Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

“Desenterrar el pasado”. La proverbial frase que puede definir, de manera práctica, la labor de arqueólogos y exploradores que se adentran, literalmente, a “quitar la tierra” que cubre los vestigios pretéritos. Desde hace siglos, pareciese que el suelo bajo nuestros pies monopoliza celosamente los tesoros de los siglos y olvidamos constantemente que el ser humano puede  viajar , habitar y coexistir con el agua; que el tiempo también se ha detenido y yace sumergido en las profundidades de los mares, cenotes, lagos y demás cuerpos líquidos. México ha sido un guardián privilegiado de tal prodigio, en sus aguas interiores y litorales pueden hallarse desde restos de animales arcaicos, hasta naufragios de enormes galeones rebosantes de riquezas, sin olvidar, especialmente, las diversas ofrendas y objetos rituales prehispánicos.

Recientemente, como si se tratase de una enorme y atemporal galería hídrica, fue descubierto, mediante el proyecto Gran Acuífero Maya, el sitio arqueológico sumergido más grande  e importante del mundo en Quintana Roo. Se trata de una conexión de sistemas de cuevas inundadas, Sac Actun y Dos Ojos, que conforman 347 kilómetros que resguardan más de una centena de restos humanos, fauna extinta, vasijas y objetos coloniales. Semejante hallazgo constituye un logro nacional sin precedentes en el ámbito de la arqueología subacuática y una magnifica e invaluable  oportunidad de profundización histórica.

Hallazgo de “asombro”

El arqueólogo Guillermo de Anda, cabeza del equipo que consiguió tal hazaña, en entrevista exclusiva para Siempre! destacó que se trata de un hallazgo de “asombro”, que ayudará a entender el desarrollo de la vida de la península de Yucatán.

“Esto se ha alcanzado gracias a más de 30 años de exploración en esa zona, y en ella hemos participado cientos de buceadores de cueva, quienes normalmente usamos líneas guía, para no perdernos en los sistemas laberínticos. Estas pequeñas cuerdas de nylon son nuestra versión de las migajas empleadas por Hanzel y Gretel, los protagonistas del cuento de los hermanos Grimm, no solo nos garantizan el regreso a la vida, sino que nos sirven para medir nuestras penetraciones en el mundo de la obscuridad perenne”, refirió el arqueólogo, para dar inicio a la historia del proyecto.

Asegura que la investigación nace a partir del trabajo simultáneo entre un proyecto de exploración y un proyecto arqueológico, pues ambos se conectaron con su interés particular por la fascinación por la cultura maya, además de la atracción por entender el funcionamiento de los circuitos dentro de esta civilización, y así, comprender el contexto ritual en el que se llevaron a cabo algunas prácticas prehispánicas.

Un “túnel del tiempo”

“Los cenotes eran el inframundo y el tercer nivel del universo maya, después del cielo y la tierra, pero sin una connotación negativa como el infierno del cristianismo. Realmente son regiones muy poderosas, mágicas, donde reina lo sobrenatural, donde habitaban las deidades, donde convive lo bueno y lo malo, y era también de donde surgían los hombres”.

Cabe destacar, dice el especialista en el estudio de rituales mortuorios y funerarios en cuevas y cenotes, que hoy se puede hablar realmente de un importantísimo sitio arqueológico sumergido, porque no solamente se ha encontrado arqueología maya, sino también elementos que probablemente pertenezcan a la ultima era glacial, por lo que se tendría evidencia de los primeros pobladores de América.

“Estamos hablando de que contamos con piezas que pertenecen al término de la era del Pleistoceno, cuyos fragmentos se remontan diez mil años atrás. Son piezas que, a pesar de su antigüedad, se encuentran en muy buen estado de preservación”.

Por ello, asegura el arqueólogo, este hallazgo es considerado como una especie del “túnel del tiempo”, ya que sus elementos nos remontan a la historia de la arqueología antigua en conjunto con la arqueología maya y fauna extinta hasta, incluso, de la arqueología colonial y vestigios de la Guerra de Castas.

El mejor recurso es el humano

El nuevo sistema de Sac Actum, explica De Anda, tiene un poco más de 200 entradas al acuífero, es decir más de 200 cenotes, muchos de ellos con un mayor o menor nivel de interacción humana en el pasado, por lo que llegar a su profundidad para descubrir su antigüedad y su conexión con otros sistemas se convirtió en el mayor reto para el equipo que integra el proyecto.

“Realmente todo se convirtió en un reto para el equipo, desde el ambiente en el que nos desenvolvemos, que es muy demandante, hasta la intensa temporada de trabajo en la que se convirtió. Pasamos varios años recorriendo las galerías bajo el agua, haciendo frente, por ejemplo, no solo a la oscuridad, sino también a la pérdida de calor y el cansancio”.

No obstante, la recompensa es muy satisfactoria, dice el arqueólogo subacuático, porque pudieron palpar artefactos que difícilmente se pueden encontrar en un contexto de superficie, porque si salen de ella, podrían tener alteraciones, o simplemente su inexistencia: “observamos restos humanos y una gran cantidad de animales como elefantes, perezosos gigantes, tigres y caballos antiguos”, apuntó De Anda.

Sin embargo el trabajo continúa, asegura el especialista, ahora viene la terminación de un mapa muy elaborado de todo este sistema, la documentación y registro de todos y cada uno de los elementos arqueológicos, así como también la interpretación de todos los datos recabados.

