Por Futuro Moncada

 

Si algo interesante tiene la experiencia de ser padre o madre es regresar en el tiempo para sentir en cuerpo ajeno lo que vivimos cuando recién entrábamos en la conciencia, sobre todo durante esos años en los que la nada se fue iluminando poco a poco en ese conjunto de cosas organizadas y con nombre que llamamos realidad.

Los libros para niños se han convertido en una parte importante de mi biblioteca desde que soy papá, así que ya puedo identificar un poco los procesos de pensamiento que siguen sus autores para ponerse a tono con el más implacable de los lectores: un niño. Retiñendo un poco más el lugar común de esta última frase, diré que los niños son lectores difíciles porque no tienen tiempo para ir por ahí leyendo algo que no les interesa.

Monólogos de un niño inconforme (Abismos, 2017), de Alfredo Padilla, es un libro convencional en muchos aspectos, pero no en el más importante: el sentido que tienen sus textos. Me explico: este no es un libro para niños (o tal vez sí lo sea) aunque esté narrado en la primera persona (intervenida) de su propio hijo (André); no es un libro para niños aunque llegue a tocar sutilezas del pensamiento de un niño, me refiero a detalles que difícilmente pueden inventarse si no se comparte de manera cercana con uno de ellos.

Repito que este no es un libro para niños (aunque a la larga terminará siéndolo), sino para adultos que -tal vez- han olvidado lo que significó ese momento de la vida. Es, además, un diálogo entre un padre y su hijo, que intentan comprender su vínculo gradual y cambiante (espejeante).

Alfredo asume la voz de un niño para opinar, no sin alevosía, acerca del mundo, y en ese proceso subvierte las peculiaridades del género literario infantil. Si este es o no un libro para niños, da lo mismo, basta con decir que visita esa dimensión y sus contradicciones: ese “lugar” que sentimos tan ajeno y que volveremos a conocer (de cierta manera) si tenemos la suerte de envejecer ¡Qué dramático! Ya sé.

El escritor Alfredo Padilla.

El escritor Alfredo Padilla.

Por otra parte, me veo en la penosa posición de decir que en Monólogos de un niño inconforme, Alfredo despoja al “niño” (me refiero a esta condición en universal) de características con las que siempre lo hemos asociado: inocencia (ignorancia), arrojo (incapacidad para distinguir los límites), falta de prejuicios (inexperiencia).

Alfredo deconstruye esa imagen y piensa al “niño” a contrapelo, con la mentalidad de un ser subversivo, egoísta y misántropo. Para él, los adultos son ese lugar adonde no se debe ir, los adultos son aquello en lo que no quisieras convertirte, los adultos pueden escribir libros para niños sin saber nada acerca de niños.

Para quien nunca ha tenido un bebé en brazos, mejor dicho, para quien nunca ha cambiado pañales, es decir, para quien nunca se ha despertado en medio de la noche más de tres veces a causa del llanto, diré algo: los niños son sucios, inestables, indecentes, torpes, volubles, caóticos, imperfectos y -por tanto- son el mejor método anticonceptivo conocido. Dicho esto, dejo unas frases del autor para animar la lectura de su libro o para inhibirla de una vez por todas:

“(…) un sólo minuto puede bastar para que padre e hijo puedan decírselo todo, como en una verdadera canción punk. No hay cordura en casa, tampoco violencia, simplemente nos negamos a madurar, seguiremos siendo niños, papá dice que si dejas de ser niño entonces morirás, y nadie quiere morir (…)”

Un comentario. No, mejor una sucesión de alaridos:

zang-tumb-tumb-zang-zang-tuuumb tatatatatatatata picpacpampacpacpicpampampac uuuuuuuuuuuuuuu

*

“¿Tienes hermanos? ¿Vas al kinder? ¿Ya sabes escribir? ¿Sabes contar? ¿Tienes muchos amigos? ¿Te gusta el chocolate? ¿Cuándo es tu cumpleaños? ¿Vas al baño solo? ¿A quién prefieres, a mamá o a papá? Yo no voy por la vida cuestionando a las personas, a la gente lánguida y aburrida, la que intenta ser interesante sin lograrlo del todo, sin siquiera esforzarse un poco.”

Hmmm:

¿Qué es la vida y que nos espera al final si algo nos espera? ¿Qué es el ser y qué es la nada?

¿Quién creó este universo?

¿Cuántas personas acostadas le dan la vuelta al mundo?

*

“Las personas mayores nunca pueden comprender por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”, los adultos son personas muy torpes, todo lo arreglan con gritos y golpes en la puerta, los niños no necesitamos disquisiciones, ni golpes, ni saliva en la cara, ni sangre sobre la boca, ni ojos violáceos, ni manoseos, los niños no necesitamos discusiones, inventamos certezas.

No tengo comentarios.

*

“Abuelos, tíos, primos, madres advenedizas, familiares de copas finas, todos pueden irse al excusado, junto con mi popó. Porque cuando papá y yo bailamos no existe nadie más.”

La popó es el origen del mundo conocido, o su fin, depende de cómo se vea.