“Los personajes de los cuentos de Amparo Dávila son vivencias de una usurpación. Muchas veces he pensado que esta mezcla de convivencia entre seres de la ficción con otros de la vida real —familiares, amigos— responde a esa dualidad, están aclimatados en ese sitio, en ese umbral donde no se percibe la línea de la razón y del enajenamiento”, se lee en la nota introductoria, que Luis Mario Schneider, dedica en el numero 81 de Material de Lectura, a una de las mejores cuentistas mexicanas de la mitad del siglo XX, la escritora Amparo Dávila, quien cumple el día de hoy, 90 años de vida.

“El mundo de Amparo Dávila es siempre uno y lo maravilloso es que ese sólo mundo es polifacético y diverso”, expresa Schneider, quien agrega que la escritura de la autora nace siempre de lo cotidiano, de lo modesto, de lo sin nombre, pero que poco a poco, sin nerviosismo, sin intranquilidades va recorriendo un lento camino hacia lo insólito; es una ruta al erizamiento.

“Creo que los cuentos de Amparo Dávila no son sólo literatura, sino una profunda investigación en el campo de la ética, del comportamiento humano. Narraciones de detalles donde hasta el más ínfimo acontecimiento colabora para la realización total, apoyado en un lenguaje ceñido, preciso, elemental”, apunta Schneider en su texto de 40 paginas, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A nueve décadas de vida, Dávila no cree en la literatura hecha con sólo imaginación o a base de inteligencia pura, sino en la literatura vivencial, la que comunica la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, lo que hace que la obra perdure en la memoria y en el sentimiento.

La obra literaria de la autora plantea una realidad oculta a través de una mezcla entre lo real y lo fantástico construida sobre la locura, el amor y la muerte, temas que ha desarrollado.

Dávila, en repetidas ocasiones, ha expresado que ha vivido el quehacer literario como una parte de sí misma, como una necesidad ineludible de expresión, nunca como una fría y rutinaria profesión, sino como una larga y terca pasión, hacia la cual ha sido una amante inconstante, pero fiel.


Sus primeras obras literarias fueron los poemarios Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1954) y Meditaciones a la orilla del sueño (1954). En el género de cuento destacan los títulos Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1964), Muerte en el bosque (1985) y Árboles petrificados (1977), con el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia.

La autora ha manifestado que nunca se interesado en escribir una novela, sólo crear cuentos y poesía, los cuales exigen mucho rigor. “Disfruto por igual los dos géneros, que siempre brotan en mí por necesidad”.

Son varios los cuentos de la autora zacatecana donde utiliza la ambigüedad, y las historias paralelas de lo evidente y lo oculto. La paranoia y el miedo en el que viven sus personajes los llevan a participar en actos siniestros, ya sea como ejecutantes o como seres que padecen y aceptan lo ominoso como una forma de vida o un destino.

Estudiosos de la obra de Amparo Dávila señalan que ésta tiene influencia de Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola y Julio Cortázar; que creó una literatura poblada de mujeres enamoradas, viudas, esposas, solteronas, hijas, madres y hermanas, reuniendo en sus cuentos un conjunto de atmósferas sombrías, donde lo siniestro acecha cada párrafo, y el realismo cotidiano transita a los límites de la locura.

La escritora, considerada una de las pocas cuentistas cuya literatura parece rebasar la realidad sin entregarse por completo a la fantasía, vivió su primera infancia en Pinos, Zacatecas, pasando largas horas en la soledad del campo y experimentando el miedo, otro tema constante en su narrativa, mezclándose en ella los acontecimientos vividos y su inventiva.

La voz de la escritora zacatecana que se negaba a integrarse a ningún grupo específico ni hacer carrera para ganar fama, renombre o dinero, se revaloriza y se convierte en una voz inolvidable e imprescindible de la narrativa latinoamericana, con sólo el poder de su propia voz literaria.

Dávila, quien recibió la beca del Centro Mexicano de Escritores en 1966, es una de las autoras más antologadas; varios de sus relatos aparecen en recopilaciones hechas en alemán, francés, inglés e italiano.

El nombre de Amparo Dávila está en la lista de zacatecanos ilustres que han hecho invaluables aportaciones a la cultura del país, entre quienes se encuentran Ramón López Velarde, Mauricio Magdaleno, Francisco Goitia, Julio Ruelas, Manuel M. Ponce, Manuel Felguérez y Roberto Cabral del Hoyo.