En aras de recibir el Premio Pepe Carvalho, James Ellroy conversó con El Cultural de España. Ellroy es, en sí mismo, un curioso personaje; viste cotidianamente camisas hawaianas, gusta de las sensaciones gélidas, las bromas y la atención extrovertida del público. En su pasado, el asesinato de su madre, marcó para siempre su vida, sus obsesiones y sus letras.

Aunque admite que nunca ha oído hablar de Pepe Carvalho y que más le gustaría recibir el premio “Al mejor matador” nombrado en honor de Ordoñez o Luis Miguel Dominguín, Ellroy se muestra positivo ante el galardón y las reivindicaciones del pasado; una de ellas, la reedición de Mis rincones obscuros, el primer volumen de su existencia escrita en que plasma la vida en Los Ángeles durante su infancia, ausente, física o emocionalmente de padres. Cuanta que se encuentra trabajando en la segunda entrega de la tetralogía a la cual planea titular This Storm.

Respecto los hechos que le influenciaron para ser escritor, James Ellroy identifica dos determinantes, el asesinato de su madre y la lectura ininterrumpida de novelas policiacas, sobre todo La placa,  de Jack Webb. El sarcasmo y las ideas irreverentes representan para él un elemento esencial de su personalidad literaria, sin embargo,  sus detonantes frases e insinuaciones, asegura, nunca pasan de ser una mera guasa:

“¡Sólo bromeo! En el instituto sólo quería llamar la atención. Y la mejor manera de hacerlo era gritar toda clase de cosas que nadie quería oír. ¡Yo sólo quería que alguien me quisiese! ¡Sólo quería amor! ¡Un poco de amor! Estaba gritándole a toda esa gente: ‘¡Miradme! ¡Miradme, todos! ¡Estoy aquí y estoy solo, dadme un poco de amor!”.

James Ellroy escribe a mano, detesta los ordenadores, se describe como un autor ordenado el cual únicamente escribe salvo cuando toma dos o tres siestas al día.

“Escribo a partir de esquemas ingentes. Sé al detalle, antes de empezar, todo lo que va a pasar en la novela, y así puedo concentrarme en cada escena, y narrarla como algo único”.

A pesar de la temática de su obra, Ellroy sabe que hubiera fracasado como detective o policía, pues, además de que no le agrada tratar con la gente, piensa que sería divertido “matar criminales y torturarlos, sacarles la verdad como fuese”, por lo que decide legar esa peculiaridad personal sólo a su imaginación, mientras mira la serie televisiva The Killing es casi aterrador imaginar que está pensando James Ellroy.