Por Jorge Alonso Espíritu

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]s imposible que una premisa como la de esta historia tenga buena prensa. De hecho, en algún problema se metieron los creativos de Netflix Latinoamérica al promocionarla: James, un adolescente con presunciones psicópatas elige a una compañera de colegio para matarla y así graduarse como asesino sin escrúpulos, sin sentimientos. La elegida para el sacrificio inútil, Alyssa, menor que él, resulta ser una chica rebelde en busca de emociones fuertes y una aventura amorosa diferente.

Mientras James encuentra el momento perfecto para cortarle el cuello, los jóvenes realizarán un viaje que hará patentes sus verdaderas necesidades, envueltos es una relación que no podría ser más que enfermiza, pero que encierra, sin que ellos lo sepan, la más autentica forma del amor: preocuparse por el bienestar del otro.

Sin embargo, por su carácter políticamente incorrecto -y no a pesar-, violento, desagradable, The end of the f***ing world, dirigida por Jonathan Entwistle y Lucy Tcherniak, es una comedia tan oscura como entrañable, en la frontera de lo repugnante: en los primeros cinco minutos James explica como asesina animales y mete la mano en una freidora con la intención de “sentir”.

Por supuesto, esa acción revela el tono de la miniserie, compuesta de apenas ocho capítulos de veinte minutos cada uno: una narrativa cuyo poder reside en la psicología de los personajes jóvenes; una comicidad angustiante, desoladora.

Los protagonistas, encerrados en ambientes tóxicos, entre el abandono, el duelo y el acoso, intentan liberarse del mundo adulto convirtiéndose en fugitivos, en los Bonnie y Clyde o Thelma y Louis modernos.

No deja de llamar la atención que en esta especie de road movie, adaptación del cómic en blanco y negro de Charles Forsman, la estética remita a las teleseries de los años 80 y 90 y a las pretensiones de las subculturas nihilistas de aquellos años, cuyos simpatizantes se han vuelto mayores.  Se trata de las generaciones que dieron forma a la cultura millennial que hoy es blanco de sus críticas. Esta forma de lo retro establece un puente pesimista entre generaciones: todo estuvo mal, todo sigue mal.

En la línea de cintas recientes como It, Lady Bird, o series como Stranger Things, los antagonistas son justamente aquellos adultos que dejaron de cuestionarse sobre su vida y pasaron a ser parte del orden establecido. Los adultos agreden, asesinan, abusan sexualmente pero, sobre todo, cierran sus ojos y sus oídos ante las inquietudes y necesidades de los adolescentes.

Desesperanzadora y divertida, The end of the f***ing world, es una historia de crecimiento: de violencia, de sexo, de amor y odio, de depresión y de búsqueda de sentido, narrada a dos voces, que permiten asomarse a dos puntos de vista complementarios. Dos búsquedas que se vuelven una: la de la compresión y el afecto. Así, en medio del horror y sin renunciar al humor negro, esta serie se vuelve profundamente humana. Ese es su más grande mérito.

https://www.youtube.com/watch?v=WCc6K995oAk

Permanencia voluntaria: Zona mortal

Continúa en carteleras la cinta canadiense Zona mortal, una película de ciencia ficción de bajo presupuesto con una idea tan ilógica como interesante: Un hombre con amnesia se despierta en una carretera perdida con un extraño halo que mata al instante a todos los que estén cerca de él. Pronto aparece una mujer con la misma amnesia, pero que anula el trágico poder del primero. Para sobrevivir y encontrar una solución, tienen que recordar lo que pasó con ellos. Un thriller interesante, breve y que evita con éxito agotar la premisa inicial. Ideal para el periodo vacacional.

https://youtu.be/E1LbndTMi_g