Una temeridad harta desprecia, una traición cuidados mil engaña.

Góngora

Bajo la consigna “Decidamos Juntos”, Miguel Ángel Mancera Espinosa consolidó un caudal político que lo catapultó a la Jefatura de Gobierno en la elección de 2012, obteniendo el apoyo de tres millones 28 mil 704 votantes, el 63.56% de los sufragios emitidos en dicho proceso electoral.

Mientras que el candidato presidencial de la coalición Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador, arrasó la capital con dos millones 569,206 votos ese 2012, Mancera obtuvo 459, 498 votos adicionales provenientes de territorios tradicionalmente panistas y priistas que lo prefirieron ante la rigidez de Beatriz Paredes y la novatez de Isabel Miranda de Wallace, cuyas promesas electorales desalentaron a esa relevante cifra de electores.

Ese 18.33 por ciento de diferencia a favor del otrora emergente procurador general de justicia de la administración de Marcelo Ebrard, se interpretó como una “patente de corso” que permitiría al novel gobernante traicionar a quienes le otorgaron su confianza al interior de los partidos políticos para encabezar esa importante candidatura y, posteriormente, para traicionar a todo el electorado que en cada sufragio depositado a su favor emitió un voto de confianza a la concreción del lema “Decidamos Juntos” en una política pública incluyente y abierta a la participación proactiva de la sociedad y, por ende, totalmente transparente ante los gobernados.

La primera traición a este proceso de confianza colectiva se registró en la obsesión por impulsar la firma del PRD en el Pacto por México, a cambio del compromiso #91 integrado por 5 líneas de acción englobadas en la denominada Reforma Política del Distrito Federal, destacando el empeño por otorgar a la Ciudad su propia constitución.

Engreído en su pírrico triunfo, Mancera convirtió su compromiso de campaña en un mero “slogan” promocional e inició la mercantilización del quehacer gubernamental olvidando que ese bono democrático obtenido en las urnas representaba un compromiso real de co-gobierno ciudadano en el diseño de una Ciudad de derecho.

La obsesión comercializadora de Mancera y su primer círculo, nutrió la falsa expectativa de construir su candidatura a la presidencia de la República para el 2018, lo que consumió la mayor parte de la más repudiada administración de la Ciudad de los últimos tiempos.

Esfumada la obsesionada candidatura presidencial por alianzas desastrosas y componendas inconfesadas, la otrora fortaleza de Miguel Ángel Mancera se trasmutó en un índice de rechazo a su gestión del 70% de los encuestados en febrero de este año, realidad que nada abona a su trasmutada obsesión por ser el artífice del primer gobierno de coalición de la historia de México.

Acreditando a cabalidad el ingenio de Góngora, la temeridad de aspirar a un escaño senatorial merece desprecio y acredita que la traición se envuelve en mil y un engaños.