prosa pulcra, sincera y emotiva.