Por Paulina Figueroa

Video: Mónica Cervantes

 

La depresión es una enfermedad que padecen más de 300 millones de personas de todo el mundo, de las cuales sólo la mitad recibe tratamiento. México no está aislado de esta grave situación. Uno de cada 10 adolescentes sufren depresión. Jóvenes de entre 12 y 24 años se quitan la vida a diario, colocando al suicidio como la segunda causa de muerte entre adolescentes. De no atenderse este problema de salud pública se estaría hablando que para 2020 la depresión será la segunda enfermedad más frecuente en el mundo, desplazando a los accidentes cerebrovasculares. A continuación te presentamos la historia de Miguel, un adolescente que vive bajo la sombra de esta terrible enfermedad.

 

Desde el precipicio

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]I[/su_dropcap]gnoro el día y la hora en que moriré. Todos desconocemos la fecha. Él pudo elegirla. No se sabe si jaló el gatillo o si enredó sobre su cuello una soga. Tal vez fue menos doloroso tomar pastillas. Poco se habla del tema. Murió de tristeza y soledad.

 

***

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l 15 de agosto de 2005 nace el segundo varón de la familia Pérez Rodríguez, lo llaman Miguel y 13 años después sueña con ser neurocirujano, curiosidad que crece cada vez que ve un capítulo de aquella serie de médicos, Dr. House. No le asusta la sangre. Le intriga el cuerpo humano.

Alumno destacado de la Escuela Secundaria Zamna 169, ubicada en Ecatepec, Estado de México. Este municipio mexiquense es conocido por ser el número uno en feminicidios. Es una zona peligrosa, con altos niveles de delincuencia. Nada extraño para las más de 400 mil familias que habitan esta localidad sin ley.

Los problemas de Miguel van más allá de lo que se dice en los noticiarios que ve por las mañanas. Las riñas entre sus padres impregnaron su infancia. Las fiestas y los viajes familiares salvan los recuerdos de aquella época borrosa y turbia.

Andrea y Pedro, padres del menor, pelean y se reconcilian. Un ciclo vicioso. ¿Por qué hay tantas peleas dentro de mi casa? Es una pregunta recurrente que se hace Miguel. No tiene la capacidad de descifrarlo. Es un adolescente. Corre. Brinca. Le apasionan los videojuegos. Ayuda en las tareas a sus hermanos.

Melón, mote que le dieron —al nacer— debido a su calvicie, prefiere las matemáticas y la mecánica automotriz antes que cualquier otra materia . Tiene una fascinación por los autos. Los camarones no pueden faltar cuando sopla una velita más.

La confusión se hospeda en la casa de Miguel —en Jardines de Morelos, Ecatepec— quien vive con su madre Andrea, su hermana menor Regina y su hermano mayor Kevin. Ya no hay más discusiones entre sus padres. Los gritos ahora provienen del mayor de los Pérez Rodríguez (Kevin). Andrea también grita. “¡Mi hermano no entiende a mi mamá. Yo tampoco!”.

El XBOX y los partidos del América, equipo de futbol favorito de Miguel, quedaron en el olvido. Dejó de tener energía y ánimo. Las tardes de diversión y las risas a lado de su padre son puros recuerdos. “A mi papá no le gustaba verme triste”.

Hace cuatro meses el padre de Miguel se suicidó. La ruptura familiar es la respuesta de consuelo que utiliza para entender a su padre. La tristeza y la soledad lo llevaron a tomar esa medida.

La muerte repentina de su progenitor encerró a Miguel en un abismo de preguntas. En un silencio hermético. Hablar del tema es doloroso. La realidad lo rebasa. No entiende por qué tomó la decisión de quitarse la vida.

Miguel dejó de hablar. Olvidó sus sueños. Llora. La rebeldía —típica de un adolescente—salió de los límites. Se golpea con su hermano mayor. ¿Por qué mi papá hizo eso? ¿¡Por qué!?

Se dice que el suicidio es un acto de cobardía en un momento de valentía. Miguel concuerda. Quitarse la vida no está bien. “Mi papá no quiso enfrentar los problemas con su familia. Lo que hizo es un acto de cobardía”.

 

¡Auxilio!

