Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

En 1990, Guillermo Tovar y de Teresa escribió uno de los libros más trágicos que se hayan hecho sobre México. En La ciudad de los palacios: crónica de un patrimonio perdido, el erudito historiador realizó un triste recuento de la invaluable memoria, material y simbólica, que había sido presa igualmente de revoluciones estéticas, ideologías políticas, urbanismo invasivo, voracidad inmobiliaria o mera ignorancia expresiva, e interpreta la pérdida como el producto de la salvaje costumbre patria de autodestruirse y autonegarse tratando de borrar constantemente su memoria, costumbre que perdura hasta nuestros días. Tovar y de Teresa no se equivocó: el demoler un edificio, cambiar el nombre de alguna calle o la simple indiferencia de caminar sin reconocer, desdibujan de manera paulatina y , tal vez, irreversiblemente la historia de la ciudad y sus habitantes y los deja a la deriva de una modernidad sin rumbo ni razón.

Con el fin de hacer frente a tan negativas sombras sobre la cultura mexicana, dos de las más magistrales plumas de la editorial Cal y Arena emprendieron la titánica tarea de salir a buscar y rescatar la memoria de dos centenares de sitios en el Centro Histórico de la Ciudad de México que guardan entre sus muros fantasmas, hechos e historias fascinantes. El resultado fue un extraordinario compendio en el cual Héctor de Mauleón y Rafael Pérez Gay volcaron su genialidad literaria para conformar Centro Histórico. 200 lugares imprescindibles, una suerte de guía viajera entre el tiempo, las paredes y los personajes. Cuenta Pérez Gay en entrevista exclusiva para Siempre! que todo comenzó cuando, junto con Héctor de Mauleón, se dieron cuenta de que el Centro Histórico de la Ciudad de México tiene una obviedad enorme: no estaba suficiente señalizado, es decir, la memoria del Centro Histórico se estaba perdiendo.

“Esta guía es una idea original de Héctor y mía. Se trata de un esfuerzo modesto, que desea devolverle a la Ciudad de México un pedazo, un trozo de su historia”.

Rafael Pérez Gay.

Recuerda el fundador y director de Cal y Arena que la ultima vez que se hizo un esfuerzo en forma fue con José Vasconcelos, pues el educador mexicano reunió por los años veinte a un grupo de cronistas de su época, entre los cuales estaban Artemio de Valle Arizpe y Luis González Obregón. Añadió que en aquella ocasión Vasconcelos convenció al grupo de intelectuales a que colocaran plaquitas de azulejo para recordar el nombre antiguo de las calles. No obstante, esto dejo de ser visible por el aumento del deterioro del Centro Histórico a partir de los años setenta.

“Esa fue la ultima vez que se colocaron placas conmemorativas en las calles de la capital mexicana. Hay algunas que todavía se pueden ver en el Centro Histórico, sin embargo, algunas se destruyeron junto con sus edificios después de los terremotos. Varios de ellos después convertidos en estacionamientos”.

Para elaborar el libro, explicó el también periodista, ambos escritores decidieron dividirse el primer cuadro de la ciudad en cuatro cuadrantes, donde han ocurrido acontecimientos que forman parte de la historia de la capital, a propósito de que en 2021 cumplirá 500 años de haber sido fundada.

“Dividimos 100 lugares para Héctor, y 100 lugares yo. Entonces nos dimos a la tarea de buscar los espacios emblemáticos, históricos, sin dejar fuera algún tipo de leyenda de las que siempre han acompañado al Centro Histórico”.

Después, el Gobierno de la Ciudad de México se sumó al proyecto. Ya cuando se tuvo el libro en las manos, se entregó en principio al Instituto Nacional de Antropología e Historia y al Instituto Nacional de Bellas Artes, para que fuera leído y sancionado por varios especialistas en la historia de la Ciudad de México.

“El resultado final llegó en un libro y 200 placas que se están colocando en el Centro Histórico. Estas placas vienen en la obra y cada una tiene una pequeña historia, una breve crónica que se encuentra en la parte baja del volumen. Así, lo que tienes es un itinerario a través de los siglos de la Ciudad de México”.

Sitios con carga histórica

Los espacios simbólicos que integran la guía, explicó Pérez Gay, fueron seleccionados a partir de una característica fundamental en común: que trajeran consigo “una importante carga histórica”; pues, asegura, son sitios en donde vivieron figuras u ocurrieron hechos históricos que se deben recordar porque les devuelve la identidad a las calles, pero sobre todo un valor emocional.

“Para mi el Centro Histórico siempre ha sido importante porque por él caminé desde muy niño de la mano de mi padre, que era un gran conocedor de la capital, de modo que para mí al mismo tiempo ha sido como recuperar una parte de mi historia personal y de mis intereses por las calles del Centro”. 

Narró que el lector al recorrer la guía —que contiene además mapas— descubrirá historias, por ejemplo, del restaurante Gambrinus, reconocido porque fue ahí donde Gustavo Madero fue hecho preso, y llevado a la Ciudadela para ser salvajemente torturado.

Héctor de Mauleón.

“En el Gambrinus se llevo a cabo la traición de Victoriano Huerta a Gustavo Madero luego de invitarle un almuerzo. El edificio todavía existe, solo que ahora es una tienda de ropa. Por lo que si caminan por la calle de Madero y esquina de Motolinia, sabrán qué pasó ahí, conocerán sus antecedentes mediante una placa”.

Al igual que en el hoy numero 38 de calle de Allende se encontraba el convento de San Lorenzo, del que todavía sobrevive el templo, donde profesó sus votos de religiosa Isabel de Tobar, mujer que antes de tomar los hábitos vivía en San Miguel de Culiacán y teniendo curiosidad de saber cómo era la capital de la Nueva España para su vida consagrada, le pidió al poeta español Bernardo de Balbuena que se la describiese. Esta solicitud dio origen a que el gran poeta de Valdepeñas escribiera Grandeza mexicana, obra que es considerada la creación de mayor elogio hacía la Ciudad de México.

“Grandeza mexicana es un extraordinario recuento de las bellezas de la urbe; el titulo lo retomaría más de tres siglos después Salvador Novo para nombrar su propia antología de beldades, Nueva grandeza mexicana, en la ciudad del siglo XX, que está hecha, en estructura, casi idéntica a la de Balbuena”.

Un modelo aplicable para otras zonas

Este proyecto podría incentivar a otras ciudades que contienen una enorme riqueza histórica a replicar este modelo, aseveró Pérez Gay, pues asegura que existen no solo otros lugares de la republica mexicana, sino también —para no ir más lejos— otros espacios de la Ciudad de México con mucha historia, como las viejas colonias Roma, Condesa, Santa María de la Ribera y San Rafael, en donde potencialmente se puede aplicar un recuento de sus pasajes históricos.

“La memoria es lo que nos da estructura e identidad, y su recuperación nos permite conocer el pasado y reconstruir el mapa de nuestra historia, porque sin esa memoria las ciudades se pierden en la bruma de la incuria. Los edificios por sí mismos no tienen un valor, porque aunque arquitectónicamente sean extraordinarios están cargados de emociones, de historias, de personas que estuvieron ahí, y precisamente eso es lo que hay que recuperar. Seria maravilloso reconstruir la historia de todos los lugares que contienen una carga histórica, nos daría a todos un conocimiento e identidad realmente valioso”, concluye Rafael Pérez Gay.