Estados Unidos, el país de contrastes que en su origen se consagraba bajo el principio de que todos los hombres nacen libres e iguales, es también una nación en la que jamás se ha extirpado la tumoración que representa el racismo, la exclusión y un caudal de antivalores que navegan en las olas del puritanismo combinado con sesgos hipócritas, fariseos.

Lo anterior encuentra ejemplos tangibles en las masacres que se han perpetrado en centros escolares, religiosos o sitios de diversión en diversos lugares del vecino país del norte, la metralla usada por dementes suena inmisericorde. Quienes se asumen como máquinas de matar explayan su odio y acribillan, dichos seres trastornados rompen los silencios con fuego.

El último episodio vil fue el que se suscitó hace algunos días en Florida, concretamente en Parkland, el lugar en que se efectuó la masacre fue la secundaria Marjory Stoneman Douglas, diecisiete víctimas mortales, otros quince heridos y una conmoción atroz. Al centro escolar de referencia llegó el joven Nikolas Cruz con un rifle de asalto AR-15 para exterminar.

El hechor del multihomicidio participaba en un grupo cerrado de las redes sociales, ahí dejó constancia de su pensamiento racista, criminal. Deseaba matar mexicanos, afroamericanos, homosexuales y judíos, si de él dependiera habría asesinado a media humanidad.

Donald Trump, un tipo distante de pensar y comportarse como estadista, habla de atender esos problemas a los que define como derivados de asuntos mentales, no expresa la intención de regular el armamento con esa laxitud para adquirir arsenales. Estados Unidos es el país sobre la faz de la tierra que más armas tiene entre sus habitantes, se habla de alrededor de 350 millones.

Trump en el gobierno norteamericano seguramente ha inspirado un empoderamiento de las ideas racistas que conectan con el nazismo, la cofradía del Ku Klux Klan y otras organizaciones de gente que seguramente no creen en Dios, son agrupaciones plagadas de desalmados que sufragaron por el inquilino de la Casa Blanca.

La matanza de Parkland se une a un listado ominoso de hechos violentos que son la manifestación de barbarie en las mentes que odian, aniquilan para dejar un rastro de sangre, son también las pruebas de una descomposición que no se detiene, más bien se extiende.

Aunque vivimos en el siglo XXI que refleja el avance del consumismo, la revolución tecnológica, el modelo neoliberal como paradigma y muchas otras cosas propias de la posmodernidad, también se registran hechos que parecen ser prehistóricos como si el Homo sapiens hubiese bajado ayer del árbol porque la civilidad hace agua ante el embate de seres violentos.

En Estados Unidos urge una nueva táctica para combatir la violencia. En lo que respecta a nuestro país también se ocupa la creación de otras políticas públicas porque la inseguridad se acentúa en los últimos tiempos: homicidios dolosos, asesinato de aspirantes a cargos de elección popular. Es necesario recuperar espacios públicos y en ello hace falta la promoción del arte, la cultura como alternativa. Es asfixiante la atmósfera social.