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]D[/su_dropcap]esde hace un mes, Miguel ingresó al Hospital de las Emociones, en la CDMX. Su tía le habló de la atención psicológica gratuita. No todo está perdido. El traslado de Ecatepec a la delegación Venustiano Carraza es cansado. Le toma más de una hora en llegar. Al igual que Miguel, Kevin recibe ayuda.

Debido al evento traumático, Miguel manifestó sentirse muy triste, mostrando poca habilidad para la expresión emocional; lo que provocaba que presentara conductas de aislamiento, poca comunicación con su familia, y en ocasiones se mostraba agresivo.

De acuerdo al “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” — (DSM-V, por su siglas en inglés) — Miguel presentó por lo menos 5 de los 9 síntomas para el diagnóstico de depresión.

Durante la consulta psicológica se detectan síntomas como pérdida de energía, sentimientos de poca valía, culpa excesiva, dificultad para concentrarse y pensamientos de muerte.

En México, la atención emocional es poco accesible para la clase media, —la clase baja no se permite estar “depre”—. En una institución como el IMSS, la consulta —para los no derechohabientes— cuesta más de 500 pesos por sesión. Para quienes cuentan con el Seguro Social la historia es igual o peor de quienes pagan.

En la CDMX un psicólogo privado cobra entre 800 y mil pesos la sesión. Hay pacientes que requieren asistir a consulta más de una vez a la semana. ¿Quién pueden pagar este “lujo”?

El Hospital de la Emociones —otra vía de atención— se encarga de prevenir conductas de riego a jóvenes de entre 12 y 29 años, en la CDMX. La gran demanda de la población para acceder a estos servicios ha rebasado la capacidad operativa del Hospital. Cuenta con un listado de 500 personas para ser atendidas. El tiempo se agota.

Desde su ingreso, Miguel puede hablar del suicidio de su padre. Aún no entiende qué lo arrojó a tomar esa decisión. No sabe si alguna vez pueda hacerlo. Ha comenzado a abrir sus emociones. Llora menos que antes. El dolor se disipa y resurge.

Durante el proceso psicológico las metas a trabajar se enfocan en optimizar la capacidad para el control emocional, asertividad, mejorar la comunicación familiar, desarrollar una adecuada toma de decisiones, reestructuración de pensamientos negativos.

Miguel busca resolver sus problemas y los de su madre. La mujer de 35 años tiene una mirada triste. Está cansada. Vive bajo un estrés perpetuo. Tiene tres hijos y una dura realidad que afrontar. “No me gusta verla así. Me gustaría que recibiera apoyo psicológico. Estar mejor con todos, que ya no hubiera problemas en mi casa. Poder comunicarnos”.

Miguel deja de lado los planes a futuro, se concentra en el ahora. Busca tener una mejor relación con su hermano —quien también ha caído en la tristeza—. Pese a su corta edad, Miguel no sabe qué es la depresión y no cree padecerla. Aún le queda un largo camino de terapias y muchos preguntas por responder. La menor de la familia está por ingresar al Hospital de las Emociones. Andrea, su madre, espera turno.

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La depresión no es una condena

Por Ramón Urreta

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]D[/su_dropcap]esde hace semanas no puedo dormir. Me despierto por la madrugada y no consigo conciliar el sueño. Duermo 3 o 4 horas diarias. A veces menos. Tampoco puedo levantarme de la cama y algunas cosas en realidad sencillas, me cuestan un trabajo mayúsculo: salir a dar un paseo, el aseo de la casa, hablar con mis amigos. No es la primera vez que me pasa. Lo que es diferente es que esta vez estoy en tratamiento y, además, que me ha dado por contarlo. Pero no es fácil.

El primer problema al hablar de depresión es la imposibilidad de lograr que empaticen con el enfermo. Todo lo que uno diga carece de sentido, pues es un trastorno en el que lo más importante no son los hechos, sino la intensidad. Y esa intensidad, es íntima. Pensemos en un beso. Es claro que un beso es un beso. Pero nadie sino el enamorado puede dimensionarlo.

Muchas veces he tratado de recodar el momento en el que perdí el control de mí mismo. Nunca lo consigo. Hasta donde sé, siempre he sido un tanto retraído. Bastante tímido para hacer amigos, pero suficientemente amable para no estar solo. Ensimismado en ocasiones, pesimista casi siempre.

