Una de las discusiones más recurrentes entre los ciudadanos pro-Andrés Manuel López Obrador y quienes ya no están a favor del candidato de Morena, pero que alguna vez votaron por él, es la incongruencia que el precandidato ha demostrado en las últimas semanas.

Es decir, ¿se vale ganar como sea? ¿Qué tan válido es llegar al poder por medio de las mismas estrategias, alianzas y discursos que la “mafia del poder” que tanto ha cuestionado y ha utilizado durante los últimos 12 años…? ¿Nada más?  Seguro más, sin duda.

La pregunta es más bien para los electores, ¿se vale ganar como sea?

Escuché que un férreo simpatizante del tabasqueño, sobre todo por herencia, porque toda la familia siempre ha votado por la oposición, la resistencia, todo menos el PRI, y decía: “no importa y no estoy de acuerdo, lo importante es que gane Andrés Manuel, que mi voto importe y valga esta vez”.

Pero el propio Andrés Manuel es quien se ha encargado de desilusionar a sus simpatizantes, con sus decisiones arrebatadas y su discurso que cansa y a la vez incomoda porque está plagado de contradicciones.

Algunos exseguidores de López Obrador quedaron desencantados con el escándalo de las ligas de René Bejarano y Carlos Imaz, otros se decepcionaron con el plantón de Reforma, que hizo quebrar económicamente miles de negocios, después con la romántica y bipolar república amorosa…

Arribaron las elecciones de 2018 y las contradicciones son aún más grandes, primero una alianza con un partido ultraderechista, que podría confirmar que López Obrador no está totalmente a favor de la diversidad sexual y el aborto.

Después, una alianza con candidatos controvertidos, escandalosos y hasta del medio de la farándula, como con el examericanista Cuauhtémoc Blanco o el actor y desnudista Sergio Mayer.

Lo más grave es lo último: la selección de un “fiscal carnal”, y otros nombramientos en materia anticorrupción, fiscal general y electoral a “cuates”, amigos e incondicionales.

Ahora resulta que después de todo el escándalo que se armó con la supuesta designación de un fiscal a modo, para el actual presidente Enrique Peña Nieto, que incluso llevó al Poder Legislativo a una parálisis temporal, el tabasqueño busca hacer lo propio.

López Obrador busca un “iscal carnal”, y en otros nombramientos en materia anticorrupción, fiscal general y electoral, quiere colocar a “cuates”, amigos e incondicionales, pero también a conversos como Germán Martínez, quien fue presidente del PAN durante el gobierno de Felipe Calderón.

Este último caso es especial, ya que en su tiempo el aún panista presumía de ser el “nuevo Diego Fernández de Cevallos” (con todo lo que eso implica),  hoy después de la invitación le dedica su columna en el diario Reforma a Andrés Manuel para agradecer la invitación, que considera un honor.

Son interesantes los argumentos de los conversos como Germán, tiene incluso un sentido religioso; y más en este caso que se trata de un panista que ha dejado de creer en su partido.

En su texto, Germán Martínez califica la decisión del morenista como un acto de mediación: “el gesto político, más que legal, de López Obrador de buscarme, tiene algo hondo por resaltar: es un esfuerzo cívico de entendimiento, y quien sea el próximo presidente necesitará reconciliar al país”.

Es ahí donde radica la gran contradicción de López Obrador, durante años los insultas, desprecias y sobajas, pero hoy los quiere tan cerca, incluso en su gabinete, en caso de resultar vencedor.

Repito la pregunta: ¿se vale ganar como sea?