En aras de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1968 en México, las autoridades de dicho evento propusieron que, a la par de la competencias deportivas, se llevara a cabo también una Olimpiada Cultural en donde las naciones se midieran en diversas disciplinas artísticas, aportando cada uno la esencia característica de su país en el ámbito. Uno de los resultados más notables del certamen intelectual fue el nacimiento del que es el corredor escultórico más grande del mundo, con un total de 17 kilómetros de longitud: la Ruta de la Amistad.

Es así como fue concebido, a través de la mente de Mathias Goeritz y la dinámica de Pedro Ramírez Vázquez, un circuito conformado por 19 monumentales esculturas hechas por artistas provenientes de todos los puntos del orbe. Además, aunque no formalmente dentro del recorrido, deben contarse tres obras dispuestas en diferentes puntos. Estas son: La Osa Mayor, ubicada en el Palacio de los Deportes, Hombre corriendo que se encuentra dentro de la Ciudad Universitaria y El Sol Rojo que engalana la explanada del Estadio Azteca.

Integrada por trabajos de creadores de la talla de Ángela Gurría, Joseph María Subirachs, Herbert Bayer y Gonzalo Fonseca, la Ruta de la Amistad es un baluarte de extraordinaria riqueza que había sido olvidado entre el polvo, el concreto y la cotidianidad hasta este 2018, en que seis de estas icónicas esculturas serán restauradas para devolverles su brillo original. La labor de revitalizar los monumentos ha comenzado ya por El sol bípedo del húngaro Pierre Székely, del que fue removidas varias capas de pintura hasta llegar al concreto original con el fin de proporcionarle hasta cincuenta años de conservación.

“Las reparaciones que antes se hacían consistían sólo en pintar sobre lo que ya estaba pintado y con esto sólo duraba seis meses máximo en buen estado. Entonces propusimos al Patronato hacer un arreglo total desde la base y tuvimos que quitar el recubrimiento y llegar a la parte madre de la escultura. Con esta técnica tienen una larga vida, y sólo se requiere limpieza cada dos años, pero se lava y ya quedó”, dijo a Excélsior Jesús Ocampo, director de MAPEI México, empresa encargada de la intervención.  Con una pintura hecha a base de poliuretano y agua, el especialista aseguró, además, que el material es amigable con el ambiente y repele las pinturas con bases de solvente, por lo que los grafitis serán fácilmente lavables.

Este proyecto comienza con el objetivo de conmemorar el 50 aniversario de la Ruta, indicó Luis Javier de la Torre, director del Patronato Ruta de la Amistad, esperando que el complejo pueda ser declarado Patrimonio Artístico de la Nación y reciba la focalización que ello conlleva. Un proceso idéntico en el que se ha llevado a cabo en la obra de Székely, se realizará en las cinco esculturas restantes dentro del plan.

Por otra parte, Ernesto Olguín, quien fuera responsable del montaje de las enormes piezas hace medio siglo, lamentó el traslado de algunas de ellas, considerando que fue el segundo piso del Periférico el responsable de dichas modificaciones que terminaron  deformando la Ruta. Sin embargo, recuerda con emoción las acciones para concluir este trayecto estético, que una vez más volverá a relucir en las calles de la ciudad.