Quizá fue tan paulatino que no me di cuenta hasta que era un verdadero problema. A los 21 años tuve mi primera crisis nerviosa. Después se sucedieron, primero con algunos meses de diferencia, hasta llegar, un par de años después, a tenerlas prácticamente a diario.

La primera vez que pensé suicidarme fue de noche, en la línea azul del Metro. Salía muy tarde de casa de mi expareja. Me sentía devastado. Caminé por el andén y en la línea de seguridad sentí el impulso de arrojarme. Si alguien no lo ha sentido con intensidad, repito, no lo podría entender. En el último momento vi los rostros cansados de la gente. ¿Cuánto afectaría a alguien ver a un cuerpo arrojarse a las vías del tren? Decidí no hacerlo. En cambio lloré todo el camino a casa. Pocas cosas son tan ridículas como llorar en el transporte público, en hora pico.

Quiero decir que reconozco ridículos prácticamente todos los momentos en que he estado en crisis. Reconozco ridículo lo que hago, lo que siento cuando estoy así, si es que lo recuerdo –a veces no recuerdo lo que hago-. Los deprimidos no somos estúpidos. Simplemente no puedo controlarme. Trastorno mixto de ansiedad depresiva, eso me diagnosticó el psiquiatra. La mezcla de ansiedad y depresión resulta peligrosa. Cualquier objeto cercano puede ser un arma. Incluso las mismas medicinas. En general, vivo diferente. La vida se ve diferente. Es como tener lentes con filtro. Aunque no es del todo malo. Esos lentes me hacen amar más lo que hago, lo que veo, lo que leo, amar más, en general.

Hace un tiempo me encontré en internet con un video titulado: “Yo tenía un perro negro, su nombre era depresión”; en él, el escritor e ilustrador Matthew Johnstone acepta su depresión con la metáfora del can fiel que, sin embargo, roba la vida del que camina con él. “Cada vez que el perro aparecía me sentía vacío y la vida parecía detenerse”. Me pareció una revelación. No sólo porque lo avala la Organización Mundial de la Salud, sino porque al verlo, por primera vez sentí que entendía lo que me pasaba. Que alguien sabía lo que me pasaba. Que alguien comprendía. Y a decir de las miles de comentarios que suceden al video, no soy para nada el único que lo siente. Y lo mejor es la idea de que la depresión no es una condena. De que, trabajando en ella, uno puede tener una vida, si no normal, por lo menos funcional.

 

[su_youtube url=”https://www.youtube.com/watch?v=XiCrniLQGYc” width=”720″](((VIDEO)))[/su_youtube]

 

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Pensamientos suicidas

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]a depresión en jóvenes —en particular— es muy importante porque tiene consecuencia de nivel escolar, profesión e interpersonal. Una persona que tiene depresión —por primera vez— a los 45 años ya tuvo el nivel educativo que debía tener y tomó las decisiones de pareja o carrera, pero una persona que a los 16 años tiene depresión afecta su habilidad de mantenerse en la escuela, reveló para Siempre!, Corina L. Benjet, doctora del Instituto Nacional de Psiquiatría.

Destacó que hay señales que uno puede ver de jóvenes que tienen pensamientos suicidas, por ejemplo: empiezan a regalar sus cosas, hay quienes escriben canciones/poemas sobre la muerte, ya no tienen deseo de salir con sus amigos o de realizar actividades que antes disfrutaban. “Comentarios así hay que tomarlos muy enserio”, explicó la doctora.

[su_youtube url=”https://www.youtube.com/watch?v=bOZBRc6U3bg” width=”720″](((VIDEO)))[/su_youtube]

 

Enfermedad costosa

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]n entrevista para Siempre!, María Fernanda Olvera, directora del Instituto de la Juventud de la Ciudad de México (Injuve), aseguró que para cambiar la visión de las políticas publicas y poder erradicar la depresión, es necesario entender que la depresión es una enfermedad que va al alza y es costosa.

En términos de desarrollo, el joven con depresión y con otros tipos de trastornos (ansiedad, pensamientos de muerte, corazones rotos) está perdiendo una oportunidad de desarrollo que impacta al PIB. “Es el momento de gastar en prevención porque es mucho más barato que tener que invertir en lo correctivo”.

[su_youtube url=” https://www.youtube.com/watch?v=yWTZUJQYeoU” width=”720″](((VIDEO)))[/su_youtube]