La línea imagina ser la continuidad del dibujo pancreador. Raúl Renán

Héctor Xavier (Tuxpan, Veracruz, 1921-1994) decide afincarse en la Ciudad de México en el año 1938. Con tan sólo diecisiete años de edad busca trabajo como vendedor y merolico en el centro de la metrópoli para más adelante ejecutar caricaturas en blanco y negro en las que cobraba cuarenta centavos y las de color uno cincuenta, en la calle de San Juan Letrán (hoy Eje Central). Autodidacta, Xavier acompañado por el artista dominicano Darío Suro instala un taller de pintura en el Hotel Rey situado en las calles de Nilo y Melchor Ocampo. El dibujante tuxpeño jamás accedió las reglas del método de enseñanza de la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda del Instituto Nacional de Bellas Artes. Su primera exposición individual se realiza en 1945 en el Museo de Arte Moderno (hoy Museo del Palacio de Bellas Artes) mostrando una serie de dibujos con la tradición de la Escuela Mexicana. Era 1952 cuando, junto con Vlady, Enrique Echeverría y Alberto Gironella —estos dos últimos artistas uniéndose posteriormente—, abrirían la Galería Prisse  ubicada en la colonia Cuauhtémoc de ciudad metropolitana. Vendrían los viajes a Europa, Estados Unidos, África hasta su retorno a México en 1955.

Un hombre con trayectoria internacional reconocido por mérito propio. Su obra entre los que destacan el álbum Punta de plata publicado por la UNAM, 1961, acompañando los textos de Juan José Arreola, ilustró numerosos libros de poesía; era un gran lector del género. Destacan sus ilustraciones en los libros de Jaime Labastida, Efraín Huerta, Raúl Renán, Óscar Oliva, por nombrar algunos, igualmente en antologías poéticas o publicaciones como Revista de la Universidad de México, Plural, Diálogos, en los diarios Excélsior, Novedades, unomásuno (secciones culturales).

Relatado este preámbulo, subraya Raúl Renán en su libro Educación de la línea: “La línea se alinea en cualquier clima de la tormenta humana. Una línea se atraviesa para que otra la parta, otra línea para que una la incube”. Héctor Xavier. El trazo de la línea y los silencios es un tributo al artista plástico Héctor Xavier inquieto, con sus manos resentidas de placer, absortas que reclaman goce, justicia. Sus trazos en blanco y negro  modelan para que el espectador hable en silencio pues sus dibujos maravillan la obra  que no tiene adornos como lo afirma el apartado de Angélica Abelleyra: “México, país en blanco y negro; el color lo ponen los turistas”.

—¿Cómo se dio el paso de la pintura al dibujo?

Era  un artista nacido en una engañosa publicidad de que México es un país de color. No lo creo. Estoy del lado del maestro Gabriel Figueroa que dice: “México es un país en blanco y negro. El color lo ponen los turistas”.

Xavier, durante una época, mostró sensualidad, el instante fugaz de la vida, los elementos en conmoción eran la diversidad de la humanidad, así lo confirma sus dibujos a tinta china, en los que ponderan trazos negros y gruesos de animales y hombres interactuando en movimiento, realizados en 1993-1994. Este libro de arte alcanza su máxima observación de contemplación en figuras móviles, firma Gilberto Aceves Navarro “desde adentro, desde afuera”.

“En la serie Señales de vida, el giro de los 360°, hay una búsqueda espacial, los cambios de proporción. Lograr ese movimiento es parte de los secretos del pintor: la imaginación. Aquí entra lo que se llama tocar, que es otra manera de sentar y ver la realidad, es decir, veo más cosas paralelas hacia arriba, abajo, derecha e izquierda. Son los modos de ver el mundo, pero con la exigencia de que no se vea sistemáticamente. La obligación de quien ve no es que lo desmenuce, es el contraste, la posibilidad de una unidad como  logró hacerlo Héctor Xavier”.

Héctor Xavier rompe con esquemas de aquel México de  los años sesenta, enfrenta los atisbos cotidianos, los desencuentros vivenciales, aquellos claroscuros momentos pero con matices de belleza. Xavier perteneció a una generación de artistas que logró arrancar con lo establecido. Conquistó despintar la premisa impuesta por David Alfaro Siqueiros refiriéndose a la forma pictórica del muralismo imperioso de la época “no hay más ruta que la nuestra”.

Héctor Xavier El trazo de la línea y los silencios es un obsequio a los ávidos lectores que disfrutan el arte de las líneas, la figura, el tono blanco-negro, la técnica de la punta de plata como lo hizo este extraordinario dibujante; un libro que atesora la alhaja memoria de cada uno de sus amigos, amigas que comparten aquellos tiempos con el artista. Reafirman en el prólogo Angélica Abelleyra y su hija, Dabi Xavier. “A partir de la amistad y  el interés compartido, nos dimos a la tarea de reunir este material a fin de hacer presente a un personaje fundamental en el acontecer cultural y plástico de la segunda mitad de la centuria pasada. Quizás este esfuerzo sirva también para que las instituciones culturales de nuestro país revaloren su trayectoria creativa y que lo aquí reunido sea apenas el inicio para reconsiderar a Héctor Xavier en futuras investigaciones sobre arte, en proyectos académicos y de exposiciones sobre arte, en proyectos académicos y de exposiciones, en ejercicios de crítica y de la posible recuperación integral de su obra”.

Pláceme a la familia Xavier Kaiser, al Gobierno del estado de Veracruz, Universidad Veracruzana, Instituto Veracruzano de la Cultura, Secretaría de Cultura.