Los políticos ya empezaron a enojarse los unos con los otros. Cuidado con los berrinches. Nada estropea tanto la convivencia como el enojo. Si no aprenden a manejarlo y a superarlo, nuestro futuro se volverá incierto y peligroso.

Los políticos mexicanos están librando muchas confrontaciones que inquietan a la ciudadanía. Existe la percepción de que están pasando del debate a la exaltación. De esta al enojo. De este al pleito. Y de este a la guerra.

Vivimos un momento de confrontación política, la cual es natural y ordinaria en un régimen democrático civilizado y en el sistema de convivencia de un país grande, con problemas, con diversidades y con polarizaciones. Pero hoy, quizá por primera vez en varias décadas, estamos en el terreno de la desorientación y de la incomprensión, hasta para entender cuál es la naturaleza misma de nuestra confrontación política.

La política de los enojados es la política de la sinrazón. Cuidado con las furias. Desde la Revolución no nos había pasado eso. Ni siquiera en la derrota electoral se enojaron tanto. En 1988 Cárdenas y Clouthier hicieron pataletas chiquitas. Algún otro se puso unas orejas de burro, pero no pasó a mayores.

En 2000, los priistas se entristecieron y se preocuparon pero nada más. Algunos se molestaron con Zedillo. Pero nadie se la tomó contra Fox. Ni los panistas contra los del antiguo régimen.

Muchos años antes, ya se habían peleado los sonorenses contra Carranza, Cárdenas contra Calles, Echeverría contra Díaz Ordaz y Zedillo contra Salinas. Pero resultamos bien librados porque los mexicanos que no estaban en esas camorras buscaron la armonía y el contentamiento.

Pero ahora vivimos un fenómeno político donde los mexicanos nos movemos en un terreno de incomprensión que puede llevarnos, si no somos cuidadosos y cautelosos, a la atrofia, a la desorientación y al extravío definitivo.

Estamos empezando a hacer política con enojo. Nos estamos empezando a enojar unos mexicanos con otros. Está empezando la política a dejar de ser un juego de civilización, para empezar a ser un juego de berrinches, un juego de iras, un juego de pataletas. Y esto tiene consecuencias y riesgos de peligro incalculable.

El que se enoja pierde. Cuidado con las muinas. Son cinco las cosas que más enojan a los políticos. Que los asuntos no les salgan como quieren. Que los demás no los entiendan. Que no los obedezcan. Que no los complazcan. Y que no los quieran. Uno de estos ingredientes los molesta. Dos o tres, les para los pelos. Cuatro o cinco, resultan catastróficos.

Por eso los tiempos actuales no son fáciles ni felices. Cuidado con los encabritamientos. La política mexicana convive a diario con los cinco ingredientes. Nada sale bien, nadie entiende, nadie obedece, nadie complace y nadie quiere a los demás. Van a gobernar enojados o se van a oponer enfurecidos. No es buen presagio. Así las cosas, se van a perseguir, se van a injuriar, se van a agredir, se van a encarcelar, se van a atacar, se van a ofender y se van a matar.

Ojalá recuerden que, en política, las palabras son más graves y más  costosas que los hechos.

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