Ha concluido la denominada por la legislación electoral “precampaña”, etapa en la cual se supone que los partidos políticos eligen entre los aspirantes a las candidaturas a sus abanderados como precandidatos y en el cual sus actividades se constriñen a realizar campañas internas entre sus militantes. La realidad es que lo que los ciudadanos presenciamos fue una campaña en forma. Un simulacro para decirlo de manera llana y franca.

Los principales contendientes de tres alianzas electorales, a saber: PRI, Verde y Nueva Alianza, con José Antonio Meade; Morena, PES y PT con Andrés Manuel López Obrador, y PRD, PAN y MC con Ricardo Anaya; inundaron los medios de comunicación y las redes sociales con su propaganda, aunado a los esfuerzos de difusión y propaganda de los mal motejados candidatos “independientes” que recolectaban firmas para alcanzar su registro. Al parecer tres de ellos, lograrán estar en la boleta electoral, Margarita Zavala, Jaime Rodríguez, alias el Bronco, y Armando Ríos Piter, alias el Jaguar.

La estridencia mediática fue de muchos decibeles, y no tendría nada de malo, si no constituyera, amén de la simulación arriba mencionada, un torneo de descalificaciones, injurias, amagos, insultos, difamaciones y toda clase de infamias en súper lucha libre de todos contra todos. Cual más, cual menos, todos los partidos, con base en ocurrencias, reciclamiento de acusaciones superadas, invenciones y toda clase de bajezas indignas de la política, atravesaron esta etapa electoral, privilegiando la calumnia por encima del argumento. Los adjetivos estrangularon al sustantivo.

Las redes sociales y su exagerada manipulación mostraron la peor cara de la guerra sucia electoral, llovió detritus como impulsado con ventilador. Las propuestas, los programas, los proyectos se ausentaron y se hizo presente el intercambio de infamias, y cuando se ocuparon, fueron solo vaguedades o demostraron la ignorancia total de algunos de los candidatos de nuestro texto constitucional, de la separación de los poderes, del quehacer mismo de la administración pública; el objetivo era solo atraer potenciales electores, quizás a sabiendas de que lo prometido no podrá cumplirse.

Algunos mostraron su vena autoritaria, amagando con demandar medios de comunicación, amenazando periodistas o ilusamente pretender dar clases de periodismo. Lo verdaderamente grave es que esa actitud devela una profunda intolerancia y un acotamiento de la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa. Nuestro país ya superó esa etapa y no existe espacio para una regresión, que no olviden.

Ahora, en la fase de intercampañas, seria deseable que los candidatos, sus coordinaciones de campaña o los integrantes de sus War Rooms como les gusta nombrarse, en la obligada revisión y autocrítica que les permite este alto en el camino, replanteen sus tácticas y estrategias. Que en lenguaje sencillo y claro expongan sus programas de gobierno; los qué, los cómo, los cuándo, los con qué realizarán los cambios que no se cansan de preg

Que guarden su obsesión por el fuego aquellos pirómanos empecinados en incendiar a la sociedad.

onar, que representan y que quieren para México.

Los ciudadanos debemos exigir la dignificación de la política. Queremos campañas de propuestas y proyectos viables. Suena utópico, pero no podemos, no debemos, conformarnos con el bochornoso espectáculo hasta ahora puesto en escena y que amenaza con mayor degradación y virulencia, que terminará con acrecentar el encono, la división y la confrontación social. Que guarden su obsesión por el fuego aquellos pirómanos empecinados en incendiar a la sociedad.