“El trabajo que se avecina es muy fuerte. Tenemos que continuar en el sentido de exploración, seguir con Sac Actum y la conexión con otros sistemas vecinos, pues hasta ahora sabemos hay un sistema muy cercano que tiene 250 kilómetros de extensión, por lo que vamos a tratar de conectar con él también. Será nuevamente una etapa de mucha actividad”.

La utilización de diversas tecnologías, como las que ofrece National Geographic en la realización de mapas en 3D, ha sido fundamental en la investigación, sin embargo, la mayor tecnología que se ha utilizado es básicamente la humana, asevera el especialista, pues asegura que este hallazgo se debe al quehacer que por 14 años ha realizado el extraordinario grupo exploradores, muy en particular al jefe de exploraciones, Robert Schmittner, el buzo que hizo de su labor una tarea de vida, dedicado en los últimos años “a buscar estas conexiones, hasta lograrlo finalmente hace unas semanas”.

“Aquí son humanos los que están entrando, buscando, percibiendo, buceando, tendiendo líneas y haciendo mapas. La tecnología nos ha ayudado mucho desde luego, pero las manos y el conocimiento de nuestro equipo es lo que hizo que llegáramos a este místico hallazgo”.

Por ello desea que este descubrimiento lo conozca todo el mundo, indica De Anda, que especialmente los mexicanos sepan lo que se tiene en el país: por una parte, un recurso maravilloso, natural, que afortunadamente se mantiene en un nivel de salud importante. Por el otro lado, que esta riqueza natural no es solamente lo que se ve a simple vista, sino todo ese universo oculto lleno de historia e identidad.

“Este proyecto puedo resumirlo en dos grandes partes. La primera, tener el gran privilegio de participar en este proyecto y trabajar con gente apasionada con su labor. La segunda, y la más importante, tener la gran responsabilidad de seguir estudiando, interpretando, propiciando su conservación, y finalmente, de comunicar adecuadamente la existencia de este maravilloso mundo debajo del agua”, concluye Guillermo de Anda.

 

El patrimonio cultural subacuático mexicano es riquísimo: Roberto Junco Sánchez

La Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH se ha encargado, desde hace 23 años, de liderar los proyectos de estudio, exploración, conservación y difusión del extraordinario patrimonio que  espera paciente en el fondo de los cuerpos azules su descubrimiento.  El titular de la dependencia, Roberto Junco Sánchez, conversó con Siempre! acerca de esta apasionante subdisciplina que ha cambiado el “desenterrar” por el “sacar a flote” las piezas del rompecabezas de la historia.

Respecto  a su fascinante labor, el doctor Junco define la arqueología subacuática como una serie de procesos que consisten en identificar, investigar, conservar y difundir todos los restos y  rastros del pasado que se encuentran bajo el agua. Labor sumamente fructífera, pues, asegura el especialista, en el medio líquido se conservan de manera inmejorable algunos materiales, como el papel, el cuero y las telas, que en tierra desaparecían fácilmente. Sin embargo, para lograr concretar dichos descubrimientos se llevan a cabo meticulosas exploraciones y procesos de acuerdo con el contexto en que se desarrollan los proyectos, pues deben realizarse exhaustivas investigaciones en archivos y diversas fuentes históricas.

“Nuestro trabajo se lleva a cabo en todo tipo de cuerpos de agua y  la principal característica que consideramos para realizar una exploración es la profundidad de los mismos; así, cuando se trata de aguas profundas se deben utilizar aparatos de geofísica como el sonar y el magnetómetro e incluso robots, mientras que en aguas de menor hondura, el proceso completo lo puede realizar directamente el equipo de buzos”.

Con una presencia prácticamente de punta a punta en el territorio nacional, la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH se encuentra inmersa en muy diversos proyectos en que ha logrado igualmente recatar vestigios prehispánicos del cráter del Nevado de Toluca, hallar restos de dientes de sable en acuíferos o localizar naufragios de galeones coloniales cargados de tesoros. Algunos de estos admirables hallazgos se encuentran en sitios como el Museo de Arqueología Subacuática en Campeche, pero, puntualiza Junco, en el ámbito de la conservación, en numerosos casos es preferible que los descubrimientos permanezcan sumergidos bajo el agua.

“Hoy, la filosofía de la arqueología subacuática consiste en realizar las respectivas intervenciones dentro del agua y dejar los objetos o restos sumergidos, debido a que existen elementos, por ejemplo el hierro, que se puede encontrar estable en el medio acuoso, pero que una vez fuera de él sufre cambios químicos que lo deterioran rápidamente. Así pues, los retos de restauración y conservación son enormes”.

Con inmensa pasión por su trabajo y apoyo de diferentes instancias de financiamiento, Roberto Junco reconoce la extraordinaria responsabilidad y esfuerzo que conlleva preservar estas ventanas  al pasado que representan buena parte del patrimonio histórico mexicano, lo cual no ha sido en vano pues han recibido notables galardones, por ejemplo, en el Foro de Arqueología Mundial, y han podido dar a conocer a México y al mundo sus logros gracias a innumerables medios de comunicación.

“México tiene un riquísimo patrimonio cultural bajo nuestras aguas, por lo que hay mucho por hacer, por investigar y difundir, y estamos puestos en esa labor; esperamos que más gente siga incorporándose y se interese también por este legado que es muy variado, muy rico, muy hermoso”, concluye.