En la calle Velázquez de León, en el Centro de Acapulco, Guerrero, donde el sonido de los taxis colectivos de las diversas rutas de Acapulco, resuenan el claxon y el grito para advertir a los pasajeros su presencia, se encuentra el dueño de la peluquería “Mi Chiquita”, Esteban Liborio Jiménez, quien emigró de su pueblo Ometepec. Relata que su padre lo indujo para decidirse por el oficio de las tijeras. “Recuerdo muy bien, cuando mi padre me platicó que si quería tener suerte con las mujeres, debería contar con un oficio, porque él lamentaba que una dama, de la que se enamoró profundamente, lo rechazara por ser un simple campesino, por lo que al ver las peluquerías en el puerto, comencé a aprender de los grandes y me inicié en esta bella carrera”, dijo Liborio, como lo conocen sus amigo en el lugar.

Liborio Jiménez recuerda que en 1970 llegó a Acapulco, en ese entonces el puerto más reconocido a nivel mundial, donde aprendió a cortar cabello y donde escuchaba las historias más fascinantes de sus colegas, como don Humberto Martínez, dueño de la peluquería “Poppof”, los cuales lo mismo rasuraban a las estrellas de cine como Germán Valdez “Tin Tan”, a luchadores, deportistas como Apolonio Castillo, Clemente Mejía, “Perro Largo”, como a los miles de habitantes de una ciudad floreciente como Acapulco. “Las peluquerías más antiguas que yo recuerdo son “La Michoacana”, “La Mirinda”, “México 70”, “La Poppof”, de mi amigo Humberto, entre otras, las cuales aún existen en Acapulco”, señaló.

Liborio, con la voz entrecortada y con el brillo en sus ojos que reflejaban el asomo de una lágrima, por recordar a una de las mujeres que más amó en su vida, relató que pensaba que su destino seria ser peluquero por siempre, pero que una decisión de su novia lo llevó a superarse y a titularse como contador y administrador de empresas sacando de entre su cajones de herramientas la credencial que lo acreditaba como titulado. “Un día, visité como de costumbre la casa de mi novia. Ella gozaba de buena posición social y yo estaba perdidamente enamorada de ella. Sin embargo, cuando intenté besarla, esquivó mis labios y al cuestionarle lo que le ocurría, contestó que había tomado la decisión de terminar nuestra relación, ya que yo no era suficiente hombre para ella, al grado de comentarme que mi mundo sólo eran las tres sillas de mi peluquería, y que yo jamás podría darle la vida que se merecía, y así culminó todo, como un balde de agua helada que congeló mis instintos y partió mi corazón”, dijo.

>> Texto e imágenes de Bernandino Hernández a través de la Agencia Cuartoscuro<<