La geografía del poder y de los negocios cambia a una velocidad e intensidad excepcional en la historia de la humanidad; el eje de este cambio es China, que vive una transformación cien veces mayor y diez veces más rápida que la primera Revolución Industrial, de donde surgiría la Gran Bretaña moderna.

China es y será el gran actor del siglo XXI, no hay lugar a dudas, sin embargo, mucho de lo que sabemos está tamizado por estereotipos, lugares comunes y obviedades. Es fundamental entender con objetividad y centralidad sus alcances e impactos.

En los últimos 35 años China pasó de ser un país pobre a ser el motor de la economía mundial, en este periodo su riqueza creció 35 veces, lo que se refleja en la calidad de vida de la población, en particular, en el abatimiento de la pobreza. En 1980 había más de 900 millones de pobres, hoy ha disminuido a 60 millones y para 2022 se pretende abatir.

El ingreso per cápita pasó de 194 a 8 mil 123 dólares. Contrario a los estereotipos, prácticamente no hay hambre, el ciudadano medio come seis veces más carne que en 1976. Hoy es el mayor consumidor mundial de energía, películas, cerveza y platino, por mencionar algunos, construye más infraestructura para trenes y aeropuertos que el resto del mundo junto.

Más allá del crecimiento económico, la fuerza transformadora más potente es la nueva ambición global, China nunca tuvo aspiraciones territoriales o colonizadoras fuera de sus fronteras históricas imperiales, esto está cambiando, hoy tiene una visión de expansión de mercados y negocios.

El ejemplo más contundente es la iniciativa “Una Franja y una Ruta” consistente en dos grandes corredores económicos: uno por vía terrestre, sobre lo que fue la antigua Ruta de la Seda, por donde transita, desde finales de 2014, un tren de Yiwu a Madrid (el tren más largo del mundo); el otro corredor refiere a la Ruta Marítima, que va desde China hasta el Océano Índico y África, conectándolos por múltiples vías: terrestre, marítima, aérea y digital.

La visión china va más allá de un proyecto de infraestructura comercial, representa una estrategia más ambiciosa que engloba políticas de infraestructura, financiera, energía, turismo, telecomunicaciones, intercambio de estudiantes, tecnología, ciencias, salud, cultura y diálogo político.

Existe un fondo de 14.5 mil millones de dólares para inversión en los países por donde atraviesa la Franja para que construyan infraestructura para aprovechar al máximo la ruta comercial. La correlación de fuerzas en el mundo está cambiando, Estados Unidos disminuye su influencia comercial en los países participantes y Rusia pierde el monopolio del tránsito de mercancías por tierra de Asia a Europa. Pero también le da acceso a China a insumos que requiere para mantener el crecimiento, en particular, de África.

El impacto de esta nueva vocación global ya es sensible, las 10 economías de mayor crecimiento en el mundo como Etiopía, Uzbekistán, Tanzania, Laos, Camboya o Filipinas tienen como principal socio comercial a China, que está realizando grandes inversiones en infraestructura como los trenes de alta velocidad en Ghana y Etiopía.

No podemos obviar el impacto de China en el mundo y en México, es posible y deseable aprovechar las condiciones que ofrece el momento, con claridad y prudencia, habrá muchas voces y muchas estrategias, pero el punto de partida es sin duda, aprender más sobre ese gran desconocido que aún es China.

@LuisHFernandez